El temporal: un indicador climático-económico del Mercurio de España (junio de 1824)1

The temporal: A climatic indicator-economic of the Mercurio de España (June of 1824)

Fecha de recepción: 22 de enero de 2024

Fecha de aprobación: 29 de marzo de 2024

RESUMEN: El principal objetivo de este artículo es presentar un caso de estudio referido al temporal ubicado en el Mercurio de España, con fecha de junio de 1824. Esta sección del periódico, que no volvió a reaparecer más, constituye un indicador climático y económico, a partir del cual es posible identificar los tipos de cereales vendidos en las ciudades y provincias españolas, y saber cómo fluctuaron los precios del trigo, cebada, maíz y centeno como consecuencia de las oscilaciones climáticas. Se trata de una relación muy común entre los contemporáneos, misma que se manifestó en la edición de papeles efímeros y periódicos que han pasado desapercibidos entre los historiadores. Para este trabajo se han extraído y analizado los datos con tal de averiguar en qué ciudades y provincias estaban los productos más baratos y caros. El interés de estos resultados -creemos que- no radica tanto en su carácter climático -que también- como en la capacidad de aproximarnos a la realidad económica de unos cereales que constituían la base alimenticia de la población.

Palabras clave: Mercurio de España, Temporal, Precios, Cereales, Mercado

ABSTRACT: The main objective of this article is to present a case study referring to the temporal located in the Mercurio de España, dated June 1824. This section of the newspaper, which did not reappear again, constitutes a climatic and economic indicator from which it is possible to identify the types of cereals sold in Spanish cities and provinces and to know how the prices of wheat, barley, corn, and rye fluctuated as a consequence of climatic oscillations. It was a usual relationship among contemporaries, which was manifested in the publication of short-lived papers and newspapers that have gone unnoticed by historians. For this work, data was extracted and analyzed to know which cities and provinces had the cheapest and most expensive products. The interest of these results -we believe- does not lie so much in their climatic character -but also- in the capacity to approach the economic reality of cereals that constituted the food base of the population.

Keywords: Mercurio de España, Temporal, Prices, Cereals, Market

Introducción

La Ilustración extendió un sentimiento utilitarista con la continua difusión de ideas o herramientas que sirvieran para facilitar y mejorar las vidas u oficios de las personas. En este sentido, el periodismo fue uno de los vehículos de comunicación más relevantes de la época por su proyección social y geográfica.2 Así, el temporal se convirtió en un ejemplo excelente -y muy frecuente en la prensa- para comunicar el coste de los cereales entre los consumidores y los comerciantes; en una ventana para conocer -desde otra perspectiva- las pautas económicas y alimentarias de los grupos sociales a lo largo y ancho de los mercados de la península Ibérica.

El Diccionario de Autoridades definió “temporal” como una tormenta con lluvias abundantes o la “constitución del tiempo” (Real Academia Española, 1739). Entre los muchos panoramas informativos existentes, la prensa dieciochesca metió secciones meteorológicas en sus páginas, como los telediarios con el tiempo, en las que registró el estado ordinario de la atmósfera. De este modo, el temporal se trataba de una relación en la que se indicaba la meteorología de varias provincias o ciudades españolas, vinculándose con la evolución de los precios de la fanega castellana del trigo, centeno, maíz y cebada; aparte de los jornales de los campesinos.

En una sola ocasión el Mercurio de España se sumó a esta tradición, típica de los noticieros de tendencia económica. Este periódico mensual -quincenal entre 1804-1806- se conoció con dicho título a partir de 1784. El Mercurio se acompañó hasta entonces, y desde su fundación en 1738, con el rótulo Histórico y Político. Sus características generales se resumen en los siguientes puntos: con unos tomos hechos en 8º -y en 4º en los años finales de 1824-1830-, los contenidos fueron esencialmente políticos -y con un carácter oficial desde 1756- en las más de cien páginas que podía albergar cada número tirado, dividido en artículos geográficos, lo que le permitía añadir otras temáticas mucho más misceláneas.3 No obstante, el Mercurio experimentó una serie de cambios en el tramo de 1784-1830, cuando predominó en Madrid, Cataluña, Castilla y Valencia hasta alcanzar el precio de diez reales por ejemplar. Aquí no se comentan sus modificaciones en el formato porque, específicamente, interesa referir que con José Clavijo y Fajardo se produjo el aumento de las fuentes del periódico -antes relegado al Mercurio Historique et Politique de La Haya- y de sus materias económicas, culturales y sociales; camino que conduciría a la Parte Literaria,4 donde precisamente se alojó el temporal.

Llegados a este punto tenemos que considerar dos variantes para conceptualizar la significación del temporal en la prensa y en la sociedad dieciochesca. Por una parte, el siglo XVIII experimentó un proceso de perfeccionamiento de los instrumentos de observación,5 en un contexto condicionado por la Pequeña Edad del Hielo. Durante esta centuria se quiso formular leyes generales para mejorar el conocimiento de las características y dinámicas atmosféricas. A esto se sumó la influencia de las teorías ambientalistas, que conectaban esta clase de anotaciones con el estado de salud y las fluctuaciones en los costes agrícolas. Lo anterior supuso la creación de efemérides -o topografías médicas- (Capel, 1998-1999, pp. 79-105) que combinaron dichos aspectos, algo que formó parte de la cotidianeidad periodística de las áreas urbanas.6

Por otra parte, la base alimenticia de las sociedades preindustriales se fundamentó en el consumo de los cereales, de ahí que contar con la mayor cantidad de mano campesina fuera menester para sacar hacia adelante la cosecha. En ese sentido, era imprescindible prevenir enfermedades estacionales que debilitaran el sistema inmunológico de tal manera que imposibilitaran faenar. En suma, las instancias de poder buscaron en todo momento el equilibrio de los importes, al tiempo que los papeles efímeros o periodísticos informaban de las oscilaciones a los súbditos para que marcharan a comprarlos a otras plazas en las que fueran más baratos. La escasez de productos consumibles y el incremento de su valor económico podían dar lugar a hambrunas y motines de subsistencia. De este modo, los escritos agronómicos y fisiócratas se pusieron de moda, con memorias elaboradas desde instituciones como las Sociedades de Amigos del País, para satisfacer estas demandas informativas (Alberola Romá, 2014, pp. 267-270).

Dicho esto, el principal objetivo de ese artículo es analizar el temporal publicado en el tomo del Mercurio de España de junio de 1824, como un indicador climático y económico, para conocer los mercados de las provincias y ciudades españolas, los cereales vendidos, la oscilación de sus precios y la relación establecida con los agentes meteorológicos. También valoramos si la difícil adquisición de granos necesarios para la subsistencia familiar infirió en estallidos sociales en un contexto tan complejo como el de 1824. Por ello sistematizamos los datos con tal de poner en valor unas informaciones hasta ahora inéditas con las que reconocer la riqueza de la prensa modernista española y su utilidad para con la historia económica.7

El temporal como indicador climático y económico en la historiografía

En todas las provincias del reino se consultaron papeles periódicos para acceder a esta información de interés público. El Diario Noticioso de Francisco Nipho, a mediados de la centuria, fue uno de los primeros en ofrecerla debido al utilitarismo económico suscitado por la Ilustración. El periodista creó una cabecera de uso comercial, con una intención participativa entre los lectores, por medio de noticias de comercio en las que destacaron los anuncios de ventas o las compras de “géneros de todas las especies”. La finalidad era favorecer el comercio civil para subsidio y comodidad de toda clase de persona, y para fomentar la publicidad de las almonedas (Enciso Recio, 1956, pp. 112, 171-172 y 180-181).

Así nació la prensa económica. Además de conocer la realidad del país, este periodismo aspiró al progreso material de la sociedad como vía para alcanzar la felicidad pública. Según Enciso Recio (1958, pp. 11-21), la prensa inglesa fue la que se adelantó en el uso de la publicidad. De hecho, aparecieron periódicos específicamente para ello en Londres, como el Daily Courant o el Daily Adversiter. A su vez, se editaron cabeceras continentales como el Journal du commerce, La Gazette du commerce, Nouvelles Ephémérides, el Journal économique, el propio Diario Noticioso -así como los demás periódicos de Nipho-, el Memorial Literario, el Semanario de Agricultura y Artes dirigido a los párrocos o el Semanario instructivo, periódico de agricultura, ciencias naturales y artes en los que se circunstanciaron las cantidades corrientes de la semana.

No obstante, el máximo exponente fue el Correo Mercantil de España y sus Indias. Además de incluir novedades sobre el tráfico colonial, una de sus motivaciones era la de informar al labrador sobre “la escasez o abundancia de frutos en las provincias de España y sus precios…, temporales… y estado de las cosechas”. Para tal cosa, el periódico utilizaba material de primera mano proveniente de nuevas e informes oficiales, bien del gobierno como de sociedades intelectuales (Enciso Recio, 1958, pp. 42-45). En este sentido, el Mercurio se unió tardíamente a esta tendencia por falta de interés, pues los redactores tenían acceso a toda clase de información oficial a través de la Secretaría de Estado. No obstante, esta iniciativa se enmarcó en el proceso de modernización que se fraguó en el siglo XIX; en concreto, en la refundación de 1824. Juan López de Peñalver, como primer redactor, introdujo cuatro cambios significativos ese año: un resumen histórico dividido por territorios en cada tomo tirado; noticias políticas mensuales más breves; novedades más extensas en la Parte Literaria; y dentro de este espacio anexó informes de balanzas comerciales extranjeras y autóctonas. Así, el Mercurio publicó mensualmente relaciones sobre los costes de los cereales por fanega castellana entre 1824-1830.

Todos estos datos han pasado desapercibidos entre los historiadores económicos por estar ocultos en la prensa; fuente que nunca ha despertado mucho interés, aun cuando poseen una gran riqueza.8 Estas noticias se imprimieron en la parte final de los tomos del Mercurio, permaneciendo inéditas. Si bien la Gaceta ha sido algo más consultada, las cifras solo se incluyeron en su homónimo oficial por dos motivos. En primer lugar, el formato mensual fue más propicio para conservar este tipo de informaciones, que tuvieron una cierta amplitud; segundo, el Mercurio fue proclive a difundir novedades científicas y técnicas útiles de todos los ramos de la economía. La relación existente entre el temporal y los granos radicó en el deseo de fijar una correlación entre los cambios climáticos y la fluctuación de las tasaciones cerealícolas en las diferentes provincias y plazas españolas.9 Sin embargo, la información meteorológica únicamente se reprodujo en una ocasión, a pesar de noticiarse el valor de la fanega castellana hasta el cese del periódico en diciembre de 1830.10 Incluso, esta excepción no insertó comentarios que comparasen los datos, como sí sucediera en otros muchos periódicos económicos.

Earl Hamilton (1934), Emili Giralt i Raventós (1958, pp. 38-61) y Pierre Vilar (1966) fueron los primeros en iniciar investigaciones que contemplaran la sistematización de series con la evolución de los costes agrícolas en España. A partir de aquí esta clase de estudios se desarrolló por historiadores como Gonzalo Álvarez Anes (1974), José Miguel Palop Ramos (1977), Aurora Gámez Amián (1981), Antonio Peiró Arroyo (1987), Antonio Eiras Roel (1990), Gaspar Feliu i Montfort (1991), Miguel Ángel Bringas Gutiérrez (2000), Rafael Barquín Gil (2001), David Reher Sullivan (2001), Domingo Gallego Martínez (2005), Enrique Llopis Agelán y Sonia López Sotoca (2005). Por otra parte, no podemos dejar de nombrar a Witold Kula (1980) como uno de los mejores autores sobre la metrología histórica.

Gran parte de las coyunturas económicas agrícolas se comprenden estudiando el clima como un factor histórico. Las sociedades campesinas se veían comprometidas con el descenso térmico y la variabilidad -muchas veces extrema- de la Pequeña Edad del Hielo.11 En el corto plazo, la pérdida de las cosechas desencadenaba la modificación de los precios y hambrunas (Flohn, 1981, pp. 312-313); aparte del incremento de la inanición entre las poblaciones, lo que debilitaba el sistema inmunológico y, por lo tanto, intensificaba la mortalidad. En la larga duración, el clima reducía la superficie cultivable, fomentaba migraciones a tierras más fértiles y dificultaba la accesibilidad a alimentos básicos, con la consecuente subida de su valor económico (Parry, 1978, pp. 138-142). Los expertos mencionados anteriormente inauguraron los estudios que han reconstruido la evolución de los precios de productos y zonas de la península Ibérica. Sin embargo, estos explicaron las fluctuaciones por factores exclusivamente económicos y no consideraron las causas climáticas, perspectiva que resulta imprescindible para la Edad Moderna.

Por ello destacamos a otro grupo de historiadores que combinaron los dos aspectos. William Henry Beverridge (1922) fue el precursor de este campo con Gran Bretaña. Por otra parte, algunos de los más sobresalientes de las últimas décadas han sido Eric Lionael Jones (1964), Micheline Baulant (1968), Andrew Appleby (1979), Christian Pfister (1988), Pascal Saint-Amour (1991), Thomas Calvo (2016), Rudolf Brázdil et al. (2019) o José María Cuadrat et al. (2021). No obstante, debemos remarcar las aportaciones de Emmanuel Le Roy Ladurie (2017), Enrique Florescano (1986) y Virginia García Acosta (1997). Por otra parte, Fernando Sánchez Rodrigo (2020) propuso el Correo Mercantil de España y sus Indias para llevar a cabo reconstrucciones climáticas y económicas con la sección del temporal. Los editores del periódico recalcaron que consultaron informaciones de muchos puntos distintos del territorio peninsular para componer la meteorología ordinaria de las estaciones y cruzar los cambios atmosféricos con la oscilación del valor de los cereales.

El Correo fue de gran importancia para el Mercurio, pues le copió el formato de la sección, lo que corroboramos en la Imagen 1. El periódico oficial no consideró necesario introducir ningún aviso sobre su noticia. Los lectores estaban acostumbrados a este tipo de esquemas por su utilidad en las transacciones agrícolas; y además era un material más que recurrente en los papeles efímeros y periodísticos. El temporal fue una de las señas de identidad del Correo, apareciendo en la primera página desde el primer tomo hasta el último. Sin embargo, el apartado no prosperó en el Mercurio, al menos con la carga meteorológica, puesto que la parte final de los ejemplares fechados entre 1824-1830 sí que contó -como dijimos- con una tabla de los precios de los granos de los diferentes mercados españoles.12

La noticia del Mercurio expuso el importe de la fanega castellana13 del 1 al 15 de junio de 1824, dividida por trigo, centeno, maíz y cebada, y el pago de los jornales. Dicha información se clasificó por provincias -Ávila, Aragón, Álava, Ciudad Real, Cuenca, Galicia, Granada, Málaga, Murcia, Palencia, Navarra, Santander, Segovia, Soria, Toledo, Guipúzcoa y Zamora-, así como por algunas de sus respectivas localidades.14 Al final, en una tabla separada, venía anexado el temporal con las mismas provincias -menos Álava, ¿apropósito o por un desliz en la edición?- y con sus condiciones meteorológicas. A diferencia del Correo, el Mercurio no adjuntó en esta página -como explicamos antes- ningún tipo de reflexión, ni mencionó otros factores que ayudaran a entender la mayor o menor tarifa de los cereales. A continuación, pasamos al estudio de caso del temporal y de los precios del Mercurio de España de junio de 1824 (Mercurio de España, junio de 1824, pp. 174-176).

Imagen 1. Noticias del temporal en el Correo Mercantil de España y sus Indias (1792-1808) y en el Mercurio de España (1824)

Imágenes procedentes de los fondos de la Biblioteca Nacional de España.
Fuente: Elaboración propia con base en Correo Mercantil de España y sus Indias, 4 de octubre de 1792, pp. 9-10 y Mercurio de España, junio de 1824, pp. 174-176.

Caso de estudio: el temporal y los precios de los cereales del 1 al 15 de junio de 1824 en el Mercurio de España

En este apartado se comenta el estado atmosférico y económico de los cereales de cada una de las provincias de manera individualizada [ver Mapa 1]. Se indica cuáles fueron los núcleos con los costos más caros y baratos según el producto y la incidencia del temporal; y se lleva a cabo un balance de las provincias con los mejores y peores precios, analizando si la meteorología fue un factor diferencial, considerando el tipo de cultivo y el pago de los jornales [ver Imagen 2].

Mapa 1. Distribución y tendencia de los precios del temporal de junio de 1824 en España

Fuente: Elaboración propia con base en Mercurio de España, junio de 1824, pp. 174-176.

Análisis de las provincias: precios15, cereales y jornales16

El tiempo arreció seco y caluroso en la provincia de Ávila, cuya media del coste de los cereales -siguiendo el mismo orden que el ofrecido por el Mercurio- fue como sigue: 40,0 reales de trigo; 28,0 de centeno; 0 de maíz; y 29,7 de cebada. El trigo más rebajado se vendió en Arévalo por 29 reales, mientras que el más gravoso en Piedrahita por 42. El centeno más asequible estuvo en Ávila (24-26 rs) y el que menos en la misma de antes, Piedrahita, a 28-30 reales; la cual no comercializó la fanega castellana de maíz. En cambio, la cebada de ocasión se pudo comprar en Ávila (25-28); la de más alta selección, de nuevo, en Piedrahita (29-31); y el jornal estaba valorado en una media de 4,5 reales.

Las cantidades fueron más altas en Aragón, a excepción de la cebada: 33,6; 37,9; 20,2; y 23,5. Aquí el temporal fue seco, y también se pagó más por jornada (5,5). El trigo más módico se encontró en Cinco Villas por 31 reales. Pero en Alcañiz subió a 56. El centeno de Tarazona se saldó en 29, mientras que el de Benabarre en 41. A diferencia de los dos cereales anteriores, el maíz fue mucho más accesible para los grupos desfavorecidos, pero este solo se vendió en cinco de los diez lugares de la provincia. Daroca lo valoró en 19 reales y, como polo opuesto, Tarazona lo ofreció a 24. Con la cebada ocurrió lo mismo. El punto de venta más económico estaba en Zaragoza (18); sin embargo, este saldo ascendió a 31 reales en Benabarre.

La provincia de Álava no presentó su estado meteorológico. Además, el único mercado se ubicó en Vitoria, con lo que no hubo variedad alguna en las tasas del trigo (26-33), el maíz (20-22) y la cebada (19-21). Lo mismo sucedió con el jornal, a 5 reales. El tiempo fue seco y caluroso en Ciudad Real. Aquí se halló uno de los precios del trigo más inaccesibles, con una media de 57,1 reales, ya que la del resto de los productos era así: 33,2; 0; y 22,2. En suma, el cereal se pudo obtener por 60 reales la fanega castellana en esta capital y en Almagro; a la par que el más saldado, en Alcázar, por 48-52. Mientras que no se vendió maíz en esta zona, los importes del centeno y especialmente de la cebada fueron mucho más módicos. El valor más bajo de ambos apareció en Ciudad Real por 30 y 20 reales; y el más elevado, respectivamente, en Almagro (40) y en el Alcázar de San Juan (26). La media de los jornales rondó los 7,5 reales, cuantía más generosa que en los anteriores lugares. Esto se debió a que en Solona se pagó entre los 10-12.

El temporal se reseñó con “vario y vientos” en el área de Cuenca, lo que impide saber si se refería a un elemento térmico y/o hidrometeorológico. En cualquier caso, la fanega castellana de trigo más costosa se apostó en la Roda (53-55); y en Huete o Parrilla la que menos, por un coste de 42-44 reales. Empero, la oscilación más abrupta de las tasaciones, de 3 reales, estuvo en Cuenca con 44-47. El centeno más disminuido se despachó en Requena (26-28) y el más gravoso en la ciudad de Cuenca (30-32). De otro lado, el único sitio en el que se comercializó el maíz fue en Requena (27-28). Como se aprecia en la media de los cuatro cereales (49,5; 29,5; 26,5; y 27,0), el maíz -junto a la cebada- fue el más asequible. La fanega costó 18-20 reales en Belmonte, siendo la más cara la de Cuenca por 32-36. La media de los jornales se marcó en 7,5 reales como en la provincia de Ciudad Real.

El temporal se calificó con “lluvias abundantes” en Galicia. Esto lo hace uno de los territorios más interesantes de analizar. Aquí el exceso de humedad fue un factor bastante evidente para encarecer el valor de la fanega castellana. La media de los cuatro cereales resultó muy alta: 51,0; 30,0; 40,8; y 37,4. Sin embargo, el periódico no ofreció la cifra de los jornales, lo que habría sido muy relevante. El trigo fue el cereal más preciado, hasta el punto de llegar a costes excesivos; por ejemplo, en Orense alcanzó los 70 reales y en Ferrol descendió hasta 36. La oscilación de los precios del centeno alcanzó un máximo de 12 reales, costando 40 en Lugo, Mondoñedo y Orense; y 28 en La Coruña, Betanzos, Ferrol y Santiago. El maíz fluctuó hasta en 20 reales. Lugo expidió la fanega castellana más cara de este cereal por 60, mientras que Ferrol y Mondoñedo las más asequibles (40). Pero la excepción fue Santiago, único sitio donde valió 32 reales. No obstante, la cebada fue el cereal más económico. La fanega castellana se mercadeó por 30 reales en La Coruña y, como estimación máxima, por 46 en Mondoñedo.

El tiempo se notificó muy seco en las provincias andaluzas de Granada y Málaga. En la primera, la media del trigo ascendió a 66,9 reales, teniendo el desorbitado precio de 65-78 en la capital malagueña. El trigo más barato, siendo muy superior al del resto de las provincias, se vendió en Almería por un saldo de 60 reales. El centeno y la cebada fueron los más accesibles, especialmente en Baza (28 y 18), donde asimismo lo fue el maíz (20). Por otra parte, la cantidad máxima de la fanega castellana, según el tipo de cereal, varió de localidad. El centeno más valioso se compró en Torvizcón (44); el maíz en Granada (48-50); y la cebada en esta misma ciudad (24-27). Por el contrario, los jornales fueron de los más bajos en proporción a las otras provincias, pues pagaron desde 4 reales en Loja hasta 7 en Motril, lo que da una media de 5,3. Un estipendio desproporcionado en relación con los precios del trigo y del maíz. La media de Granada fue de las más elevadas: 66,9; 36,0; 36,1; y 24,0.

Sin embargo, la situación fue todavía peor en Málaga: 70,3; 0; 36,8; y 25,0. El trigo más elevado apareció en Málaga (50-74), Vélez-Málaga (60-75) y Ronda (60-80); a la postre que la fanega castellana más barata se ubicó en Estepona (55). El maíz más oneroso se comercializó en Antequera por un coste fijo de 55 reales. De hecho, el más modesto se localizó en Vélez-Málaga (36-38). En comparación al trigo, la media de la cebada disminuyó en 45 reales; y si se equipara con el maíz, en 11. Por lo tanto, este cereal sería el más consumido por los sectores populares. La fanega castellana más cara se encontró en Estepona por 30 reales; y la más barata en Antequera por 21. Si bien el jornal más bajo se pagó en la misma Estepona (4), la media alcanzó los 7,2 reales, lo que contrastó con los 5,3 de Granada.

La provincia de Murcia experimentó un temple seco y los productos como el trigo o el centeno no tuvieron nada que ver con los valores de las zonas andaluzas. Esto es algo apreciable en la media del precio de los cuatro cereales: 58,3; 36,5; 28,0; y 18,8. El trigo bajó aquí hasta en 20 reales; el centeno permaneció más o menos igual; el maíz, unos 12; y la cebada, 7. El trigo de Yecla fue el más preciado (62-64), teniendo como principal competidor a Totana (50-52). La primera localidad cosechó asimismo el centeno (40-42) y el maíz (28-30) más costosos de la provincia. En su lugar, estuvieron -respectivamente- Albacete (35-36) y Murcia (18-24), donde igualmente se adquirió la cebada más económica por 13-15 reales. Sin embargo, la de mayor valor se distribuyó en Chinchilla (20-22); y la media de los jornales continuó en 7,5, teniendo el menos ventajoso en Murcia (6) y el que más en Hellín (9).

La provincia de Palencia es la que ofreció unos cereales menos abusivos. Tal vez esto pueda comprenderse por el temporal seco y tormentoso. La lluvia, al parecer, lejos de ser perjudicial, favoreció a unas cifras muy competitivas. La media así lo indica: 26,1; 17,3; 0; 18,8. El trigo más dispendioso se vendió en Paredes de Navas, concretamente por 25-29 reales. Un precio que no se asimiló a las provincias granadina y malagueña. En cambio, el más accesible se cultivó en Palencia (20-26). Por otra parte, el cereal más económico fue el centeno, por un máximo de 16-18 reales en Palencia y Carrión; y un mínimo de 15-16 en Torrequemada; y la cebada en Paredes de Navas (15-17) y Villada (19-20). Además, el jornal se quedó en la misma tendencia de 7,5 reales de media. El más reducido se pagó en Carrión (5) y los más generosos en Paredes de Navas y Dueñas (9).

La meteorología resultó seca en la zona de Navarra; y como sucedió con Palencia, esto abarató los costes: 29,7; 19,0; 17,8; 14,3. Si bien el trigo, el centeno y el maíz fueron unos reales más gravosos, el valor de la cebada descendió en 4. El costo fijo más económico del trigo se halló en Estella (26); y el más caro en Tudela (36). Sin embargo, el centeno fue mucho más barato en esta localidad (18); y en la otra mencionada, el más elevado (18-20). Una cantidad dispar a la fanega castellana de otras provincias. El maíz más costoso se localizó en Pamplona (20-28) y el más accesible en Tafalla (13). De otro lado, la cebada de Sangüesa se valoró en 16 reales, solo costando 2 reales más -y siendo el más alto- en Pamplona y Tafalla. No obstante, el valor de los jornales cayó un real, estando la media de estos en 6,5, pues oscilaron de los 5 reales pagados en Tudela a los 8 de Pamplona y Sangüesa.

La provincia de Santander no adjuntó el temporal y los precios -aunque más elevados que en las dos zonas anteriores- no alcanzaron los niveles de Granada o Málaga. Los cuatro cereales, en comparación a todo lo expuesto hasta ahora, rondaron una media aceptable: 39,2; 24,0; 29,2; y 31,2. Aquí, la cebada fue el segundo producto de mayor valor económico, por detrás del trigo. El mayor se tasó en Santander por 41 reales, siendo su principal contrincante Soncillo de Val de Vezana por una cantidad de 37. En este último lugar fue en el único en el que se pudo comprar centeno, a 24 reales la fanega castellana. A excepción de esta localidad (28), el valor del maíz estuvo a 32 reales en el resto. De los puntos de esta provincia, Soncillo fue la que ostentó la tasa más rebajada de todos los productos, valiendo, por último, la cebada 28 reales. Por contra, el jornal medio solo alcanzó los 4,4 reales porque pagaban un máximo de 6 en Santander, mientras que en las demás localidades se dio 4 por cada retribución.

La sequedad también predominó por todo el territorio segoviano, aunque sus costes fueron equilibrados: 36,0; 25,9; 0; y 26,2. La estimación más alta del trigo se pagó en Villacastín (32-42), ahora bien, fue el punto donde más fluctuó (hasta en 10 reales). De otro lado, la fanega castellana más barata se concentró en Cuellar (28-30). Lo mismo pasó con el centeno y la cebada (20-22). Al margen, los más caros se hallaron en Santa María de Nieva (31) y Villacastín (28-32). Como se observa en la noticia, la mayoría de las zonas de esa provincia pagó 6 reales de jornal, y un mínimo de 5.

El Mercurio notició una temperatura seca y fría en la provincia de Soria. Esta es en la única en la que se especificó algo así, más teniendo en cuenta que la novedad se refirió a principios de junio. No obstante, esto no alteró la media que, de hecho, fue más baja que en otros territorios: 35,1; 24,5; 0; y 21,8. El frío no abarató ni encareció la fanega castellana. Si miramos la media del mes siguiente -aunque no posea temporal- se atiende a que el trigo y la cebada fueron algo más caros (39,0 y 26,1) y el centeno menos (20,8). Sin embargo, no podemos establecer una correlación climática en esta diferencia por la ausencia del cuadro del temporal. El trigo más económico se depositó en Calahorra, estando a 30-32 reales la fanega castellana; y el más oneroso en Soria, capital de provincia, entre los 38-42. En cuanto al centeno, Logroño lo tasó en 20-22 reales y Calahorra en 20-28. La cebada, pues el maíz no se comercializó en esta provincia, fue el cereal de menor rendimiento económico. En Arnedo tan solo estuvo a 15-16 reales, como en Torrequemada; pero el más costoso, con una diferencia de 16 reales, se halló en Soria (28-30). Por otra parte, mientras que en Calahorra prevaleció el salario más bajo (4), Logroño fue donde mejor se compensó a los jornaleros (7). Esto hace una media de 5,5 reales por jornal; cifra un poco más baja que en las otras provincias.

La sensación térmica se detalló como seca en Toledo. Como aconteció con las siguientes provincias, el número de mercados se redujo considerablemente. Así, Toledo y Ocaña vendieron el trigo, el centeno y la cebada al mismo precio: 54-56; 36-38; y 26-28. Ahora bien, sí que hubo una diferencia bastante sustancial en los jornales. En tanto que en la primera se pagó a 11 reales, en Ocaña a 5. Por otra parte, el tiempo fue lluvioso en la provincia guipuzcoana, donde Tolosa fue la única que vendió trigo, maíz y cebada por 34-40, 28-30 y 23 reales. Sin embargo, el periódico no informó de cuánto cobraron sus campesinos. Por último, el temporal se comunicó caluroso en Zamora y con unos valores variados. La fanega castellana de trigo tuvo la cifra más aceptable en Toro, a 26-28 reales; y la más cara se expendió en la misma capital (35). Por el contrario, aquí estuvo el centeno más económico con un importe fijo de 27 reales; y el más abrupto, por 30-31, en Fuente Sauco. En relación con la cebada, Toro aún mercadeó la fanega más barata por 21-23 reales; y, de nuevo, Fuente Sauco la más alta a 28-30. La media era más baja que en las otras provincias (32,3; 27,3; 0; y 26,7), al igual que los salarios, con un rango de 5 reales.

Imagen 2. Precios de los granos y el temporal del 1 al 15 de junio de 1824 en el Mercurio de España

Imágenes procedentes de los fondos de la Biblioteca Nacional de España.

Fuente: Mercurio de España, junio de 1824, pp. 174-176.

Un diálogo entre el temporal, su contexto y la historiografía para junio de 1824

Entonces, ¿Qué realidad representó el temporal del Mercurio de junio de 1824? ¿Estos datos impresos en bruto escondieron alguna hambruna, revuelta o deficiencia alimenticia como habría sido de esperar en un medio oficial? Si dialogamos con el contexto y su historiografía hay tres argumentos con los que afirmar que, además de no haber sesgos de ninguna clase, el temporal rezumó la estricta cotidianeidad de unos precios que dieron acceso a una calidad y variedad de alimentos según el bolsillo de las familias y las condiciones meteorológicas de sus territorios.

1) Evolución climática

Los inicios del siglo XIX en Europa no fueron nada sencillos. Las siembras de 1799 fueron deficitarias y la cosecha de 1800 sin excedente, lo que ocasionó una subida en el precio de los cereales. En 1801 estallaron motines de subsistencia. Con un continente sacudido por la guerra, la cosecha y el clima de 1802 no mejoraron. Desde entonces se iniciaron unas fases ininterrumpidas de humedad-sequía. A partir de 1804 esta situación revirtió hasta que la agricultura se vio frenada por la estación fría de 1808 y la sequía de 1811. Las rebeliones sacudieron entonces los campos europeos, especialmente en los franceses, muy mermados por los excesos de las guerras coaligadas. Sin embargo, las fechas de 1812-1814 significaron un respiro para los cultivos, con unos frutos satisfactorios (Le Roy Ladurie, 2017, pp. 562-579).

La fecha de 1815 inauguró una sucesión de inviernos muy rigurosos -segunda HiperPEH- hasta 1860. Esto desencadenó una bajada masiva de los rendimientos en las cosechas de granos y patatas. El golpe de gracia lo dio el volcán indonesio Tambora (1815), cuya pantalla de polvo ocasionó temperaturas anómalamente bajas en verano e invierno y heladas frecuentes con el deterioro de las cosechas y tumultos de subsistencias. Por lo tanto, el frío y las lluvias cargadas de ceniza en 1817 dispararon el precio de los cereales y la carestía de los productos de primera necesidad (Le Roy Ladurie, 2017, pp. 582-599).

En cambio, todo mudó en la década de 1820-1830 cuando se encadenaron varias estaciones cálidas y proporcionales desde un punto de vista hídrico, lo que reportó grandes rendimientos agrícolas en el Mediterráneo occidental. Después, Europa padeció, por un lado, un ciclo de años muy fríos y húmedos que, hasta 1860, propició una constante inestabilidad económica y climática. Por el otro, fue escenario de diversas revueltas -en el seno de las revoluciones liberales y nacionales de 1830-1840- en Francia, Inglaterra, Prusia y Grecia (Le Roy Ladurie, 2017, pp. 600-678).

En España, según Alberola Romá (2014, pp. 230-248), se reprodujo la misma dinámica con situaciones de carestía, hambre y conflictividad desde la crisis finisecular del siglo XVIII. En suma, entre 1801-1806 se alternaron ciclos de gran sequía y humedad. No obstante, las cosechas de 1806-1807 fueron aceptables, pero desde la Guerra de Independencia -y el Tambora de por medio- la tendencia fue negativa hasta la década de 1820, cuando se alumbró una etapa de bonanza climática y agrícola.

2) Hechos políticos

Los acontecimientos políticos siguieron este mismo curso con el desmoronamiento del Antiguo Régimen, la Guerra de Independencia (1808-1814), la Restauración del Absolutismo (1814-1820), el Trienio Liberal (1820-1823) y la Década Ominosa (1823-1833). A pesar de venir de estos tiempos tan convulsos, el año de 1824 no albergó ningún estallido social fruto de una crisis frumentaria, pues la cosecha fue buena [ver Cuadro I]. Además, el orden se mantuvo con la presencia de 40,000 soldados franceses y los voluntarios realistas, encargados de depurar insurrecciones liberales, a las que la población era ajena por tener acceso a comida (Jean-Philippe, 2001, pp. 89-105). Así, como indica Díaz Marín (2003, pp. 54-55) las crisis de subsistencia no llegarían sino hasta mediados de siglo a causa de la oscilación de los precios, la carestía, la baja producción, las exportaciones, el acaparamiento o la especulación.

Cuadro I Resumen de los mejores y peores precios, en reales, por ciudades y cereales del temporal

Trigo
Precios más baratos Precios más caros
Ciudad Precio Temporal Ciudad Precio Temporal
Palencia 20 Seco-torm. Granada 78 Seco
Villada 23 Seco-torm. Vélez-Málaga 75 Seco
Vitoria 26 ¿? Antequera 74 Seco
- - - Málaga 74 Seco
Centeno
Precios más baratos Precios más caros
Ciudad Precio Temporal Ciudad Precio Temporal
Villada 15 Seco-torm. Torvizcón 44 Seco
Torrequemada 15 Seco-torm. Guadix 40 Seco
Palencia 16 Seco-torm. Lugo 40 Lluvias ab.
Estella 18 Seco Mondoñedo 40 Lluvias ab.
B. de Osma 18 Seco y frío Orense 40 Lluvias ab.
- - - Huesca 39 Seco
Maíz
Precios más baratos Precios más caros
Ciudad Precio Temporal Ciudad Precio Temporal
Tafalla 13 Seco Lugo 60 Lluvias ab.
Sangüesa 16 Seco Granada 48-50 Seco
Zaragoza 17 Seco Antequera 50 Seco
Cebada
Precios más baratos Precios más caros
Ciudad Precio Temporal Ciudad Precio Temporal
Murcia 13-15 Seco Mondoñedo 46 Lluvias ab.
Sangüesa 16 Seco Lugo 40 Lluvias ab.
Tudela 17 Seco Betanzos 38 Lluvias ab.
Estella 17 Seco - - -
Jornales
Más bajos Más altos
Ciudad Precio Temporal Ciudad Precio Temporal
Granada 4 Seco Toledo 11 Seco
Torre la Vega 4 - Solana 10-12 Seco y calor
Soncillo-Vezana 4 - - - -
Hornajo 4 - - - -
Ampuero 4 - - - -

Fuente: Elaboración propia con base en Mercurio de España, junio de 1824, pp. 174-176.

3) Agricultura y precios

En España el periodo de 1794-1820 destacó por las penurias agrícolas debido a las fluctuaciones, los contrastes regionales, las crisis de subsistencia y la economía de guerra. Por su parte, en 1820-1830 predominó el crecimiento de la población, la diversificación de los cultivos, la relativa abundancia de los comestibles y la bajada de los precios (Anes Álvarez, 1974, pp. 431-435; Llopis Agelán y Sotaca López, 2005, pp. 225-262). De hecho, Gallego Martínez (2005, pp. 280-283) concluyó que el rendimiento agrícola de estos años sostuvo el abastecimiento de las ciudades por la gran circulación interior y la prohibición y escasa competitividad del producto español en el mercado europeo. Pero ¿Cómo se traducía esto en la realidad tangible de los precios? En este sentido, invitamos a consultar el Cuadro II, donde, además de estar resumidos los precios medios por provincias y cereales del temporal, comparamos nuestras columnas de trigo y cebada con las medias históricas suministradas por Anes Álvarez en 1794-1808 (1974, pp. 485-501). La inferencia demuestra que este acervo supera o incluso dobla los costos de junio de 1824 en Granada, Toledo, Ciudad Real, Cuenca, Ávila, Segovia, Soria, Zamora o Palencia. Por ende, las familias españolas atravesaron un mes de alivio para la buchaca y el estómago.

Cuadro II. Resumen de los mejores o peores precios medios, en reales, por provincias y cereales del temporal; y comparación con las medias históricas de trigo (T*) y cebada (C*) de Anes Álvarez entre 1794-1808

Provincia Trigo T* Centeno Maíz Cebada C* Jornal Temporal
Málaga 70,3 92,5 0 36,9 25,0 36,3 9,0 Seco
Granada 66,9 87,5 36,0 36,1 24,0 40,8 6,0 Seco
Murcia 58,3 85,0 36,5 28,8 18,0 31,3 7,0 Seco
Toledo 55,0 90,0 37,0 0 27,0 45,0 6,5 Seco
Ciudad Real 57,1 90,0 33,2 0 22,0 35,5 9,0 Seco.Caluroso
Galicia 51,1 88,5 30,0 40,8 37,4 61,0 ¿? Lluvias ab.
Cuenca 49,5 91,5 29,5 26,5 27,0 40,3 5,0 Vario-viento
Aragón 44,6 60,0 37,9 20,2 23,5 28,4 6,0 Seco
Ávila 40,0 87,5 28,0 0 29,7 42,5 5,5 Seco y caluroso
Guipúzcoa 39,5 - 0 29,0 23,0 - ¿? Lluvioso
Santander 39,2 - 24,0 29,2 31,2 - 5,0 ¿?
Segovia 36,0 80,0 25,9 0 26,2 46,5 5,5 Seco
Soria 35,1 67,5 24,5 0 21,8 42,5 5,5 Seco y frío
Zamora 32,3 67,5 27,3 0 26,7 61,1 5,5 Caluroso
Álava 29,5 - 0 21,0 20,0 - 4,5 ¿?
Navarra 29,7 - 19,0 17,8 14,3 - 6,5 Seco
Palencia 26,1 65,0 17,3 0 18,8 35,4 7,0 Seco y torm.
Media 44,7 81,1 29,1 28,6 24,4 42,1 6,2 -

Fuente: Elaboración propia con base en Mercurio de España, junio de 1824, pp. 174-176 y Anes Álvarez (1974, pp. 485-501).

4) Cierre

El temporal del Mercurio como un indicador climático y económico nos ha permitido acotar las condiciones del mercado cerealístico español en la primera quincena de junio de 1824. Su diálogo con el contexto y su historiografía certifica una cotidianeidad marcada por una estabilidad climática, agrícola y social muy favorable para la alimentación de las familias más humildes. El papel periódico no hizo nada nuevo con esta sección, que reproducía el mismo patrón que el manejado por el periodismo económico, entre otras cosas, encargado de prestar un servicio funcional -comercialmente hablando- a los mercaderes y consumidores, como una tendencia común de la época.

De esta manera, el temporal recopiló las provincias o urbes con mercados, y con el tipo o precio de las fanegas castellanas vendidas en cada uno de ellos. Eso sin descuidar los jornales de los campesinos y el parte del tiempo. Sin embargo, ¿para qué sirve esto desde un punto de vista historiográfico? La respuesta sencilla sitúa el temporal como la punta de lanza de toda una serie numérica sobre los costes de los cereales durante siete años. En total, el Mercurio insertó en la Parte Literaria otras 87 secuencias -divididas en provincias y sin observaciones meteorológicas-, cuyos datos inéditos pueden dar forma a un gran índice de precios compatible con otras bases de datos o estudios interdisciplinarios. Ahora bien, el camino más complejo e interesante es el de la historia total.

Consideraciones finales

Una de las cosas más normales de un día cualquiera es ir a hacer la compra. Los ciudadanos de a pie salen diariamente para acudir al supermercado y abastecer la nevera. Hay quien adquiere comida para unas semanas, y otros que cogen suministros básicos y vuelven al poco. Por regla general todas las personas llevan una vigilancia celosa de su bolsillo al comprar, hasta el punto de visitar varias tiendas con tal de ahorrarse unos euros, seleccionando los productos más asequibles o aquellos que directamente cuentan con un coste más reducido en según qué sitio. El telediario, la radio, las redes sociales y el boca a boca nos bombardean constantemente con que los precios no dejan de crecer ante la galopante inflación. La guerra de Ucrania, la subida del salario mínimo interprofesional o los vaivenes meteorológicos extraordinarios son algunos de los argumentos más reiterados para una realidad que afecta, por ejemplo, a la harina, la leche, los huevos, la fruta o el aceite.

El temporal demuestra, una vez más, la vigencia de nuestro tiempo -en pleno Cambio Climático- con el pasado. Da cuenta de cómo la historia es cíclica y cómo hasta la sociedad mejor preparada en la producción y distribución de alimentos padece circunstancias similares a las de nuestros antepasados. Si ahora es difícil, mucho más lo fue para las sociedades preindustriales, tan sujetas a los arbitrios de las crisis agrícolas. Una temporada anómalamente fría, húmeda o seca podía arruinar toda una cosecha en el momento clave de la estación con efectos funestos. Empero, el temporal de junio de 1824 no era un indicio de un evento extremo; de hecho, todo lo contrario. Este caso fue un testimonio -aislado, aunque compatible con otros ejemplos- sobre lo cotidiano; sobre esas personas que, como nosotros, iban al mercado. Al igual que nuestros medios de comunicación nos informan de la subida o la bajada de los precios, la prensa económica del Antiguo Régimen hacía lo propio y con la misma finalidad, ser útil al usuario.

Los datos brutos del temporal están sistematizados en los Cuadros I y II. Con un vistazo rápido podemos ver los cereales más caros y baratos, cómo fluctuaban, dónde se vendían -junto al estipendio de los jornales- y qué condición meteorológica adversa o favorable les intervino. El papel que se le concedió al clima determinó la oscilación de los costes en según qué cereal y lugar. El trigo fue el producto que más se vio alterado por la meteorología frente a la cebada, esencialmente en Andalucía y Murcia por la sequedad; y en Galicia por unas “lluvias abundantes” con Zamora, Álava, Navarra y Palencia en contraposición. Además, también es muy interesante advertir cómo el nivel de los jornales iba en proporción al valor del mercado de la fanega castellana. Esto corrobora la necesidad de cruzar los datos disponibles y, en suma, realizar un ejercicio similar con los índices de otros autores.

La meteorología de la primera quincena de junio de 1824 creó un escenario de desigualdad para los comerciantes, clientes y labradores de las distintas plazas españolas; pues no todos podrían viajar por el interior de las provincias para economizar unos reales y que, aparte, el trayecto les resultara rentable. Mientras que unos pasarían algunas penurias, otros comerían holgadamente, aunque siempre con la incertidumbre de qué depararía el próximo mes. Ahora bien, a diferencia de la coyuntura de 1794-1820, aquí no había escasez de alimentos, ni precios desorbitados, conflictos sociales o hambre. Así, las familias pudieron estar tranquilas y con el estómago lleno gracias al contexto sociopolítico, el clima, los precios y el rendimiento agrícola.

En realidad, la verdadera cuestión no está en el carácter más o menos preponderante de la meteorología en los precios, sino en la visión que el Mercurio quiso dar de ello. La percepción del periódico recreó implícitamente esa impronta de convivencia con la naturaleza en la que el ser humano y sus sectores económicos dependían de las características ambientales y climáticas del entorno, y en la que la sociedad progresaría en el supuesto de controlarlas por medio del conocimiento científico y sus aplicaciones técnicas. El temporal reflejó entre líneas los desfases de ciertos grupos sociales a la hora de satisfacer un acceso y consumo jerarquizados de los víveres básicos de la dieta. En el lento discurrir de las formas de vida, este hecho es objeto de historia porque nos conduce a las actitudes colectivas ante la ausencia de pan, el uso de trigo en mal estado, el hambre, la carestía, el encarecimiento, el endeudamiento o la conflictividad social.

En palabras de Massimo Montanari (1993, pp. 11-25), la cultura es comida cuando se produce y se consume, por lo que el hambre y la abundancia, como sus ramificaciones, son parte de esa manifestación. Así, la alimentación “es una expresión material de un estado social determinado”, con un estilo de vida en “el que el rango ocupado en la sociedad y las opciones culturales de cada uno condicionan la relación con los productos de la tierra”. Por eso el Mercurio y sus “precios de los granos” son el primer paso -o deberían serlo- de un corpus estadístico, metódico y analítico con el que, acompañado de otras muchas fuentes, factores, datos, métodos, ciencias auxiliares y compañeros, insistir en las lecciones que nos guían hacia la historia total. En definitiva, entre las páginas del Mercurio se encuentran esas viejas trazas que, similares a las de nuestra sociedad, conformaron la cotidianeidad y sus formas culturales en un largo proceso en el que cada familia marchaba al mercado preocupada por los costos de los cereales y la delicada economía doméstica.

Archivos

AHN Archivo Histórico Nacional

Hemerografía

(4 de octubre de 1792). Agricultura. Correo Mercantil de España y sus Indias. Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional de España

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Notas

1 Dicha propuesta está financiada por la Subvención para la contratación de personal investigador de carácter predoctoral de la Comunitat Valenciana (ACIF 2020 / Exp. 172).

2 Si bien una cabecera era un bien de lujo que no estaba al alcance de todos por su costo, la disposición de dispensar tiempo o los niveles de alfabetización, el periodismo se expandió por las provincias españolas gracias a las capitales de provincia, la burguesía, la lectura colectiva y las redes de comunicación (Larriba, 2013, pp. 54-60).

3 Para saber más, véase: Berná, 2019, pp. 276-315; y Enciso Recio, 1957.

4 Una sección integrada por Nicasio Álvarez Cienfuegos en 1800 y destinada a ensayos técnicos y divulgativos de todos los ramos productivos y de disciplinas científicas.

5 Este desarrollo racionalizó los fenómenos atmosféricos para formular leyes explicativas con redes que emitieran registros diarios cuantificables (Guijarro, 2005, pp. 154-197). La prensa imprimió estas series con asiduidad tal y como ha demostrado Mas Galvañ (2017, pp. 209-227) con el vaciado de 31 cabeceras provinciales españolas durante el reinado de Carlos IV.

6 En ese marco, el Memorial Literario fue el ejemplo paradigmático que fijó el patrón que seguirían otros tantos de sus análogos, gracias al diario meteorológico mensual sobre el estado de la atmósfera de Madrid, Cádiz y Barcelona, el cual contó con la colaboración del doctor Francisco Salvá y Campillo (Alberola, 2015).

7 La problematización de la información reside en la ausencia de estudios similares; aparte de que los periódicos de 1824-1830 tampoco compartieron los formatos ni del Mercurio ni de su temporal. Esto implicaría implementar un método apropiado y de largo recorrido. Otra alternativa sería desarrollar redes de investigación interdisciplinarias para comparar esta clase de datos con otras fuentes empleadas en la historiografía. Para ello analizaremos la serie del temporal e iniciaremos un diálogo con su contexto e historiografía.

8 De ahí nuestra voluntad de reivindicar la consulta de otras fuentes diferentes a libros de cuentas, registros, diezmos, tercias o mercuriales y, así, confirmar la utilidad del Mercurio.

9 ¿Qué alcance tuvo la impresión de esta sección? ¿Quién tenía acceso? ¿Había lecturas colectivas de personas con conocimientos e intereses comerciales que estuvieran interesadas en escuchar largas columnas de precios? En efecto. El 9 de febrero de 1826 remitieron a Peñalver la lista de suscriptores de 1825, encabezada principalmente por 66 ayuntamientos -entre ellos las capitales de provincia-, donde se indicaba que sus funcionarios y “los vecinos de mejor calidad” se reunían para leer y debatir el Mercurio. Este apartado -con o sin carga meteorológica- sirvió para manejar sus negocios. Archivo Histórico Nacional [AHN], legajo 11.302, expediente 21.

10 Este trabajo es un caso de estudio cuyo alcance llega hasta el temporal, a pesar de existir toda una serie de datos de precios en el Mercurio. Esto es así porque lo contrario supondría extralimitarnos en nuestro objetivo.

11 La Pequeña Edad del Hielo fue un fenómeno de enfriamiento climático que tuvo su fase más álgida en la Edad Moderna, y cuyos impactos se dejaron sentir especialmente en la agricultura (Alberola Romá, 2014, pp. 43-46; y Le Roy Ladurie, 2017, pp. 15-20).

12 El temporal supondría un trabajo añadido, en un momento de constantes retrasos, y un sobrecoste innecesario. Lo más práctico era publicar la tasación de la fanega castellana en las distintas plazas españolas, cuyas causas de oscilación poco importarían a los consumidores, ajustados a la economía de sus bolsillos.

13 La fanega castellana fue una cantidad estipulada en 12 celemines, es decir, un recipiente de 55,5 litros. La fanega castellana aspiró a crear un patrón común frente a la gran diversidad metrológica de los territorios españoles (Bringas, 2005).

14 ¿Por qué el Mercurio seleccionó estas provincias y localidades? ¿Por qué faltaron ubicaciones como Madrid, Cádiz, Sevilla, Barcelona o Mallorca? Como periódico oficial no creemos que tuviera lagunas de información, por eso hipotetizamos que el Mercurio cubrió aquellas zonas que no tenían ni prensa ni temporales.

15 El temporal recogió la tendencia de los productos sembrados en la tierra a partir de la meteorología de las provincias, aunque sin distinguir si eran de irrigación o secano. El trigo era el cereal más codiciado del mercado cerealístico español y el más demandado para conformar la dieta. Este producto dependía de los suelos con un buen nivel de drenaje, de las temperaturas y humedades moderadas en otoño e invierno. El centeno es una planta forrajera cuyo grano también puede destinarse para hacer harina o destilar bebidas alcohólicas. Este cultivo de invierno es resistente a las tierras áridas y secas, y repele bien el frío, lo que lo situaba como opción preferente durante las crisis trigueras. El Zea mays es un tipo de cultivo que se recoge entre marzo y agosto, por lo que la sequedad -siempre que no sea pertinaz- le es favorable, pero las lluvias abundantes merman sus granos y lo encarecen. La cebada fue el cereal más barato de todos y el que, por lógica, más consumirían las clases populares. Este se caracteriza por adaptarse bien en tierras menos fértiles y por aguantar las estaciones frías, pues se trata de un cultivo proclive a zonas de secano y que depende de unas estaciones lluviosas moderadas.

16 Siempre en reales.