Pensar la historia, cambiar el mundo. Los camaradas y su revista: Historia y Sociedad (1965-1970)
Think History, Change the World. Comrades and their Journal: Historia y Sociedad (1965-1970)
Carlos Alberto Ríos Gordillo
Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Azcapotzalco, Departamento de Sociología
car@azc.uam.mx
Fecha de recepción: 17 de septiembre de 2019
Fecha de aprobación: 18 de febrero de 2020
RESUMEN: En las revistas acontece la marcha de las ideas: las concepciones teóricas y científicas viajan de una cultura a otra, de un continente a otro, así como lo hacen de una a otra época. Éste el caso de la revista de los comunistas mexicanos, Historia y Sociedad, cuya primera época (1965-1970) es un esfuerzo por concebir a México y América Latina como sujetos de estudio de la teoría marxista, así como frente de batalla en la lucha antimperialista. Aquí se estudia la configuración de un campo de transferencia entre los países socialistas y América Latina, vía Historia y Sociedad, al igual que el proyecto, fundamentalmente teórico, dedicado tanto al estudio de México y América Latina en clave materialista, como a la cuestión soviética y los movimientos de la nueva izquierda. La revista no es mera propaganda ni su perfil soviético es rasgo de absoluta dependencia, ideológica, cultural e intelectual. Todo lo contrario, aprovechó su relación con los partidos comunistas al articular una red de alianzas con el objetivo de configurar, en México, una corriente latinoamericana de marxismo crítico.
Palabras clave: Historia y Sociedad, revistas, marxismo, Partido Comunista Mexicano, historia intelectual.
ABSTRACT: Journals are sites for the march of ideas, allowing theoretical and scientific concepts to travel from one culture to another, one continent to another, and even one historical period to the next. This is the case of the journal published by Mexican communists entitled Historia y Sociedad. In its first phase (1965-1970), it reflected efforts to conceive Mexico and Latin America as subjects of study for Marxist theory and as a battlefront in the anti-imperialist struggle. This article analyzes the configuration of a field of transfer between socialist nations and Latin America through Historia y Sociedad, and a -fundamentally theoretical- project devoted to studying Mexico and Latin America from a materialist perspective, the Soviet question, and movements of the so-called New Left. The journal was not a simple propaganda vehicle and, although its profile was clearly pro-Soviet, its content does not indicate any absolute, ideological, cultural, or intellectual dependence. To the contrary, it took advantage of its relations with communist parties to articulate a network of alliances that sought to configure a Latin American current of critical Marxism from Mexico.
Keywords: Historia y Sociedad, journals, Marxism, Mexican Communist Party, intellectual history.
Introducción
Las revistas son polos de confluencia e irradiación de proyectos científicos, intelectuales y políticos, cuya importancia en el pensamiento social ha sido, en ocasiones, fundacional. Annales d’Histoire Économique et Sociale o L’année sociologique son la piedra de toque de la corriente historiográfica de Annales y de la escuela durkheimiana en la sociología; mientras que Past and Present, New Left Review, Review y Subaltern Studies son la expresión de la “historia desde abajo”, la perspectiva del análisis de los sistemas-mundo y los estudios subalternos, cuya impronta en la historia, la sociología y la ciencia política es de gran envergadura. Así, las revistas se convierten en escuelas o corrientes de pensamiento, en expresión de una institución o en la de un grupo, pues, su posición en el campo de conocimiento transmite la energía intelectual y regula las reglas del juego, al vincular en torno de sí tanto a las disciplinas como a sus científicos.
Éste el caso de la revista de los comunistas mexicanos, Historia y Sociedad, cuya primera época (1965-1970) inaugura un esfuerzo: la reflexión teórica y científica del marxismo en América Latina, a partir de la colaboración entre investigadores de los países socialistas y del resto de Europa, con los de Estados Unidos, Canadá y América Latina, años antes que otras revistas de su tipo: Coyoacán, Cuadernos Políticos, Punto Crítico, Estrategia, Cuadernos Agrarios, Palos de la Crítica, El Machete o El Buscón, por citar sólo algunas y en el ámbito mexicano. El comité de redacción, sus colaboradores y consejeros (cohesionados internamente por cuestiones ideológicas, académicas, étnicas o sentimentales) jugaron un papel determinante en la configuración de un campo de transferencia intelectual y político, que giraba en torno de la experiencia organizativa de los partidos comunistas. Así, los camaradas hicieron circular en México métodos, conceptos, debates e interpretaciones sobre la historia y la sociedad contemporánea provenientes de distintas latitudes, haciendo frente a condiciones adversas: la ilegalidad del Partido Comunista Mexicano (PCM), la vigilancia parapolicíaca y la persecución política del régimen, las precariedades materiales para editar y publicar la revista, la salida del país de sus miembros más importantes y, finalmente, la represión del 2 de octubre en Tlatelolco. Todo ello condicionó la periodicidad y la existencia de la revista.
No obstante, el contexto histórico no explica la revista y tampoco lo hace su filiación partidista. Ésta tiene un carácter y una política editorial propios. Es necesario analizar el dispositivo para encontrar su carácter y peculiaridad. De esta manera, al clasificar el centenar de artículos publicados en esos años, se observa que, por debajo de la diversidad de los temas, las contribuciones han girado en torno de cinco grandes ejes de estudio: a. Problemas de método: teoría, metodología e historiografía; b. Historia, sociedad y cultura en México en clave materialista; c. La cuestión comunista: revolución rusa y socialismo; d. El presente como campo de batalla: ideologías y nuevas izquierdas; e. América Latina: imperialismo y lucha de clases.
Al clasificar el centenar de contribuciones se aprecia la variedad y diversidad de los temas, el perfil marcadamente teórico y la visión materialista de la historia, la sociedad y la cultura mexicanas, diferente y alternativa de la visión liberal. Gracias al directorio y la experiencia organizativa de los partidos comunistas, este dispositivo fue un punto de encuentro entre tradiciones intelectuales y realidades distantes y distintas, que vinculaba a los comunistas de México con los de Estados Unidos, los de América Latina con los de Europa del Este y la Unión Soviética, vía Historia y Sociedad. La revista fue ariete del pensamiento marxista frente a la interpretación liberal y ciertas revistas de su época, como The Hispanic American Historical Review e Historia Mexicana; y, sobre todo, la cantera desde donde debía generarse una corriente de marxismo en América Latina, capaz de renovar la teoría, el partido y sus propios cuadros. Así, para Historia y Sociedad, México y América Latina eran sujetos de estudio al igual que frente de vanguardia de la lucha antimperialista. Para los comunistas mexicanos, el propósito era uno y el mismo: generar una reflexión teórica sobre la realidad, para así poder transformarla.
Los camaradas y el proyecto editorial
El primer número de Historia y Sociedad. Revista Continental de Humanismo Moderno, cuya periodicidad era cuatrimestral, se publicó en México en febrero de 1965, a medio camino de una coyuntura crucial en la historia contemporánea (1956-1959 y 1968-1973) y de América Latina en particular (Zibechi 2017). Fueron años de rebeldía y transformación social a gran escala, generadas por la energía de los movimientos obreros, campesinos, anticoloniales, antirracistas, juveniles, pacifistas, ecologistas, populares, feministas y homosexuales, emparentados con la Nueva Izquierda (Thompson 2016) que surgió a partir de la fractura de los partidos comunistas, debido a la invasión rusa a Hungría en 1956; así como por los efectos combinados de la revolución cubana de 1959, el Movimiento de Liberación Nacional (MLN), las luchas populares de 1958-1959, las guerrillas de Lucio Cabañas y Genaro Vázquez, el asalto al Cuartel Madera y las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN), que a partir de la acción directa desafiaron al orden burgués e intentaron tomar el cielo por asalto. No obstante, la alegría de mayo de 1968 y la esperanza de la primavera de la revolución mundial contrastaron con el dolor del asesinato del Che en Bolivia, la masacre de Tlatelolco en México y el asalto al Palacio de la Moneda en Chile. Así, entre la represión en 1968 y el golpe de estado en 1973, la rebeldía fue aplastada y su energía disruptiva entró en reflujo. Después de todo, en esta época de revoluciones y contrarrevoluciones, de levantamientos y aplastamientos, “cada herejía tiene su apostasía” (Estefanía 2018, 9). La época de la Operación Cóndor y la Guerra Sucia fue también la época de “la actualidad de la revolución”.
Testimonio de esta época que fue el escenario de fenómenos sociales de nuevo tipo e interpretaciones encontradas, sobre todo, entre la intelligentsia comunista, el proyecto editorial con posturas intelectuales críticas debía navegar a contracorriente para forjar su carácter en cuanto publicación científica de alcance internacional. Desde su inicio, fue tanto un proyecto intelectual del Partido Comunista Mexicano (PCM) como un síntoma de la adaptación a los tiempos que corrían, pues, este sector de la izquierda se hallaba en medio de una circunstancia crítica: la ausencia de un movimiento obrero independiente y poderoso, se conjugaba con la ausencia de una organización de izquierda, con cierto nivel de credibilidad social (Rodríguez 2008, 192). En Los errores (1964), José Revueltas se cuestionaba si su siglo sería el de los procesos de Moscú o el de la Revolución de Octubre. Pues, siendo consecuente con la interpretación que años atrás había elaborado en Democracia bárbara, de 1958, la tesis del Ensayo sobre un proletariado sin cabeza, de 1962, era lapidaria: la inexistencia histórica del Partido Comunista Mexicano (Revueltas 1987).
¿Qué tipo de revista ligada a un partido comunista podía surgir en un medio como éste? Al ampliar la mirada para observar la experiencia de las publicaciones socialistas, queda claro que las revistas giraron en la órbita de los partidos, mas no fueron su fiel reflejo. Past and Present, New Left Review, History Workshop Journal o Subaltern Studies aglutinaron a intelectuales comunistas o marxistas de distintos tipos y generaciones -Eric Hobsbawm, Edward Palmer Thompson, Perry Anderson, Raphael Samuel o Ranahit Guha, por nombrar sólo a sus directores- y se convirtieron en banderas de protesta frente a los paradigmas, consensos y prácticas dominantes en el mundo académico y, sobre todo, dentro de la tradición marxista. El origen de estas revistas es distinto, así como lo es también su relación con los partidos o se crearon a partir del partido (Past and Present): “miembros leales, disciplinados y fieles seguidores de su línea política, del Partido Comunista”, escribió Hobsbawm (2003) a propósito de la crisis de 1956;1 o a pesar de su existencia: “por eso nuestro proyecto, los Subaltern Studies mantuvo distancia frente a ambos partidos, el PCI [Partido Comunista de la India] y el PCI (M) [Partido Comunista de la India (Marxista)]. Pues para nosotros, ambos representaban una simple extensión liberal de izquierda de la elite de poder india” (Guha 2012, 110); e incluso después de la renuncia de su principal impulsor (New Left Review): “aunque haya renunciado al Partido Comunista, sigo siendo un comunista”, escribió Thompson (2016, 69) hacia 1957.
En cuanto a las tareas editoriales, en “El punto de producción”, publicado en el primer número de New Left Review en 1960, Thompson escribió (2016, 324, 327-328) algo que también atañe al financiamiento:
Poca gente tiene una idea real de la cantidad de trabajo que conlleva producir una publicación socialista. Lo que recibes por tu contribución monetaria es sólo la porción más visible de esa vasta labor de correspondencia, del trabajo conjunto del Comité, edición y corrección de pruebas, ejemplares rechazados o reposiciones, las relaciones con los lectores, colaboradores y el Consejo Editorial. Y además de todo esto, están las operaciones manuales de comercialización, promoción, las relaciones con los expendios, almacenaje y contabilidad y distribución en general. […] No, no tenemos esquema alguno en el cual aquellos que den dinero participen en el control de la revista o en la elección del Comité Editorial. La conducta de una publicación socialista no debe estar sujeta a procesos de negociación de influencia (las facciones impulsando nominaciones, representación regional, etcétera), que es adecuada a las organizaciones políticas. El control político sobre un escrito que es el órgano de un partido es una cosa, pero la mayoría de las técnicas de control de lectores de otras publicaciones son tanto ineficientes como faltas. La democracia en el periodismo socialista consiste en el acto de la publicación misma.
La aproximación de las revistas marxistas (y sus animadores) británicas, en su función de núcleos rectores de la “historia desde abajo”, sugiere la necesidad de un estudio comparativo frente a las revistas de otras latitudes, por el hecho de ser contemporáneas y contar con una experiencia editorial, cultural y política similar. Reducirlas a mero órgano de difusión del PCUS es un error de método: se confunde a las ideas con el contexto donde éstas se originan y, por tanto, el dispositivo queda alienado. Aun cuando Historia y Sociedad surgió en torno del PCM y obtuvo su apoyo financiero, lo hizo finalmente -como sugiere la experiencia británica- bajo el principio de un proyecto autónomo que aglutinó a la inteligencia y la imaginación socialistas en este lugar del planeta: fue el proyecto científico y político necesario para la formación académica de los militantes y la herramienta intelectual para combatir por una interpretación alternativa de la historia y la sociedad contemporáneas.
El núcleo rector de la revista provenía del exilio europeo en México, desatado por la emergencia del fascismo, la persecución política, racial y sexual, y los duros años de la guerra mundial. Con profundas raíces familiares en Europa Central y Occidental (búlgaros, ucranianos, catalanes) o en el Cono Sur del continente americano, este grupo era un conjunto de transterrados que en estas latitudes haría patria. Hijos del exilio, algunos eran sobre todo hijos de la diáspora: judíos provenientes de la unidad cultural del antiguo Imperio austrohúngaro, versados en el conocimiento de los textos sagrados, aunque fuesen gnósticos educados en los textos revolucionarios. Cosmopolitas, hablaban varios idiomas y cursaron estudios superiores en importantes universidades de México, Estados Unidos y Europa, donde estudiaron historia, economía, sociología o arte, cuya impronta sería fundamental en la revista. Sin duda alguna, su cosmopolitismo enriqueció las filas del PCM, al igual que las redes internacionales, la diversidad de conocimientos y los objetivos de una revista que, a partir del continente llamado historia, estudiaba la sociedad contemporánea bajo el observatorio del materialismo histórico.
Durante los años de la primera época de la revista (números 1 al 16, de febrero de 1965 a octubre de 1970), el núcleo rector se dividió en dos áreas: Dirección y Redacción, que finalmente conformarían el Comité de Redacción, en cuya órbita giraban otros dos grupos: Colaboradores y Consejeros. Así se estableció la división interna del trabajo, en círculos concéntricos en torno del núcleo rector que ejercía sobre los demás su fuerza de gravitación.2
Entre presencias fugaces y trabajadores estables, el grupo de Historia y Sociedad se integró por un puñado de 40 personas: el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma (1940); el lingüista Mauricio Swadesh (1909-1967); y los historiadores Enrique Florescano (1937), Luis Chávez Orozco (1901-1966), Yulia Vizgunova y también la traductora Elena Shtaerman (1914-1991) figuran como colaboradores ocasionales; sin embargo, a juzgar por los sumarios de la primera época, el núcleo de los colaboradores-redactores se integraba por la antropóloga y demógrafa Cecilia Rabell, la lingüista Madalena Sancho, el filósofo y crítico de arte Alberto Híjar (1935), el lingüista y antropólogo Daniel Cazés (1939-2012), Federico Wilkins y la crítica de arte Raquel Tibol (1923-2015); quienes también fueron asistentes de redacción. El secretario fue Raúl González Soriano. Tres mujeres y cuatro hombres conformaban el círculo en torno del núcleo rector.
Y éste se integraba, sobre todo, por seis personas. Enrique Semo Calev (Sofía, Bulgaria, julio de 1930), historiador de 34 años, fue el “director”. Roger Bartra Muriá (Ciudad de México, noviembre de 1942), antropólogo de 22 años, era miembro de la redacción y, a partir del número 2, el “Jefe” de ésta. El historiador judío, educado en el Colegio Israelita de México y en el Seminario Judío para Maestros de Nueva York, Boris Rosen Jélomer (Kupel, Ucrania, 1916-Ciudad de México, 2005) y Froylán Manjarrez -reportero de la agencia cubana Prensa Latina, fundada por los comandantes Castro y Guevara (a quien entrevistó en agosto de 1964, junto con Eduardo del Río, Rius, Rodrigo Moya y Juan Duch), quien sólo participó hasta el número 3, pues, falleció en ese entonces- fueron los primeros redactores de la revista, área encabezada por Bartra y Rosen, aunque después protagonizada por González. Esta especialización del trabajo se mantendría hasta el número doble 13-14, cuando se creó (sin Wilkins) el Comité de Redacción: Semo, Bartra, González, Rosen, Rabell, Sancho, Híjar, Cazés y Tibol (aunque esta última, no fuera del PCM). De acuerdo con el director, los motores eran movidos por 6 personas: Rosen, Bartra, Tibol, González e Híjar, además de él mismo; mientras que, en segundo lugar, estarían Cazés, Rabel, Sancho, Wilkins y Manjarrez. “Todo el trabajo era colectivo, había espíritu de camaradería, solidaridad e igualdad”, recuerda Semo (2019a).
Sin duda, aunque el PCM es una unidad referencial ineludible, la cohesión interna del grupo de Historia y Sociedad se caracterizaba por intensas relaciones. Institucionales: el partido; políticas e ideológicas: la izquierda comunista; intelectuales: marxismo, historia, arte, lingüística; académicas: Semo-Bartra (director de tesis y tesista); sentimentales: Rosen-Tibol, Bartra-Rabell, Sancho-Cazés; étnicas: Semo, Rosen, Tibol, Cazés, judíos. Estratificada generacional e intelectualmente, el grupo muestra diversas relaciones al interior; los maestros de unos se sienten deudores de las enseñanzas de otros: Chávez Orozco/Semo, así como a compañeros y colegas, que a su vez se sienten deudores de otros: Siqueiros/Híjar, Posadas/Tibol, Swadesh/Sancho-Cazés. La transmisión de conocimientos es filtrada, selectiva; el contacto es complejo: a medida que este ocurre, la influencia original se modifica. La marcha de las ideas adquiere así un carácter maleable y dinámico: el marxismo heredado se modifica en la medida que el humus en el cual se asimila se transforma como resultado del contacto. Así, en esta época caracterizada por los vientos del deshielo, la revolución cubana y la renovación del marxismo occidental post 1956-1959, el grupo de Historia y Sociedad era clave para la renovación del PCM y la formación de una corriente continental de marxismo latinoamericano.
Campos de transferencia
Los “Consejeros”, o el Comité Científico, fueron presentados hasta el número 2, y en principio eran seis: el periodista y traductor de Gramsci para la editorial Lautaro, quien fue editor de Cuadernos de Cultura (antecesora de la revista Pasado y Presente) y miembro del Partido Comunista Argentino, Héctor Pablo Agosti (1911-1984); el historiador marxista de las revueltas de los esclavos afroamericanos, integrante del Partido Comunista de los Estados Unidos y fundador del American Institute of Marxist Studies en Nueva York, Herbert Aptheker (1915-2003); el politólogo gramsciano estudioso de la burguesía, la oligarquía y el Estado en México y, en particular, del partido y la política del régimen priista, Jorge Carrión (1913-2005); el fundador de una filosofía científica basada en la lógica formal y la lógica dialéctica, miembro de la Sociedad Mexicana de Amistad con China y del Instituto Cultural Mexicano-Ruso, Eli de Gortari (1918-1991); el jurista, historiador y editor fundador de la sección Grandes Obras de Historia del Fondo de Cultura Económica (FCE), donde fueron publicadas sus traducciones de Mommsen, Droysen Huizinga, Hegel, Bloch, Cassirer, Braudel y, también, traductor de El capital y otras obras de Marx, Engels, Trotski o Lenin, quien perteneció al Comité Central del Partido Comunista de España, Wenceslao Roces (1897-1992); el partisano antifascista y estudioso de la cuestión agraria, la agricultura, el capitalismo y el mercado nacional, y también integrante del Comité Central del Partido Comunista de Italia, Emilio Sereni (1907-1977). Todos, con la excepción de Carrión y de Gortari, militaban en los partidos comunistas. Y a propósito de la inclusión en la revista de intelectuales como Revueltas y González Rojo, después de pensarlo, Semo confiesa (2019) no recordarlo: “no podría decirte por qué no los invitamos”. De igual manera, sobre los historiadores del Partido Comunista de la Gran Bretaña, acepta: “no los conocíamos todavía”.
El grupo de Consejeros iría creciendo al igual que los medios intelectuales, las áreas de conocimiento, la representación de los países y los partidos donde militaban.3 No obstante, fue en el primer año de la revista “continental” cuando se definió el núcleo rector y los principales colaboradores. Las características de este grupo permiten inferir las razones de su selección, al igual que la estrategia editorial y la formación de la identidad cultural de la revista en cuanto publicación periódica: a) El perfil intelectual: historiadores, economistas, antropólogos, filósofos, politólogos, profesores, periodistas, traductores, poetas y ensayistas; b) El perfil político: activistas comprometidos en la lucha contra el franquismo y el fascismo, el racismo y el antisemitismo, las dictaduras y el autoritarismo, quienes habían nacido en torno de las revoluciones mexicana y soviética, y que al momento de ser consejeros estaban en plena etapa de madurez y tenían mayor actividad; c) La militancia comprometida: relacionados con los partidos comunistas, siendo, en su mayoría, miembros de sus comités centrales, al igual que el joven director de Historia y Sociedad; d) Las áreas geográficas y los medios políticos e intelectuales: los Estados Unidos, Italia, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, Francia, Canadá, México, Argentina, Colombia, Ecuador, Panamá, Costa Rica y Chile; e) Los temas de estudio: colonialismo, esclavismo, racismo, rebeliones, revoluciones, izquierda, democracia, comunismo, cuestión agraria, estructuras económicas, mercado mundial, capitalismo, filosofía científico-dialéctica, filosofía socialista, crónica y análisis de la realidad, realismo social, métodos de pedagogía popular y traducciones de textos imprescindibles.
Se trata de un grupo que aplicaba el marxismo en múltiples campos del saber y en realidades espaciotemporales de tres continentes: América (en el norte, centro y sur) Europa y África. De nueva cuenta, esto arroja luz sobre las redes de solidaridad e intercambio político-intelectual de largo alcance, al igual que los puntos de apoyo, en uno u otro país, en un continente u otro, del proyecto editorial de Historia y Sociedad, que configuran el mapa de una geografía cultural (continental) donde las ideas confluyen y viajan a través de la revista. Por ende, al ubicarla en el marco de la posición institucional que desempeñan los partidos comunistas -y debajo de ellos: la fuerza del socialismo soviético y la expectativa de futuro abierta por la Revolución de Octubre- se convierte en un símbolo que convoca e identifica a una comunidad del saber, así como en un polo de producción e irradiación del marxismo, cuya influencia en los sistemas universitarios, tanto en la educación superior como en la investigación de gran calado, es de gran importancia. “Campos de transferencia” llamó Charle (2006, 176-178) a los marcos, las condiciones sociales y los vínculos entre elementos culturales que viajan de un medio a otro, de un “campo de origen” a un “campo de recepción”, como diría Bourdieu (2009, 162) a propósito de los “campos de producción” y “las condiciones sociales de producción”.
Dentro del “campo de transferencia” inaugurado por la Revolución de Octubre y el sistema soviético -que transformaron el prestigio de la cultura y la lengua rusas en íconos culturales del comunismo, al tiempo que le sirvieron de altoparlante-, el Partido Comunista sirvió de eje para la revista, que aprovechó su posición en el medio mexicano para cohesionar los elementos culturales y generar tanto las influencias y los préstamos, como las reacciones de resistencia y defensa. En este sentido, la revista es un polo magnético de transferencia intelectual y resistencia cultural, cuya energía atrae al intelecto y la imaginación socialistas tanto de Europa como del norte, centro y sur del continente americano, con el objetivo de abrir la discusión científica, intelectual y política del marxismo y el socialismo -frente a los métodos y herramientas del historicismo y el positivismo, tan caros al medio mexicano y al de América Latina- a escala continental y, sobre todo, en México. La presencia del liberalismo en el medio intelectual mexicano representaba un desafío que debía ser vencido en términos teóricos y metodológicos, pero también políticos e ideológicos. La crisis del pensamiento de la revolución mexicana y la crítica al autoritarismo del sistema habían sido compartidos tanto por intelectuales liberales (Octavio Paz, por ejemplo) como por intelectuales católicos, así que la crítica comunista debía dirigirse contra ese humus, previo a su existencia, como frente a su propia tradición de izquierda: el estalinismo, para forjar una interpretación alternativa de la historia, la sociedad y la cultura mexicanas.
El campo de batalla
Las condiciones del nacimiento de Historia y Sociedad se deben a los cambios en la “vieja izquierda marxista”, en particular, a la nueva dirección del PCM, que de acuerdo con Barry Carr (1996, 244): “acordó apoyar una revista cultural socialista, sobre el modelo de la influyente revista soviética Ciencia y Sociedad”. No obstante, Carlos Illades (2012, 207) ha corregido a este último señalando que Historia y Sociedad obtiene su título de la revista estadounidense Science & Society. A Journal of Marxist Thought and Analysis, fundada en 1936, de periodicidad cuatrimestral, con una política editorial de marcado perfil teórico. En la década de 1960, ahí publicaban Georges Rudé, Maurice Dobb, Christopher Hill, Paul Baran, Paul Sweezy, Joseph Needham o Herbert Aptheker. Por su cuenta, Semo (2016) también ha argumentado que fue de la revista mensual Marxism Today, Theoretical and Discussion Journal of the Comunist Party -fundada en 1957 y editada por el Partido Comunista de la Gran Bretaña, cuya época de mayor importancia sería la década de 1980-, de donde surgió la inspiración. De hecho, fue de Science & Society y, en segundo lugar, de Marxism Today4 de donde Historia y Sociedad adquirió su modelo de rigor científico y carácter teórico (Semo 2019).
Aunque la iniciativa había sido de los soviéticos y de Arnoldo Martínez Verdugo, fue Semo quien definió la filiación intelectual y editorial, así como el carácter teórico de la publicación, en una época donde no había ninguna otra revista de su clase y el marxismo, de este tipo, “apenas estaba entrando a México”. “Nuestro objetivo era formar una corriente latinoamericana”, pues, “había marxistas sueltos en la historia de América Latina, pero se trataba de ser una corriente”. Para el director fundador, si algo caracteriza a la revista es:
primero, es la primera revista marxista de México, con una anticipación grande sobre las demás. Dos: una revista teórica de marxismo que mantuvo ese nivel. Tres: su esfuerzo en hacer un marxismo latinoamericano en un momento de grandes represiones al movimiento no solamente comunista, sino democrático en América Latina [y su esfuerzo por mantener] relaciones personales con todos los Partidos Comunistas que tenían intelectuales […] o no comunistas, o bien, no activos. Ésos [intelectuales políticamente comprometidos] son los que se pueden ver en Historia y Sociedad (Semo 2016).
La editorial del número inicial planteaba la insatisfacción creciente, el programa de investigación por seguir. Comienza con una pregunta sobre la justificación de su existencia: “¿Una revista más dedicada a los problemas sociales de América Latina? Esperamos que no”. Y sostenía “Si los editores no estuvieran convencidos que existen aspectos descuidados en el estudio de la realidad latinoamericana; corrientes de pensamiento cuya expresión es hostilizada; inquietudes no satisfechas en el amplio público, HISTORIA Y SOCIEDAD no hubiera nacido” (“Editorial” 1965, 1). La editorial era una contraofensiva al establishment académico y las “fuerzas interesadas en que esta corriente no se conozca en nuestros países” (1965, 3).
Estos elementos de la política redaccional permiten considerar a la revista en términos de un proyecto de poder. Una historia abierta a los camaradas soviéticos que habían sido excluidos por la industria cultural, una publicación socialista que en la investigación científica y el establecimiento de la verdad tiene su razón de ser, muestran el carácter programático de la política redaccional: el proyecto de Historia y Sociedad es, sin duda, indisociable de su dimensión estratégica. El campo de batalla estaba por presenciar una eclosión intelectual en América Latina, sujeto de estudio y frente de vanguardia. Los comunistas fijaban la hora de la batalla lanzando las campanas al vuelo: “Sí, queríamos la guerra”, recuerda con ironía Enrique Semo (2019).
El primer número abrió con cuatro artículos. En el dossier se incluían tres estudios representativos del pensamiento soviético, inéditos en español, que polemizaban con la visión negativa del editor de la revista The Hispanic American Historical Review sobre la historiografía soviética iberoamericanista. En su artículo, “El estudio de la historia de los países de América Latina en la URSS (1956-1963)”, Moiseí Samoilovich Alperóvich respondía a las críticas de Juan A. Ortega y Medina, quien había compilado Historiografía soviética iberoamericanista (1945-1960), publicado por la UNAM en 1961, donde incluía dos ensayos de Manfred Kossok, “El estado de la historiografía soviética sobre Latinoamérica”, y de Iosif R. Lavretskii (seudónimo de I. R. Grigulevich): “Análisis crítico de la Hispanic American Historical Review (1956-1958)”, además de su propio “Prólogo” y su “Crítica a la crítica”, a propósito de los dos libros soviéticos sobre la revolución mexicana publicados en 1960. El debate entre soviéticos y estadounidenses se triangulaba en México: la ofensiva soviética de Lavrietskii a la revista estadounidense y la crítica mexicana a la visión soviética de la revolución mexicana, resonaban en el primer número de Historia y Sociedad.
En su crítica a Ortega y Medina, Alperóvich mostró la juventud y vitalidad de los estudios sobre América Latina (impulsada por institutos de investigaciones y publicaciones periódicas) a partir del periodo posterior a 1956: “La cantidad de publicaciones sobre América Latina durante 8 años (1956-1963) sobrepasa aproximadamente en tres veces la de los años precedentes de régimen soviético, es decir, casi cuatro décadas” (1965, 74). El efecto de la revolución cubana había convertido a América Latina en sujeto histórico y en zona de combate contra el imperialismo; en un “factor importante en el movimiento nacional-libertador mundial” (1965, 78).
Así, el dossier de Historia y Sociedad se ubicaba estratégicamente en la emergencia de un nuevo campo del conocimiento de la ciencia histórica soviética y la profesionalización de su estudio (a través de la fundación de institutos, revistas especializadas y la formación de grupos de investigadores de alto nivel), pero lo hacía en el seno de la polémica en torno de la historiografía soviética latinoamericanista, que confrontaba a instituciones y revistas de Estados Unidos y la Unión Soviética en México: la Universidad de Duke y el Colegio de México frente al Instituto de América Latina y el Instituto de Historia de la Academia de Ciencias de la URSS; la Hispanic American Historical Review (1918) e Historia Mexicana (1951) frente a Historia y Sociedad (1965), Voprosy Istorii (Cuestiones de Historia, 1961) y Novaia i Noveishaia Istoriia (Historia Moderna y Contemporánea, 1957). La colisión de los trenes se daba en las páginas de las revistas, científicas y académicas. En los años de la guerra fría, la disputa por los métodos y la historia del continente, entre liberal-burgueses o nacional-reformistas y soviéticos-materialistas o marxistas-leninistas, constituía el dossier del número inicial de la revista.
El debate arroja luz sobre la prehistoria de Historia y Sociedad. Su resonancia trajo otra lección: una revista que pudiera servir de ariete y portaestandarte en la batalla por las ideas, no sólo era necesaria sino urgente. Semo aceptó (2019) encabezar el proyecto editorial (que, a su vez, le propuso Martínez Verdugo), aunque no estaba dispuesto a aceptar una revista soviética: “si los soviéticos quieren una revista de este tipo que la haga el PCUS, no nosotros”, puesto que también estaba consciente de que “había un marxismo soviético muy amplio que tenía necesidad de justificar el modo de producción soviético”. Así que recuerda: “teníamos derecho a escoger los artículos” y, es más, “publicamos 1 de cada 5”. Aunque tuvo independencia, aceptó la recomendación de Martínez Verdugo de incorporar a un colaborador todavía “desconocido” para él: “como tenía muchas habilidades intelectuales, en el partido me aprovechaban y me guiaban; Arnoldo [Martínez Verdugo] sobre todo. Hacía trabajos de tipo intelectual, en revistas donde se creía que podía desarrollarme mejor”, así lo recuerda quien fue jefe de redacción y tesista de Enrique Semo: Roger Bartra (2017, 141).
La disputa por la historia como ciencia y proyecto social no había hecho más que comenzar. Fiel a su origen, la revista publicó decenas de estudios sobre la revolución mexicana y el desarrollo del capitalismo en la Nueva España (número 15) y México (número 16), pero fue adaptándose a las demandas del medio y su época: “La Reforma Económica en la Unión Soviética” (número 8), “Poesía contra la criminal agresión norteamericana a Vietnam” (Suplemento, núm. 8), “el nuevo papel de la ciencia en nuestra época” (número 12), e incluso se haría eco de las conmemoraciones: “400 años de la muerte del padre Las Casas y el anticolonialismo” (número 5), “50 años de la Revolución de Octubre” (número 10), “100 años de El capital” (número 11). Hace medio siglo la dictadura de la cronología se impuso sobre los hombros de los intelectuales de izquierda, al igual que lo ha hecho en esta generación que tiene conciencia memoriosa de la revolución rusa o las ediciones de El manifiesto comunista y El capital. No obstante, sobre todo a partir de 1966, la revista tomaría partido por la “democracia y la autonomía” (Suplemento 1) en la UNAM y por el “movimiento estudiantil-popular” (número 13-14, Suplemento 5 y 6). Éste sirvió para documentar la ética y la congruencia con los camaradas lectores.5
En los números siguientes, el universo de estudio -ya preconizado por los artículos del primer número- se expandió de la teoría de la historia a la ciencia; de la historiografía a las ideologías y los pensadores de los movimientos de izquierda; de las sublevaciones a las rebeliones y revoluciones; de América Latina al resto del continente; y de ahí, a Europa, Asia (Birmania) y África. Sucedió lo mismo con el origen de los autores y su compromiso político, fuesen de los países socialistas o de otras latitudes, militantes del PC e incluso militantes sin partido, las contribuciones guardaban un aire de familia, se enmarcaron en la historia de los siglos XVI al XX y, sobre todo, en el periodo contemporáneo, con el doble objetivo de estudiar tanto el carácter y la naturaleza del capitalismo como las insurrecciones y las revoluciones a escala mundial.
Un historiador de formación y militante profesional del PCM, quien hoy es Miembro Corresponsal Nacional, en el estado de Guerrero, de la Academia Mexicana de la Historia, Tomás Bustamante Álvarez, recuerda (2018) su apreciación como lector de la revista:
Ahí escribían los teóricos, los compañeros del PC; nuestros aliados, amigos. Era una revista de mexicanos, latinoamericanos, europeos y gringos muy famosos. Ahí se aterrizaban las discusiones, con estudios de caso (la hacienda mexicana, por ejemplo). Era un aporte que no se dio en otras partes de América Latina. Y es que el Partido Comunista fue el gran formador de cuadros políticos en México. Quizá con la idea de armar una red regional de cuadros del Partido que pudiera formarse intelectualmente. En mi formación, Historia y Sociedad sí tuvo mucha influencia, me dio una identidad ideológica y me enseñó a analizar la historia de México desde una perspectiva marxista elaborada también desde nuestros cuadros. Porque la revista era muy académica, rigurosa y crítica; tenía mucho rigor científico. Yo la leí en la época en que estudié la licenciatura en historia y la leí también en la Biblioteca del Instituto Marxista Leninista de Moscú. No sólo se leía entre los militantes del Partido, sino en muchos lados. Tenía un lenguaje y una información accesible, así que, en Guerrero, en Acapulco o Chilpancingo, leíamos la revista para llevar a discusión, en el Partido, los grandes temas. Sí hizo escuela.
El testimonio tiene el valor de un síntoma, puesto que permite inferir la contribución de la revista a las ciencias sociales en México, de manera particular, en el terreno de la teoría y la metodología marxistas. De ahí que su contribución más relevante sea al materialismo histórico y la formación de un dispositivo que nucleaba a investigadores de diversas latitudes. Quizá por ello, al cumplir el primer año, la editorial del número 4 confiaba en que Historia y Sociedad había respondido a las necesidades y los objetivos que habían motivado su aparición. El tono era triunfal (“Editorial” 1965a, 1): “La revista ha tenido éxito gracias al florecimiento del pensamiento marxista en América Latina y al creciente interés de los investigadores de todo el mundo en los problemas de nuestro continente”. Categórico, el lenguaje mostraba el compromiso de la publicación con este momento intelectual: “El pensamiento marxista en América Latina vive un periodo de renacimiento y cristalización que lo ha de transformar en la corriente más rica, multifacética e influyente de nuestro medio” (1965a, 1).
Un año después, la circunstancia había cambiado: comenzaba en México la aceleración del cambio social y se percibía la inflexión de la coyuntura rebelde abierta años atrás. En la editorial del número 8 se leía que la revolución cubana había sido acorralada y el Movimiento de Liberación Nacional había naufragado, además, las posiciones decididamente de izquierda habían entrado en reflujo y la cooptación de intelectuales avanzaba con paso firme. “Ante las nuevas dificultades aparecieron las dudas y el desencanto. Algunos intelectuales abjuraron abiertamente y se pasaron al enemigo” (“Editorial” 1966, 3). Es más, “ante la nueva situación, algunos acomodaron el marxismo a las nuevas circunstancias, por lo que fueron apareciendo “un ‘marxismo’ legal, un ‘marxismo’ antisoviético, un ‘marxismo’ de cátedra separado de la acción y otras variedades del mismo tema” (1966, 3). No obstante, contra “los intelectuales que mantuvieron su posición radical se descargó todo el peso de la calumnia, el aislamiento, la cárcel e incluso el terror físico” (1966, 3). Por doquier, la persecución política y el hostigamiento aumentaban, se sucedían salvajes golpizas, detenciones ilegales e intentos de secuestro: José Luis Ceceña (en febrero de 1966), Enrique Semo (en abril de 1966) o Eli de Gortari (en septiembre de 1968). En medio de una atmósfera conspirativa, entre la sospecha mal disimulada hacia los propios camaradas y la vigilancia parapoliciaca del régimen, la revista y sus colaboradores resentían el cambio de época. Navegar era necesario, aunque en sus páginas no hubiese reacción alguna ante la invasión de la URSS a Checoslovaquia en agosto de 1968.
Los ejes de la revista
Durante los años de 1965 y 1970, entre el despegue de la nueva izquierda y la represión internacional a la rebeldía que exigía lo imposible en el ámbito de la vida cotidiana: “Nos persiguen por eso; por ir, por amar, por desplazarnos sin órdenes ni cadenas”, escribió José Revueltas (Monsiváis 2008, 233). “Quieren capturar nuestras voces, que no quede nada en nuestras manos, de los besos, de todo aquello que nuestro cuerpo ama”. Historia y Sociedad publicó un centenar de ensayos, la mitad escritos por académicos de los países socialistas, artículos de la Revue Roumaine, Action, Political Affaire, Anthropos, traducidos del inglés y francés, o capítulos de Grundrisse der Kritik der Politischen Öekonomie, 1857-1858, de Karl Marx, traducidos del alemán por Wenceslao Roces, o del francés por Daniel Cazés y Madalena Sancho, quienes fueron los más activos traductores del equipo. Así mismo, se publicaron dos capítulos de la tesis de licenciatura de Enrique Semo sobre la deuda exterior en la historia de México, y un avance de su investigación doctoral, al igual que un capítulo de la tesis de doctorado de Adolfo Sánchez Vázquez, sobre la filosofía de la praxis. Finalmente, actas, declaraciones, manifiestos, poesías, corridos, canciones, retratos y pinturas incluidas en los Suplementos.
De acuerdo con los índices elaborados por la redacción de la revista6 -con la excepción de los 15 artículos, análisis, documentos y entrevistas del año IV: números 13-14, 15 y 16 - todos los ensayos publicados entre los años I y III, junto a los 6 suplementos,7 se clasificaron en once grupos: 1) Arte: 4 artículos y 7 “Poesías para Vietnam”; 2) Economía: 6 artículos varios y 6 sobre “La reforma económica en la Unión Soviética”; 3) Historia y Biografía: 37 artículos; 4) Filosofía: 4 artículos; 5) Metodología: 13 artículos; 6) Política: 8 artículos; 7) Psicología: 2 artículos; 8) Otras materias: 5 apuntes, crónicas y entrevistas; 9) La Crítica: 33 recensiones; 10) Ciencia: 5 artículos; 11) Movimiento estudiantil: A juzgar por la concentración de las contribuciones, las áreas más importantes son “Historia y biografía”, “Metodología” y “Economía”, justo detrás se encuentran “Política”, Ciencia” y “Arte”. Es evidente que Historia y Sociedad es una revista de historia, economía y metodología.
A pesar de la indudable utilidad de esta clasificación, me parece que el ordenamiento puede ser todavía más analítico y sistemático, a saber: 1) Problemas de método: teoría, metodología e historiografía: 35 artículos; 2) La historia, la sociedad y la cultura de México en clave materialista: 26 artículos; 3) La cuestión comunista: revolución rusa y socialismo: 17 artículos; 4) El presente como campo de batalla: ideologías y nuevas izquierdas: 13 artículos; 5) América Latina: imperialismo y lucha de clases: 12 artículos. En total, son 103 artículos, entre inéditos y algunas cuantas traducciones. De aquí parten los cinco ejes de la primera época de Historia y Sociedad, considerando la categoría “ensayo social”, mas no así “la ciencia, el arte, la educación y la política” de los Suplementos, ni las recensiones de “La Crítica” (donde podía verse la presentación del libro La democracia en México, por Enrique Semo; la reseña de Las ideas estéticas de Marx, de Adolfo Sánchez Vázquez, por Alberto Híjar; o el debate a propósito de las obras Sociedades precapitalistas y El desarrollo de la Sociedad Mexicana, entre Olmeda, Bartra y Matos Moctezuma). Toda clasificación establece un principio de orden y confiere un sentido a las agrupaciones, y ésta ha sido armada a partir de los ensayos que guardan semejanzas de familia. A propósito, véase la
“Problemas de método” ha sido ensamblado a partir de la discusión teórica, metodológica e historiográfica, sea de la tradición marxista o de la ciencia de la historia, sea de temas, debates, autores, tesis o disciplinas. Su importancia reside tanto en el número de ensayos como en la proveniencia de sus autores: 20 (de 35) fueron escritos por académicos de los países socialistas, en particular Hungría, Alemania Oriental, Rumanía y la URSS: I. Kon, M.S. Alperovich, P. N. Fedoséiev y Y. Frántsev, B. Pomariov, R.A. Ulianovksi, S. Sérov, I. Grigulévich, Imre Marton, Korionov, Athanase Joja, E. Shtaerman, N. Sevriúguina, Pavel Volobúiev, Yákov Pevzner, Evald Ilienkov, Vladlen Afanásiev, Walter Ulbricht, Mijail Lifshitz y Dieter Ulle. Su contribución es mayor en tres áreas: a) El análisis historiográfico: “Fray Bartolomé de Las Casas”, las “tesis de Frantz Fanon”, “Mariátegui y el marxismo latinoamericano”, “la estética de Hegel”, “Lenin contra el dogmatismo”, “la filosofía social de Herbert Marcuse”; b) La teoría de la historia: la “lógica en la ciencia histórica”, “las matemáticas en la historia”, los “problemas metodológicos”, los “problemas del análisis estructural”, “la repetición en la historia”; c) Sólo el análisis teórico hacía posible la caracterización de una época, el siglo XX, y dentro de éste, de la sociedad comunista: “La Revolución de Octubre, ¿causalidad o necesidad?”, “La vía de desarrollo no capitalista en Birmania”, “La metodología de El Capital y el estudio del capitalismo contemporáneo”, “El Capital y la etapa avanzada del socialismo”. Éste es uno de los aportes más relevantes de la revista a las ciencias sociales en México, en particular, a la teoría y la metodología del marxismo.
Si la mitad de la sección corresponde a los autores provenientes de los países del Este, la otra (15 de 35) -aun cuando incluye autores europeos y estadounidenses como Karl Marx, Jean Chesneaux, Maurice Dobb, Sergio Benvenuto, Victor Perlo-, es hispanoamericana: Adolfo Sánchez Vázquez, Roger Bartra, Juan Comas, Julio Le Riverend, J.D.R., Carlos Pacheco Reyes, Ma. Isabel Soley, Arturo Azuela, Juvencio Wing. Inéditos de los Grundrisse: “Formas de propiedad capitalistas”, “Consecuencias sociales del maquinismo automatizado”, “El método en la economía política”, de Marx. Los debates en boga sobre los modos de producción, las transiciones y el capitalismo: “El modo de producción asiático”, “Comunicaciones: Notas para la explicación de la desaparición del esclavismo”, “Sociedades precapitalistas”, “Dos apreciaciones sobre El capital monopolista de Baran y Sweezy”; y la fundamentación de las disciplinas desde el marxismo: “Hacia una psicología materialista dialéctica”, “Sobre la praxis”, eran los abordajes más destacados. Como se percibe, en la década de 1960, la reflexión teórica sobre la teoría marxista y la sociedad contemporánea era una tarea emprendida en su mayoría por los marxistas europeos y, concretamente, en los países del Este. No es casual su preeminencia ni el interés del grupo de la revista por reunir estas contribuciones para afianzar el perfil teórico de la publicación.
“Historia, Sociedad y Cultura en México” contiene los estudios de caso durante el periodo independiente y, sobre todo, el siglo XX. Aunque hay estudios del periodo colonial, éstos son escasos y la mayoría se concentra en la época contemporánea. En ocasiones, los ensayos adquieren un marcado perfil teórico e historiográfico (que invita a considerarlos en el eje de “problemas de método”) e incluso giran en torno del arte y la cultura, la economía y la filosofía. Todos, sin embargo, consideran a México como planteamiento del problema de la concepción materialista de la historia. Sólo un tercio de los artículos (7 de 26) han surgido de la pluma de los historiadores soviéticos: G. Ivanov, M. Alperóvich, Anatoly Shulgovski, I. Jorosháeva, Nicolai Lavrov. “Sublevaciones populares mexicanas de la segunda mitad del siglo XVII”, “La encomienda en México y las sublevaciones indígenas durante el siglo XVI”; “La lucha por la república y la caída del Imperio de Iturbide”; “Los ejidos y el desarrollo del capitalismo en el campo mexicano”, “El caudillismo después de la revolución, 1917-1930”; “Bartolomé de Las Casas y Motolinía”; “Crítica a la crítica de la Revolución Mexicana”. 7 ensayos, 5 autores, lucha de clases y capitalismo, Colonia, Independencia y Revolución, configuran los estudios soviéticos.
El grueso de las colaboraciones (19 de 26) corresponde a los mexicanistas y, dentro de ellos, el grupo de Historia y Sociedad contribuyó de manera importante en esta tarea. Enrique Semo, Luis Chávez Orozco, Raquel Tibol, Alberto Híjar, Daniel Cazés, Raúl González, Gerardo Unzueta, Lino Medina, Marcela de Neymet, Rodolfo Alcaraz, Enrique Florescano, Eduardo Montes, Luis Sandoval y Dina Rodríguez escribieron lo que quizás sean sus primeros artículos, y en el desafortunado caso de Chávez Orozco, los últimos. 19 ensayos y 13 autores; historia, arte, economía, agricultura, industria, obrajes, movimiento obrero, ubicados, sobre todo, en la época contemporánea, son el sello distintivo de la configuración de la historia, la sociedad y la cultura de México en clave materialista.
Tres áreas representan la contribución de este eje: A) Arte, cultura y ciencia: “José Guadalupe Posada: puente entre dos siglos”, de Raquel Tibol; “Siqueiros como teórico del arte”, de Alberto Híjar; “Sesenta años de periodismo mexicano”, de Rodolfo Alcaraz; “Indigenismo en México: pasado y presente”, de Daniel Cazés; “La filosofía de lo mexicano, una corriente irracional”, de Eduardo Montes. B) Historiografía, teoría y biografía: “Obras publicadas por Luis Chávez Orozco”, de él mismo; “Lombardo Toledano y la concepción materialista de la sociedad y de la historia” y “Enseñanzas de El Capital a los revolucionarios mexicanos”, de Gerardo Unzueta; “Un profesor de México en la Universidad Humboldt de Berlín”, entrevista de Raquel Tibol a Enrique Semo. C) La formación del capitalismo en México: “Agricultura e industria de Veracruz a fines del Virreinato”, de Enrique Florescano; “El obraje, embrión de la fábrica” y “Servidumbre y peonaje”, de Luis Chávez Orozco; “Albores del movimiento obrero en México”, de Lino Medina; “El movimiento obrero y la Revolución Mexicana”, de Marcela de Neymet; “El desarrollo del capitalismo en la minería y la agricultura de Nueva España (1760-1810)”, “El gobierno de Obregón, la deuda exterior y el desarrollo independiente de México” y “La deuda exterior y el desarrollo independiente de México, 1927-1943”, de Enrique Semo; “El comercio exterior de México y el imperialismo norteamericano: 1956-1965”, de Raúl González; y “Observaciones sobre el desarrollo del capitalismo en México”, de este último, Luis Sandoval y Dina Rodríguez. Así, arte, cultura y ciencia; historiografía, teoría y biografía; y la formación del capitalismo en México representan tanto la diversidad de formaciones e intereses de sus autores como el abanico de estudios y, en particular, el cultivo de la historia económica y el estudio del capitalismo.
La “cuestión comunista” es un eje protagonizado totalmente por los soviéticos (14 de 17), con escasa participación de otros autores incluso de países socialistas. Esto se explica por los números 8, 10 y 12, dedicados a la reforma económica y el papel de la ciencia en la Unión Soviética, así como la Revolución de Octubre. Por ende, entre los estudios sobre el rumbo del socialismo y la conmemoración del acontecimiento-ruptura de la revolución bolchevique, la “cuestión comunista” se compone de dos áreas: a) La reforma económica y el papel de la ciencia en la URSS: “Carta a los lectores”, A. Moniantsev; “Los problemas teóricos”, de Yákov Liberman; “Características de las ciencias naturales contemporáneas”, de Nikolai Ovchinnikov; “La revolución científica y técnica actual: significado y perspectivas”, de Guennadi Danilin; “La Ciencia Económica”, de Anatoli Pashkov; “¿Retorno al capitalismo?”, de Evsey Liberman; “¿La rentabilidad en el Socialismo”, de Evsy Liberman y Zinovi Zhitnitski; “El nivel de la vida”, de Pavel Mstislavski; “Acerca del mecanismo del ciclo económico contemporáneo”, de Stanislav Menshikov; b) La revolución rusa, cincuenta años después: “La Revolución de febrero de 1917 en Rusia”, de Irina Pushkariova; “Lenin y la Revolución de Octubre”, de D.S. Mirsky; “Condiciones objetivas y valor subjetivo en la Revolución de Octubre”, de Grigori Glezermán; “Las insurrecciones armadas de 1905 y 1917 en Rusia”, de Alexander Grunt y “La Revolución Rusa”, de Mariátegui.
Fuera del conjunto de los ensayos soviéticos: “Documentos sobre la insurrección”, “Stanislas Petkovsky, primer embajador de la URSS en México” y el ensayo: “El papel del ingeniero en la ciencia”, del ingeniero Jorge Maksabedián. A diferencia de las contribuciones soviéticas de los demás números, aquí la concentración se debe a los dossiers dedicados a la ciencia, la economía y la revolución soviéticas. Es más, la proporción de artículos soviéticos en este eje (15) se asemeja al del “problemas de método” (19): a esto se debe el perfil soviético de Historia y Sociedad, pero a condición de observar, en el caso de ambos números especiales, su carácter circunstancial.
El “presente como campo de batalla” cuenta con sólo dos ensayos soviéticos: “Panafricanismo, ‘Négritude’ y Socialismo africano”, de I. Potiejin; “De la “protección de los indios” del padre Las Casas al indigenismo contemporáneo”, de Y. Zubritzki. Ambos son representativos de la descolonización, la disputa ideológica y la emergencia de nuevos sujetos políticos, en lo que, por entonces, se llamaba “Tercer Mundo”. Este eje se compone de 13 ensayos: “La ideología del colonialismo”, de Nelson Werneck; “El movimiento negro y el progreso humano”, de Herbert Aptheker; “La conferencia Tricontinental y la cultura” (La redacción de HyS); “¿Qué es el trotskismo?”, de François Hincher; “El resguardo de la herencia ideológica de Marx” y “Algunas notas sobre la juventud en un mundo que se transforma”, de Héctor P. Agosti; “El movimiento estudiantil-popular: algunas apreciaciones, I y II, de Ramón Ramírez Gómez; “El movimiento estudiantil-popular: tres respuestas”, de Leonardo Femat; “Las consecuencias ecológicas de la guerra de Vietnam”, de Egbert W. Pfeiffer; “La ilegalidad de la guerra norteamericana en Vietnam”, de Stanley Faulkner; “La República Democrática Alemana y la seguridad europea”, de Raquel Tibol. Aquí está el registro del cambio de época: el movimiento estudiantil-popular, los movimientos juveniles, anticolonialistas, pacifistas (seguridad y desarme), por los derechos de los negros o en contra de la Guerra de Vietnam, la Tricontinental o la defensa del marxismo. La revista estaba abierta a los tiempos nuevos.
De manera extraña, “América Latina” es el eje que cuenta con el menor número de contribuciones, tan sólo 12, algo contradictorio para los objetivos de la “revista continental”. La mitad de los ensayos son de autores del bloque socialista: “El imperialismo norteamericano y la deformación de la economía venezolana, de V. Volski; “Sandino y la lucha liberadora del pueblo de Nicaragua contra la intervención armada de los EE.UU. (1927-1933)”, de N. Larín; “La era de Trujillo: decenios negros en la historia dominicana”, de E. Anánova; “El movimiento obrero en América Latina”, de María Daniliévich y Adelina Kondrátieva; “La cuestión agraria y el desarrollo industrial de los países de América Latina”, de Igor Sheremetie; “Problemas y perspectivas de la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio”, de Johann-Lorenz Schmidt. Son ensayos que estudian la lucha de clases y el imperialismo en el siglo XX, pues, a diferencia de los autores soviéticos mexicanistas, éstos son contemporaneístas adscritos a los Institutos de América Latina y de Economía Mundial de la Academia de Ciencias de la URSS.
Por su parte, los latinoamericanos escribieron: “Dos enfoques de la época colonial”, N. Buenaventura; “Formación del Estado en Costa Rica (1821-1842)”, de Rodolfo Cerdas; “América, Colón y el nacimiento del capitalismo”, de A. Cue Cánovas; “La guerra antiimperialista de 1885 en Centro América”, de Manuel Galich; “La integración centroamericana, un caso de penetración imperialista”, de Eduardo Mora; y “La gran burguesía latinoamericana y la ALALC”, de Sergio Corichi. A través de la historia, los latinoamericanos estudiaban la Colonia y el siglo XIX, mientras que la economía y la sociología les servían para comprender el proceso de acumulación industrial, y la así llamada “integración latinoamericana”.
Tabla 1. Clasificaciones y proporciones de los artículos de Historia y Sociedad
A partir de la clasificación de las contribuciones, el carácter de Historia y Sociedad se aprecia con mayor nitidez: es una revista teórica que permite pensar México y América Latina a la luz de los grandes procesos de la historia contemporánea, sea la revolución socialista y el marxismo, sea la lucha de clases librada por el proletariado y los movimientos de nuevo tipo ante la acumulación capitalista de la segunda mitad del siglo XX. Desde esta perspectiva, entre los países socialistas y América Latina hay demasiados rasgos en común como para permitir concebirlas demasiado distintas, demasiado distantes, pues, el objetivo de la ciencia materialista de la historia, en una y otra latitud, era uno y el mismo: pensar la realidad como condición necesaria para transformar la realidad. Y para esto, los lectores (al igual que los educadores) de Historia y Sociedad debían ser educados.
Conclusión
A partir del verano de 1967, Enrique Semo partió a la República Democrática Alemana (RDA) para estudiar el doctorado. Entre octubre de 1967 y enero de 1968 fue alumno del Instituto Herder, en Leipzig, donde estudió intensivamente el alemán para ingresar, en febrero, al Institut für Allgemeine Geschichte de la Universidad Humboldt, de Berlín (Semo 1967). Ahí estrecharía su relación con Friedrich Katz y con los profesores Max Zeuske, Lorenz Schmidt, Adalberto Dassau y Manfred Kossok, este último, su director de tesis (Semo 2011). Para entonces, el país que había dejado atrás se había vuelto peligroso, de hecho, su salida también se debió a ello. El movimiento de marzo, abril y mayo de 1966, la huelga estudiantil y la caída del rector Chávez mostraron las contradicciones y los antagonismos de la sociedad mexicana dentro de la UNAM, acrecentaron la perspectiva crítica en el seno de los estudiantes, consolidaron las fuerzas de izquierda en las facultades más importantes y exigieron la democratización del gobierno universitario, al igual que la reforma de los sistemas de enseñanza. “Contra los intelectuales que mantuvieron su posición radical se descargó todo el peso de la calumnia, el aislamiento, la cárcel e incluso el terror físico”, enfatizó la editorial de Historia y Sociedad mientras condenaba las golpizas a Ceceña y Semo, en febrero y abril de 1966 (“Editorial” 1966, 3). Mientras más aumentaba la oposición al gobierno, la represión también lo hacía.
Por ello, a finales de 1967, “hostigado”, según recordó Semo (2017, 56), partió a “estudiar a la república Democrática Alemana y a representar al Partido con los estudiantes mexicanos que se encontraban en los países socialistas (unos trescientos)”. En el mismo año, Roger Bartra (2017, 145) partió a Venezuela: “Me fui porque el ambiente en México era irrespirable”. A partir de 1967, el director y el jefe de la redacción se habían marchado fuera de México.8 Sería el secretario, Raúl González, junto con Rosen, Tibol e Híjar, quienes se harían cargo de la revista; de hecho, era en el departamento de Tibol donde ésta se elaboraba, pues ella y Madalena Sancho se hacían cargo de la diagramación (Semo 2019). A propósito del trabajo realizado, Roger Bartra afirmó (2017, 141): “Los soviéticos pagaban la revista. De hecho, mandaban a través de la embajada los artículos de la revista ya formada, incluyendo el editorial, las reseñas y demás”. Según él: “Los textos de cada número eran recibidos en la embajada soviética, enviados y traducidos por un equipo de la revista Novaya i Novieshaya Istoriya” (2012). Es más, dado que era una revista pagada por el PCUS, y en respeto al acuerdo entre los funcionarios del PCM con funcionarios soviéticos, según el cual el cincuenta por ciento de los artículos debía ser de autores suyos, “la revista estaba herida de muerte” (2017, 142). Bartra recuerda que esto fue un estímulo para su “actitud crítica”, puesto que los textos de los latinoamericanistas soviéticos eran “tan malos y tan doctrinarios que incluso despertaban la aversión del joven militante que yo era entonces” (2012). Sin concesión alguna, cuatro décadas después de haber sido protagonista de la revista, Bartra sentenció (2012):
salvo algunos destellos interesantes que incursionaron en el psicoanálisis y en otros temas relativamente novedosos, la revista Historia y Sociedad, durante toda su primera época, fue una publicación soviética disfrazada, impregnada de dogmatismo. La interpretación marxista de la historia que dominaba era una reducción mecánica de la política y la cultura a la economía, misma que supuestamente determinaba el curso de la lucha de clases hacia el ineludible futuro socialista.
Semo reaccionó (2016): “Roger Bartra ha emprendido una verdadera campaña contra Historia y Sociedad”. Y fijó su postura: “recibíamos, sí, dinero de la Unión Soviética”, pero “el oro de Moscú, con toda franqueza, no era mucho”. El patrocinio del PCM, la editorial y la imprenta hacían “el trabajo gratis”. Por ello, Bartra dice que Historia y Sociedad “era una dependencia de la Unión Soviética”, sin embargo, durante años “él trabajó con nosotros y nunca se quiso salir. Había “críticas de él, pero nunca en el sentido de que teníamos que cesar esa relación”. Después de “1977 él comenzó a tener esa idea de ser el intelectual del Partido”. Había publicado ya dos o tres trabajos importantes y, primero, me pidió que “fuéramos dos directores”, “inmediatamente yo le dije que sí”, “ahora somos dos directores, tú y yo” (véanse los primeros números de la segunda época). Así que “él también tiene responsabilidad” sobre la revista.
La revista de los camaradas intelectuales (judíos, exiliados, socialistas) fue importante para los militantes del PCM, quienes también eran académicos, científicos e intelectuales, sea de México o de América Latina, sea de la Unión Soviética, los países del Este y el resto de Europa. Si la tarea era pensar el mundo con el afán de transformarlo, la revista convocaba a todos por igual, pues, en sus páginas se articulaba a los círculos obreros con las células socialistas de las universidades. De tal suerte que, en sus páginas, el marxismo de la revista militante interpelaba a las prácticas académicas universitarias: la importancia de los ejes de teoría y de la historia de México suplían la ausencia de reflexión teórica y pretendían reemplazar la visión liberal de la historia contemporánea. Es así como a través de Historia y Sociedad, el marxismo fluye del partido a las universidades, del compromiso político a la reflexión intelectual. No obstante, es un viaje de idas y vueltas.
Quienes integraron Historia y Sociedad no estuvieron cerrados a todo cambio en el entorno inmediato, ni su creencia en la Unión Soviética era propia de ortodoxos confesionales; su marxismo no fue dependiente del soviético, ni provinciano o subdesarrollado, sino consecuencia de la situación histórica, social y cultural de esa época: la guerra fría en América Latina. Para quienes en México habían encontrado una patria y una causa común en el socialismo, la guerra fría, si no determinaba las acciones, servía para explicarlas. Ante esta atmósfera radicalmente polarizada la gente tomaba partido por un bando, incluso cuando tenía sus diferencias. “La Unión Soviética era nuestra gran aliada contra el imperialismo; ¿en qué lado querías estar?” se cuestiona Semo. Él rememora el esfuerzo que costó impulsar la publicación: “con la mitad del Comité Central en la cárcel, la ilegalidad del Partido y sin dinero. Estábamos ultrafregados”. Si el subtítulo, “revista continental”, daba cuenta de la ambición por crear una corriente marxista en América Latina, “humanismo moderno” era más bien un sinónimo de “marxismo” que se usaba veladamente (como el término “subalterno”, usado por Gramsci para evitar la censura) “Hacíamos el trabajo en la clandestinidad”, recuerda Semo. Y, si además de todo, “el impresor no iba a parar a la cárcel”, entonces “la revista necesitaba dos meses para salir de la imprenta” (Semo 2019a).
Aunque el Partido y el apoyo soviético fueron vitales para la revista, ésta no fue un mero instrumento de propaganda. Así como la imprenta del Partido y el “oro de Moscú” (como llama Semo al escaso subsidio soviético para imprimir la revista) hicieron posible que los editores tuvieran independencia ante el gobierno diazordacista, así también la autonomía intelectual y el juicio crítico se expresaron a propósito de la Unión Soviética: el número dedicado a la reforma económica en la URSS (compuesto, además, por ensayos de los investigadores soviéticos) es un síntoma del deshielo postestalinista. Por ello, más allá de una valoración en absoluto negativa del perfil soviético de la publicación, me parece que éste hace posible lo que parecía imposible: el vínculo entre científicos y analistas sociales (nunca alcanzado plenamente por revistas posteriores); la relación entre los intelectuales de los partidos comunistas de América Latina con los que pertenecían a los países socialistas; entre las nuevas revistas de historia moderna y contemporánea, los institutos de ciencias sociales y una pléyade de investigadores de la Academia de Ciencias de la URSS, con las universidades de México y América Latina; entre las investigaciones teóricas e historiográficas, o la historia de México y América Latina, que contrapunteaban a Historia y Sociedad con otras revistas, como The Hispanic American Historical Review e Historia Mexicana; entre la Revolución de Octubre y los problemas del socialismo en la URSS, con el ciclo de movimientos emparentados con la nueva izquierda y la configuración de la historia de México y de América Latina.
En este medio de relaciones e intercambios, la revista es un vehículo de concentración y difusión del marxismo, sea de la Unión Soviética, los países socialistas, o de Europa Central y Occidental, sea de México, América Latina o el Caribe, en los años en los cuales la historia contemporánea oscilaba entre la “actualidad de la revolución” y la Operación Cóndor. Hija de su tiempo más que de sus padres, es en esta serie de circunstancias donde Historia y Sociedad adquiere -como decía W. Benjamin (2013, 70) a propósito del verdadero destino de una revista-, su condición de “testimonio y expresión del espíritu propio de su época”.
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Notas
1 El historiador alejandrino reflexionó (2003, 182 y 183): “La unión Soviética, bien sabe Dios, nos lo ponía cada vez más difícil [… ] En resumen, permanecimos fieles a Moscú, pues la causa del socialismo mundial podía prescindir del apoyo de un pequeño país, tan heroico como admirable, pero no del de la superpotencia de Stalin”.
2 Durante los primeros dos años de la revista, las tareas de ingeniería fueron mayores; no obstante, después de los números posteriores a la fundación, la división y especialización del trabajo fueron más estables. Sin embargo, el área de Colaboradores fue la que tuvo mayores cambios. Con frecuencia, quienes colaboraban con la revista lo hacían por un solo número, aunque en ocasiones permanecían activos durante todo un año; es más, en cada número eran pocos: cuatro en promedio, aunque en ocasiones ascendían a seis. Considerando que algunos también fueron miembros de la redacción y auxiliares, durante toda la primera serie -incluyendo al director y al jefe de la redacción-, los colaboradores fueron alrededor de 40, varones en su mayoría.
3 En el siguiente número se añadieron tres, todos ellos latinoamericanos: el pedagogo creador de modelos y métodos de educación popular para obreros y adultos, profesor universitario, historiador del siglo XXI e integrante del Partido Comunista Colombiano, Nicolás Buenaventura (1918-2008); el escritor de cuentos y novelas inspiradas en el realismo social, miembro de la Generación del 30 y del Grupo de Guayaquil, e integrante del Comité Central del Partido Comunista de Ecuador, Enrique Gil-Gilbert (1912-1973); el historiador de las capas medias en Chile durante el siglo XIX y miembro del Partido del Pueblo de Panamá, originalmente Partido Comunista de Panamá, César Augusto de León (1921-2003). Para el número 4 ya eran trece: el historiador soviético de la Independencia, el Porfiriato, la revolución democrático burguesa y la cuestión agraria, e integrante del Partido Comunista de la Unión Soviética, Nicolaiv Matievich Lavrov; el estudioso de la integración económica centroamericana, activista de la Guerra Civil de 1948, impulsor del Partido Comunista de El Salvador y miembro del Comité Central y del Buró Político del Partido Comunista de Costa Rica, Eduardo Mora (1922-2013); el historiador africanista y director del Centro de Estudios Marxistas del Partido Comunista Francés, del cual fue miembro del Comité Central, Jean Suret-Canale (1921-2007); el abogado, periodista, novelista y escritor de las biografías de Borges, Neruda, Huidobro, fue integrante de la “Generación del 38” y miembro del Comité Central, diputado, senador y secretario general del Partido Comunista de Chile, Volodia Teitelboim (1916-2008). En el número 6 se integró el escritor, poeta, ensayista, profesor universitario y secretario de la redacción de La Voz de México, órgano del Partido Comunista Mexicano, Ramón Ramírez (1915-1982); en el 7 se incorporó el historiador, antropólogo y profesor universitario, estudioso de la estructura económica, el problema de la tierra y la liberación de los esclavos, y miembro del Partido Comunista de Venezuela, Federico Brito Figueroa (1921-2000). Finalmente, en el número doble 13-14 se incluyó al último consejero de la primera serie: el historiador marxista de la democracia, la izquierda y el comunismo canadienses, profesor universitario y miembro del Comité Central del Partido Comunista de Canadá, Stanley Ryerson (1911-1998). En la segunda época (1974-1981), de los 16 consejeros solamente permanecerían 6, y en calidad de “Corresponsales”: Agosti, Aptheker, Lavrov, de León, Sereni y Suret-Canale. Roces y Gil-Gilbert (ya finado), al igual que Tibol, González Soriano y Manjarrez (también finado), serían incorporados al nuevo Consejo Editorial.
4 Sobre las revistas: https://www.scienceandsociety.com y http://banmarchive.org.uk/collections/mt/index_frame.htm (Fecha de consulta: 26 de mayo de 2019).
5 Al respecto, “Editorial”, Suplemento (1): 3-7 y “Presentación”, Suplemento (5): III-IV; y los editoriales: “Contrarreforma en la educación superior”, Historia y Sociedad (7) (otoño 1966): 1-5; “Por la democracia política y la autonomía universitaria”, Historia y Sociedad (12) (abril-junio 1968): 1-7; “México 1968: contra la represión por la democracia”, Historia y Sociedad (13-14) (julio-diciembre 1968): 1-3. https://esemo.mx/revista/ (Fecha de consulta: 30 de julio de 2019).
6 “Índice general de los años I y II”, Historia y Sociedad (9) (primavera 1967): 120-128. https://drive.google.com/file/d/1mCeyVcBwXkm2K25dKMA2UtuXUdPMT3WT/view (Fecha de consulta: 26 de mayo de 2019) e “Índice general del año III”, Historia y Sociedad (13-14) (julio-diciembre 1968): 59-62. https://drive.google.com/file/d/1KT2lQyFN9y7annUDrVO52-5EtyiQvopM/view (Fecha de consulta: 26 de mayo de 2019).
7 En la editorial del primer suplemento -publicado junto al número 5 de la revista, cuya portada había sido pintada por Siqueiros mientras él estaba en prisión- puede leerse: “Después de afirmar su presencia en el campo del ensayo social”, Historia y Sociedad “se aventura en los de la ciencia, el arte, la educación y la política”. Es aquí donde perfil cultural, artístico y pedagógico de la revista aparece de manera aún más nítida. Éstos son: 1) La reforma universitaria democrática. Primavera de 1966; 2) Homenaje a Siqueiros. Otoño de 1966; 3) También poesía contra la criminal agresión norteamericana a Vietnam. Invierno de 1966; 4) 7 Corridos / 1 reportaje y 20 cuentos de Graciela Amador. Verano de 1967; 5) México 1968: Contra la represión, por la democracia. Manifiestos y declaraciones. Abril-junio de 1968; 6) México 1968: Contra la represión, por la democracia. Manifiestos y declaraciones, segunda parte. Julio-diciembre de 1968. Los últimos dos (alrededor de 250 páginas) tenían el objetivo de contribuir: “a la correcta evaluación de un movimiento que por su amplitud y trascendencia ocupará un importante lugar en los anales de las luchas progresistas del pueblo y en las páginas de la historia contemporánea de México”; a evaluar “la importancia histórica que tiene el movimiento estudiantil-popular que se desarrolla desde el 26 de julio”.
8 Esto tendría un efecto decisivo en Historia y Sociedad. Las fechas coinciden: el número 10, correspondiente al verano de ese año, sería el último que aparecería con regularidad. El número 11, no fue el de otoño (ni el de invierno), sino el de enero-marzo de 1968. A partir de ahí, la secuencia se interrumpió y la revista apareció cada vez con mayor retraso: tres números en 1968 (11, 12 y el doble: 13-14), uno en 1969 (15: enero-marzo) y otro en 1970 (16: octubre). En realidad, de haber sido publicada con regularidad, el número 16 debió ser el de invierno de 1968. Historia y Sociedad fue publicada sólo 4 de los 6 años que abarcan la primera época de la revista. El quiebre es evidente: 1968.