Anteojos y su disponibilidad en la Ciudad de México durante el porfiriato

Eyeglasses and their Availability in Mexico City during the Porfiriato

José Roberto Peralta Rodríguez
Instituto Politécnico Nacional

Licencia Creative Commons
Anteojos y su disponibilidad en la Ciudad de México durante el porfiriato por José Roberto Peralta Rodríguez se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0 Internacional.

Fecha de recepción: 11 de septiembre de 2018

Fecha de aprobación: 29 de enero de 2020

RESUMEN: El objetivo del presente estudio fue reconocer a los prescriptores de anteojos, su procedencia y manera de atención hacia la sociedad citadina mexicana, así como la diversidad de modelos, origen y disponibilidad de este recurso de ayuda visual, aspecto hasta ahora abordado. El personal dedicado fueron los “ópticos”, de nacionalidad extranjera que atendían en espacio físico independiente y algunos por tiempo limitado. La variedad de anteojos oftálmicos era reducida y por sus características eran de tipo ordinario y en menor proporción refinado, la minoría exhibía lentes obscuros y se ofertaban en establecimientos públicos denominados “mercerías”; otro tipo fue el de protección, todos de origen extranjero. El uso de anteojos se circunscribía a sujetos que requerían excelente agudeza visual y protección para realizar sus actividades, y capacidad económica para su adquisición.

Palabras clave: Anteojos, ópticos, lentes, porfiriato, siglos XIX-XX.

ABSTRACT: The objective of this study was to analyze the role of prescribers of eyeglasses in 19th- and 20th-century Mexico City, their origins, and how they attended the city’s residents. It addresses little-studied aspects of this visual aid resource like the diversity of models, their origins, and availability. The personnel devoted to this trade were “opticians” of foreign nationality who received clients in independent physical spaces, some for only short periods. The variety of ophthalmic spectacles available was limited, and their characteristics show mostly ordinary types with few more refined prescriptions. In addition, limited models of dark lenses were offered in public establishments called “haberdasheries”. Another type was protective eyewear, but all were of foreign origin. The use of glasses was limited to people who required excellent visual acuity and protection to carry out their activities and had the economic capacity to purchase them.

Keywords: Eyeglasses, optics, lenses, Porfiriato, 19th-20th centuries.

Introducción1

La confrontación del ser humano con su entorno lo ha conducido a la fabricación de enseres con el propósito de sobrevivir, mejorar el desempeño de sus actividades y escudriñar la causa de los fenómenos de la naturaleza. Inicialmente, la elaboración de utensilios no consideraba principios de tipo físico, químico o biológico; específicamente con el tiempo se mejoró el proceso de producción de vidrio y lentes y, con ello, la calidad para su uso oftálmico y en instrumentos de observación como sextantes, telescopios y microscopios, entre otros. También se progresó en la elaboración de los soportes, esto hizo los anteojos más cómodos.

Diversos estudios se han realizado referente a la existencia, distribución, procedencia y comercialización de artículos importados o procesados industrialmente en México; sin embargo, se dejó de lado los anteojos, que paulatinamente pasaron a ser de uso cotidiano por una parte de la sociedad para mejorar su calidad de vida. El acercamiento a este aspecto resulta importante porque forma parte de los antecedentes del desarrollo de la industria de fabricación de armazones oftálmicos en nuestro país, presente al menos, a partir de la segunda mitad del siglo XX y, asimismo, del entorno preexistente al establecimiento de la profesión optométrica, como actividad profesional dedicada a preservar la salud visual. Esta ocupación inicialmente, como muchas otras, tuvo su etapa mercantil innegable y carente de formalidad académica, en particular, fue semejante tanto en países europeos y americanos, sin embargo, dicho enfoque fue abandonado cuando las instituciones educativas se preocuparon por avalar la formación científico-técnica de esta actividad, como experto en la recomendación de medios de rehabilitación visual.

Por todo lo anterior, se hace necesario reconocer los elementos que conformen el contexto en que se inició esta actividad profesional, por ello, el propósito del presente trabajo es dar a conocer la procedencia de los anteojos usados por la sociedad mexicana en la época porfirista y su forma de distribución y disponibilidad en la Ciudad de México. Los objetivos fueron: a) Con base en particularidades de los modelos de anteojos empleados en la población citadina referida, determinar su origen de producción y la actividad de sus usuarios con el fin de dilucidar el sector de la población que tenía posibilidad de su adquisición; b) Identificar los sitios de transacción de estos aditamentos y las características del personal que realizaba esta labor. Para conseguir el primer objetivo, se analizaron imágenes fotográficas de usuarios de anteojos pertenecientes a los acervos de la Fototeca del Instituto Nacional de Antropología e Historia y del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y Educación de la UNAM. Para determinar la correspondencia de esos modelos con los europeos y estadounidenses, se analizaron particularidades de los anteojos como la forma, elementos de fijación y coloración de las lentes, lo que se cotejó con modelos de la época registrados en catálogos. Para el segundo objetivo se consultó el Fondo de Ayuntamiento y Administración de Rentas Municipales del Archivo Histórico de la Ciudad de México y del Archivo General de la Nación, periódicos de la época localizados en la Hemeroteca Nacional Digital, para determinar la existencia de los sitios de distribución de anteojos y personal dedicado a ello. Para precisar su ubicación se utilizó el Mapa Perimetral Central de la Ciudad de México de Julio Popper.

Influencia europea en la Ciudad de México

Al consumarse la independencia de México, el país se convirtió nuevamente en sitio de interés comercial, sin embargo, para que esto fuera ventajoso, se hizo necesario establecer condiciones tributarias y legislativas y superar conflictos suscitados por las invasiones francesa y estadounidense, ocurridas durante los treinta años después de la proclamación como nación independiente.

La actividad mercantil británica se expandió paulatinamente, a partir de 1820 reexportaba artículos europeos que también llegaban a Estados Unidos (Alatriste 2011, 26-37), mediante la marina mercante, de guerra y postal. Once años después, se encontraban establecidas veinte casas de importación en diversas regiones del país incluida la Ciudad de México. Francia comerciaba con México desde antes de su independencia en forma indirecta a través de Cádiz; en 1827, los productos enviados eran: porcelana, cristalería, mercería y telas originarias de París; de Ruán provenían sedas, algodón estampado, artículos de lujo, talabartería y carrocería. Naves francesas transportaban artículos como baratijas (bujería) de vidrio de Venecia, y juguetes, tijeras, dedales y otros objetos de hierro colado, cobre, plomo, zinc y hoja de lata. Los alemanes comercializaban manufacturas europeas y se especializaban en importar sus productos de ferretería, mercería, bisutería y fármacos. El volumen de productos estadounidenses exportados a México era mínimo en comparación con los procedentes de Inglaterra, Francia, Alemania y Bélgica que alcanzaban el 85% del volumen total (Novo 1974, 115-129).

Aunado a la comercialización de variados artículos extranjeros en nuestro país, se suscitó el advenimiento de empresarios que negociaban con autoridades mexicanas la instalación de diversas industrias como la telefónica, eléctrica y ferroviaria y, asimismo, obreros calificados, representantes mercantiles, pequeños comerciantes, funcionarios bancarios y corredores de bolsa en busca de instalar y ampliar su actividad, que muy probablemente eran usuarios de anteojos y que en un momento dado tuvieron que ser sustituidos por rotura o pérdida. En 1843 residían 2,000 franceses y, en número menor, ingleses y alemanes, algunos establecieron desde 1840 comercios de joyería, relojería, comida, alta costura y grabado en calles aledañas al centro de la ciudad, años después instauraron grandes almacenes comerciales en los que se ofrecía amplia variedad de artículos, entre ellos los anteojos (Ibarra 1998, 126-128).

Al final del siglo XIX y principios del XX, la población de la capital estaba conformada entre 300,000 y 471,000 habitantes (Barbosa 2008, 7, 112). Un reducido grupo tenía el poder económico y mantenía un estilo de vida europeizado, que se manifestaba en la vestimenta y consumo de alimentos y bebidas de origen francés, alemán, inglés e italiano. Las residencias de comerciantes, funcionarios, banqueros e industriales mostraban la arquitectura francesa de vanguardia y, asimismo, el mobiliario y los enseres. En forma particular, entre los artículos personales utilizados por la aristocracia se encontraban monóculos, anteojos, abanicos con monóculo incluidos, binoculares elegantemente decorados, provenientes del extranjero (El Sol, 26 de marzo de 1826, 1,143; Dublán y Lozano 1845, 59, 61).

Anteojos empleados en la Ciudad de México y procedencia

Con el objeto de identificar modelos de anteojos utilizados por la sociedad mexicana de fines del siglo XIX y principios del XX, y su posible origen de fabricación, se analizaron 15 fotografías en blanco y negro de los acervos mencionados y tres representaciones pictóricas. En éstas aparecen veintinueve usuarios. Se revisó la forma del aro de los anteojos que circunscribe las lentes, los elementos de unión entre los dos aros (puente) y los soportes laterales que los fijan hacia los pabellones auriculares (varillas); adicionado a lo anterior se consideró la coloración de las lentes. Con los parámetros mencionados se procedió a cotejar sus características con los de origen europeo y estadounidense que se muestran en catálogos y estimar su posible origen de producción.

Las imágenes estudiadas correspondieron al periodo entre los años de 1869 a 1926, tres correspondieron al periodo entre 1869 y 1900, quince de los años entre 1900 y 1926. En éstas se muestran a 28 sujetos del género masculino y uno femenino; se dedujo por la identificación personal y pies de figura las actividades desempeñadas por los usuarios: política (seis), medicina (dos), abogacía (cinco), músico (uno), milicia (siete), periodismo (tres) y hacendados (cuatro).

Del total, veinticinco usaba anteojos que podrían padecer problemas de refracción; cuatro los empleaban como protección para el viento y polvo, se denominan goggles; de los primeros, veintiuno tenían lentes incoloros, dos al parecer coloreados tenuemente y 3 obscuros (un mismo usuario aparece en diferentes fotografías con lentes incoloros y con color); es de suponerse que las lentes de los goggles eran incoloras. Con respecto a la forma del aro o perímetro del lente, era la siguiente:

Forma del aro Número
Circular* 8
Oval 10
Ligeramente oval 10
Octagonal 1

*Cuatro de protección.

Figura 1. Fragmento de fotografía que muestra a dos periodistas con anteojos sin aro, de tipo refinado, con lentes incoloros (primera fila inferior a la izquierda) y con lentes obscuros

Fuente: Fototeca Nacional del INAH 276192.

Sin considerar a los anteojos de protección, dieciocho fueron de metal, uno al parecer era de carey, cuatro carecían de aro, y en dos imágenes no fue posible determinarlo, debido a la posición de la cabeza al momento de la toma fotográfica y por falta de nitidez de la imagen. De los cuatro modelos sin aro, uno corresponde a la variante con varillas laterales que se fijan directamente al lente y tres al tipo denominado Pince-nez, carente de soportes laterales.

Figura 2. Fragmento de imagen fotográfica del abogado Ezequiel Chávez, que muestra la variante de anteojo Prince-nez, de origen europeo

Fuente: IISUE UNAM EACh-00138.

En relación con la pieza que une los dos aros, denominada “puente”, se presentan las variantes en el siguiente dibujo (véase figura 3). La modalidad “A” se encontró en 16 anteojos, aunque uno es de mayor convexidad, la “B” y “C” también en uno respectivamente; todos los modelos se apoyan en el dorso de la nariz.

Figura 3. Representación de las variantes en la forma del puente. La B se denomina “crank” que correspondió al usuario de 1872 y la variante C a otro en 1869

Los cuatro restantes correspondieron al modelo “Prince-nez”, que al colocarse en la nariz, el puente adquiere forma particular por el desplazamiento del borde interno de los aros al presionarla, uno con aro al parecer de carey, otro con aro de metal que en el borde externo del aro izquierdo se reconoció un pequeño anillo ocupado por un cordel que servía para fijar el anteojo a la prenda de vestir para evitar su caída y dos sin aro (un mismo personaje poseía uno con lentes incoloros y otro obscuro). El elemento adicional, las “varillas”, que van de los bordes externos del aro hacia la oreja podría ser de forma rectilínea o curveada para colocarse atrás del pabellón auricular. La determinación de las particularidades de este elemento en las imágenes no fue posible debido a la posición de los usuarios al momento de la fotografía, sólo en una se aprecia la porción final, de forma semicircular o de gancho. En relación con los googles, se identificó a cuatro usuarios, militares en campaña probablemente artilleros o conductores de automóviles, se reconocen de forma circular y al parecer un borde metálico; las fotografías no aportan información respecto al material.

Figura 4. Fotografía de militares federales, dos de ellos con goggles o anteojos de protección de piel o gamuza, el restante con anteojo ordinario de metal (en primer plano) que apoya directamente sobre el dorso de la nariz

Fuente: Fototeca Nacional del INAH 36700.

Desde la aparición de los anteojos, los aros fueron de forma circular, sin embargo, a partir del siglo XIX, los modelos tendieron hacia el diseño oval, rectangular u octagonal (Van Eijk 2005, 94-97; Lipow 2011, 54, 55, 60); para la segunda parte de este siglo se consideraba que la forma del armazón se correlacionaba con el defecto de refracción. Para el caso del análisis realizado, los anteojos más comúnmente empleados en la Ciudad de México fueron circulares y ovales (véase figura 5). La modalidad octagonal es una variante de la oval, ambas permitirían mayor amplitud de visión lateral, lo que el aro redondo restringía, aunque para la época la forma oval era más una moda que una necesidad (Powell 1849, 150-151). Una particularidad del modelo octagonal es el puente en forma de “X” elongada horizontalmente, lo que caracteriza al anteojo como un modelo diseñado por el alemán Isaac Schnaitman que emigró a Estados Unidos antes de 1848 (Rosenthal 1996, 51), donde también fue fabricado.

Figura 5. Fotografía que muestra a cuatro usuarios de anteojos, en la fila inferior a la derecha con modelo de anteojo refinado, únicamente con porciones de metal en el puente y varillas muy delgadas, los restantes son ordinario con aro de metal

Fuente: IISUE UNAM Archivo Gildardo y Octavio Magaña Cerda Caja 11G Doc. 0582 GMC_00582.

En el siglo XIX, los anteojos eran fabricados a mano y uno por uno, el metal utilizado era el acero, bronce, plata, níquel, oro y aleaciones de cobre, zinc y níquel; llegaron a fabricarse de carey, como en el siglo XVII, para que fueran más ligeros aunque eran frágiles. El metal se cortaba y moldeaba para posteriormente desbastar porciones rugosas y una vez lisas, se unían sus piezas mediante soldadura, para después colocar las lentes; a partir de 1860 el proceso de fabricación fue semiautomático lo que permitió aumentar la producción de piezas en menor tiempo (McBrayer 2012, 1-17; Still 1945, 18)).

Los modelos denominados Prince-nez, de origen francés, fueron utilizados a partir de 1840 y se popularizaron para fines del siglo XIX; se produjeron diversos modelos y los identificados en este trabajo fueron tres variantes: con aro de carey, de metal y sin aro (Van Eijk 2005, 102, 103, 109), aunque sus variantes de las plaquetas, soporte que apoya sobre los lados de la nariz, no pudieron reconocerse en las imágenes fotográficas analizadas.

Con respecto a los goggles, fueron fabricados desde el último tercio del siglo XIX, su diseño y producción partió de la necesidad de implementar aditamentos para proteger del aire y polvo al aparato visual de automovilistas y aviadores, asimismo formaron parte del equipo utilizado por militares, artilleros, conductores de autotransportes y se encontraban incorporados a las mascarillas antigases empleadas en la primera guerra mundial. Se fabricaron diversos modelos desde muy sencillos hasta complejos y de diferente acabado. Al parecer los que muestran las fotografías analizadas pudieron ser de piel o gamuza, debieron contar con un soporte de forma cónica y truncada de metal, en uno de sus extremos se colocaban placas de vidrio circular (Rosenthal 1996, 228); es muy probable que la instancia militar proporcionara estos elementos al asignar al personal a tareas específicas.

Como antecedente, desde la época colonial, vidrieros novohispanos elaboraban anteojos en la Ciudad de México, aunque también provenían de España (Peralta 2005, 15); el establecimiento de sitios de colonización inglesa en el siglo XVIII al norte del país propició la mercantilización de estos artículos, aun posterior a la época independentista. Por otra parte se tiene conocimiento de que en 1783 se comercializaban estos artículos en el estado de Filadelfia, Estados Unidos; previamente a 1833, un joyero estadounidense los importaba y en este año se estableció en Massachusetts la industria que produciría anteojos (Optical 1920,157; Whitney 2008, 2; Young 2007, 19). La procedencia de anteojos comercializados en nuestro país en el siglo XIX era extranjera, muy probablemente de origen inglés puesto que para la época el tráfico comercial con este país era intenso y la industria en este rubro era relevante y enriquecida con la experiencia alemana, aunque algunos eran de procedencia francesa (Rosenthal 1996, 41-44, 494); no se descarta que algunos fueran estadounidenses puesto que los primeros fueron tomados como modelos por imitar.

En relación con la producción de las lentes en nuestro país, éstas se hacían durante la Colonia por vidrieros especializados denominados “Maestro de hacer antoxos y otras cosas de carey” o “Graduador de vidrios” (AGNot 1652 núm. 376, AGN Matrimonios, vol. 82, exp. 99, ff. 432-436). Para mediados del siglo XIX existían varias fábricas productoras de vidrio en la periferia de la Ciudad de México, en 1856 existían dos fábricas de vidrio (Cosío 1955, 88) y, desde 1883, once sitios comercializadores de cristales ubicados en el centro. Cercanas a esta ciudad se encontraban las de Texcoco y Puebla. En 1848 se producían cristales ópticos por italianos establecidos en la última (Álvarez 1969, 32), aunque se desconoce el costo comercial de éstos; promocionales editados en periódicos de 1878 de la Ciudad de México referían el uso de cristal de roca de Bohemia procedente de Brasil, el costo del par era de 20 reales (moneda de plata) lo que equivalía a 40 pesos (El Monitor Republicano, 29 de marzo de 1888, 4), y se promovía que los que no tuvieran este material perjudicarían la visión (El Monitor Republicano, 4 de agosto de 1878, 4). Para tener idea de lo significativo del costo en relación con el ingreso económico mensual laboral, es necesario comentar que el salario mínimo para la zona centro del país era de 26 centavos diarios, lo que correspondía a siete pesos con ochenta centavos al mes; estudios económicos han estimado que el 60 % del este sueldo se destinaba al rubro de alimentación, el resto se dedicaba al pago de vivienda y vestido. Otro grupo de trabajadores ganaba 25 pesos mensuales y gastaba el mismo porcentaje del sueldo en alimentación, en tanto un ingeniero percibía 125 pesos mensuales y un directivo de Administración Pública, 333 pesos en el mismo lapso. Para los dos últimos, el ingreso permitía el consumo variado de alimentos, ahorrar o adquirir otros productos (Quiroz 2013, 125-131), por lo que tenían más posibilidad de comprar anteojos. No obstante, un promocional de los Ópticos de King del año de 1905 ofrecía anteojos y lentes desde dos pesos con noventa y cinco centavos hasta veinticinco pesos (Fototeca Nacional del INAH 164060), el importe tiene diferencia de veintisiete años y podría pensarse que el proceso de producción tanto de anteojos como de lentes se había tecnificado, lo que disminuía costos de producción, por tanto, su adquisición era más factible, sin embargo, es conveniente mencionar que aunque haya disminuido el precio, para inicios del siglo XX, se esperaría que su uso fuera mayor, no obstante, la población era cercana a 471,000 habitantes (Morales 1974, 81) en 1910, y en once años incrementó a 615,367, con la particularidad de que exhibía gran diferencia en el aspecto de instrucción educativa básica y profesional, aunado a que un sector considerable realizaba actividades como obreros, artesanos, agricultores que atravesaba por situaciones de pobreza, y que, probablemente, algunos no distinguían la buena visión de la mala, por lo que no existía demanda de lentes.

En relación con el uso de lentes obscuros, este tipo ya se empleaba en la Nueva España, documentos de Sigüenza y Góngora dan cuenta de ello, aunque su producción estaba supeditada a las impurezas del material vítreo empleado para la elaboración de vidrio (Peralta 2005, 7-44). Muy probable es que las lentes identificadas en este trabajo fueran de procedencia extranjera, ya que hasta el momento no se tiene información de la producción de este tipo en nuestro país.

Sitios de distribución de anteojos

En la Ciudad de México, desde 1652, existían vidrieros que producían y comercializaban anteojos sin intermediarios y hasta el momento se reconoce un establecimiento comercial destinado a esto, ubicado en la calle de la Acequia Real que corresponde actualmente a la calle 16 de Septiembre, específicamente, ubicado entre las calles que ahora son el Eje Central Lázaro Cárdenas y 5 de Febrero (Peralta 2012, 35-39). Ya en la segunda mitad del siglo XIX, los anteojos y artículos de óptica se comercializaban en establecimientos denominados “mercerías”, junto con juguetes, joyería, relojería y diversidad de artículos. A partir del análisis del mapa comercial de la Ciudad de México de Julio Popper, de 1883, existían veintitrés mercerías, quince de origen extranjero y ocho nacionales. Para 1848, los sitios en donde se ofrecían anteojos estaban en calles ubicadas al poniente del Zócalo, específicamente, en las calles de Cinco de Mayo, Plateros, San Francisco, Espíritu Santo e Independencia. En algunos estados de la república mexicana, los anteojos también se comercializaban en relojerías y joyerías.

Los que prestaban el servicio se autodenominaban “ópticos”, particularmente, en la Ciudad de México el número de ellos era reducido, su presencia se difundía en periódicos de la época y los identificados hasta el momento era Calpini en 1867 (La Iberia, 24 de diciembre de 1867), M. Lasozzet en 1878 (El Monitor, 1 de agosto de 1878), Julio Favre, Arminio White en 1883, Segismundo Klein en 1896 (El Nacional, 10 de octubre de 1896, 3) y Ópticos de King en 1891 (El Nacional, 1 de octubre de 1891, 4), los cinco primeros de origen europeo y el restante, estadounidense. De la mayoría se desconoce su formación académica, aunque Klein tal vez la tuvo, puesto que para 1909 existía una escuela de óptica en Mainz, Alemania (Agarwal 2003, 44-45). Es probable que la mayoría contaba con experiencia comercial y habilidad empírica en la elaboración de lentes, adquirida como aprendiz junto con una persona diestra como tutor, sin que éste tuviera formación escolarizada, a la usanza gremial iniciada en la Edad Media y que tendió a desaparecer previamente a la Revolución Industrial (Hoogenboom et al. 2018, 255-291). La razón comercial de Ópticos King era de origen estadounidense y quienes prestaban el servicio carecían de formación escolarizada en este ramo, ya que la capacitación formal surgió, en ese país, en el primer decenio del siglo XX (Hirsch y Wick 1968, 167; Greeg 1984, 7). Por la información que proporciona el desplegado publicitario, la atención que ofrecían era en despachos u oficinas independientes de sitios comerciales, excepto Ópticos King que lo hacían en una o en todas las mercerías de Max A. Phillips, también de procedencia estadounidense, el alemán Klein ofrecía sus servicios en el Hotel Guardiola, que se encontraba en la plaza del mismo nombre, ahí acudía el presidente Porfirio Díaz, arzobispos de las ciudades de México y León, el gobernador del estado de Guanajuato y el subdirector de la Academia de Medicina de México (El Nacional, 1 de octubre de 1896, 3) (véase figura 6). Otra forma de difundir el uso de anteojos fue mediante comerciantes que recorrían parte de la república ofertándolos como el caso de I. Gluck y Francisco M. Roth (Gómez 1940, 15, 16); al menos en la Ciudad de México existían once establecimientos de este tipo en donde se ofrecían los aditamentos referidos. Los años en que estos comercios ofertaban anteojos coinciden con parte del periodo del gobierno porfirista; administración que se propuso entre 1876 y 1905 el reconocimiento diplomático y la consolidación de la inversión económica europea y estadounidense en nuestro país, ya que en años previos la lucha por restaurar la República generó decaimiento de la economía nacional; sin embargo, más tarde, se generaría rivalidad económica entre inversionistas extranjeros a lo que se sumarían conflictos nacionales que conducirían al movimiento revolucionario (Lajous 2010, 13-47).

Figura 6. Apartado publicitario periodístico que difundía la presencia de un óptico de origen alemán que ofrecía sus servicios, por breve temporada, en el Hotel Guardiola, uno de los hoteles de prestigio de la Ciudad de México

Fuente: El Nacional 1896.

Para el siglo XX, específicamente, a partir de los primeros veinticinco años, los anteojos se comercializaban en establecimientos ya denominados “Ópticas”, entre 1930 y 1938 existían al menos nueve (Alvarado 1989, 6-7; Directorio 1932, 35) ubicadas, como en el siglo anterior, en lo que hoy es el Centro Histórico de la Ciudad de México. La mayor parte de estos sitios comerciales eran atendidos por personal sin capacitación específica y formal, organizados en una Asociación de Ópticos que se estableció a partir de 1940. La formación de profesionales por la instancia educativa formal en la Ciudad de México se instauró hasta 1950, tres años después egresaron los primeros optometristas.

Conclusiones

La documentación analizada permite deducir que la distribución comercial de productos foráneos en la Ciudad de México estuvo destinada a cubrir necesidades de inmigrantes y nacionales que adoptaban una forma de vida particular, entre estos artículos se encontraban los anteojos, comercializados en “mercerías” junto con diverso objetos, ubicados en el centro de la ciudad; la orientación respecto al uso de los anteojos estuvo a cargo de “ópticos” de origen extranjero, quizás con formación académica, que atendían en un bufete o estudio de ubicación céntrica y muy pocos en el mismo sitio de la mercería, otros debido a que llegaban a la capital mexicana por poco tiempo, lo hacían en espacios de algún hotel de prestigio.

Los modelos de anteojos empleados eran de procedencia europea y estadounidense, quizás los últimos fueron imitación de los primeros. El arquetipo destinado a mejorar la capacidad visual derivaba de la circular y sus elementos de soporte o fijación hacia el rostro del sujeto carecían de tecnificación; el material con el que se fabricaban era el metal de diverso tipo e inclusive aleaciones. Las modelos existentes podrían catalogarse en dos grupos: ordinario y refinado, estos últimos tendientes a ser más ligeros y asimismo cómodos; la coloración de las lentes era tenue o inexistente, muy pocos empleaban la tonalidad obscura. Los lentes de protección, goggles, fueron otra variedad de anteojos empleados por militares en campaña y dedicados a la conducción de automóviles o de artillería. La mayoría de los usuarios de estos aditamentos realizaban actividades que demandaban excelente agudeza visual como los militares, su vida dependía de ellos; y aquellos dedicados a la lectura de documentos como políticos y abogados. El uso de anteojos estaba también supeditado a la situación económica, a pesar de la variedad de precios.

Archivos

Archivo General de Notarias (AGNot).

Archivo General de la Nación de México (AGN).

Archivo Fotográfico del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación (IIUSE UNAM).

Fototeca Nacional del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH)

Periódicos

La Iberia

El Monitor Republicano

El Nacional

El Sol

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Notas

Instituto Politécnico Nacional, Sección de Estudios de Posgrado e Investigación de la Escuela Superior de Medicina del Instituto Politécnico Nacional. El presente documento forma parte del proyecto número de registro 20161159 apoyado económicamente por la Secretaría de Investigación y Posgrado