Vivir en el límite. Territorio y multi/transterritorialidad en tiempos de in-seguridad y contención. Por Rogério Haesbaert. México: Siglo XXI Editores, 2021, 352 p.

Pensar las sociedades es repensar la manera en que los distintos espacios y lugares se construyen y viven. Algo muy importante es no colocar en el pedestal de la intelectualidad a los conceptos, es decir, por encima de las palabras del lenguaje cotidiano. Así es como se logra su análisis en función de las preguntas y los problemas de investigación que se plantean para comprender a las sociedades desde una perspectiva geográfica. Esto contribuye a evitar una fetichización de los conceptos y más bien encontrar en ellos una verdadera función de mediación entre la construcción del investigador y lo real.

Es por eso que, a lo largo de la primera parte de Vivir en el límite. Territorio y multi/transterritorialidad en tiempos de in-seguridad y contención, Rogério Haesbaert hace justamente una explicación de los conceptos retomando a grandes pensadores, en su mayoría del siglo XX, pero también lleva al lector -sea éste experto en la materia del estudio de los territorios, o simplemente un interesado en conocer la perspectiva de la geografía social- hacia el análisis territorial, a la comprensión del término territorio mismo, que contiene una cantidad de observaciones y vértices analíticos que moldean planteamientos de investigación que conjuntan a las Ciencias Sociales y a la Geografía.

Haesbaert hace énfasis en el poder, y parecería una obviedad que en todo territorio se lleven a cabo pugnas por el control, ya sea por los recursos de las personas o de las mercancías. Sin embargo, ante esta situación de tensiones entre distintos agentes se elabora un análisis de los procesos en los que se ejecutan distintas formas de dominación. El autor sostiene que, dentro de las características del Estado y su relación con el sistema económico vigente, resultan procesos que son materia de estudio para la comprensión de los territorios. Entonces, colocando al poder en el centro, se recalca que éste no existe sin resistencia, así como tampoco existe una desterritorialización total sino procesos de reterritorialización, precarios en muchas ocasiones.

Esta idea se desarrolla en algunos de sus capítulos, siendo el concepto de multiterritorialidad uno en el que se profundiza para hacer patente la necesidad de comprender que, dentro de los territorios, no hay formas unívocas y monolíticas para entender los procesos de apertura y cierre en su interior, sino que son múltiples las maneras en que estos se dan y por lo tanto en cómo se configuran.

El autor destaca distintos agentes que participan en la constitución de territorios y logra envolver, integrar e incluir una serie sumamente amplia de ellos. Es por esto que se habla del Estado nación y se destaca cómo se ha transformado la concepción de territorio a lo largo de los siglos. Hoy se comprende que ocurre un fenómeno aparentemente contradictorio donde los gobiernos ejercen y refuerzan control sobre el flujo de mercancías, a pesar de que la globalización neoliberal propugnó el cuestionamiento a los controles estatales sobre la economía. Sin embargo, ese intento ha sido menos fructífero en el campo de la fuerza de trabajo y de los componentes culturales, es decir, que ambos aspectos no han sido domeñados o encauzados de manera total por las estructuras de gobierno. Estos son elementos que generan que Haesbaert ponga sobre la mesa el concepto de transterritorialidad.

Esta obra invita a preguntarnos: ¿Qué papel territorializador juega el Estado? y también, respecto a la crisis por la que atraviesa, ¿Qué procesos de desterritorialización y de reterritorialización detonan los agentes implicados en el territorio como la sociedad, los individuos, los grupos, la cultura, la economía, la estructura y funcionamiento del gobierno?

A los lectores de este libro les parecerá evidente la vigencia del tema desde el inicio, sobre todo porque el autor llama la atención acerca de cómo lo geográfico y lo histórico llegan a definir escuelas de pensamiento integradas de manera interdisciplinaria y compleja.

La movilización y el transporte generan nuevos espacios analíticos, y diversifican las maneras en que se construyen los territorios. Lo que hace Haesbaert es analizarlas desde distintas perspectivas, destacando particularmente que el poder se encuentra en toda interacción social. Esto abre la posibilidad de integrarlo en el estudio de los temas que en otro momento le correspondería solo a la geografía, entremezclando y fortaleciendo diversas temáticas de investigación.

Esto genera que territorio/espacio/lugar/región se vuelvan “objetos de estudio” afines a distintas disciplinas y que la multiplicidad de formas en que se manifiestan implique abordajes diversos. En un inicio se desarrolla una discusión conceptual, posteriormente se pasa al análisis de la inseguridad y la incerteza que se vive en las sociedades, pero que afecta y lascera más a los estratos precarizados.

Para explicar la constelación de conceptos el autor echa mano del concepto de espacio de manera central, y la región, el territorio, el lugar y el paisaje como elementos periféricos. Asimismo, para comprender dicho concepto se decanta sobre la óptica relacional, misma que refiere en todo el libro, y busca la comprensión de los procesos de apertura y cierre de flujos a lo largo de los territorios. Al robustecer la idea del lugar, retoma lo percibido, concebido y vivido de Lefebvre (1986), que abona la geografía como constructora de conceptos para la comprensión de las multiplicidades territoriales.

Algo que resulta esclarecedor es el esfuerzo constante que hace el autor por romper las dicotomías. También pone en entredicho la exclusividad de las lógicas zonal y reticular para el estudio de las sociedades desde diferentes actores, cuando comúnmente se considera que la primera atiende al raciocinio occidental y la segunda a los pensamientos más cercanos a poblaciones originarias, particularmente en América Latina. La forma de exposición resulta clara y abona a la construcción de los conceptos, además de que su perspectiva crítica contribuye al análisis de otros trabajos en relación con territorios. No obstante, sería de gran interés que generara ejemplos quizá en un libro posterior al que aquí se reseña.

Lo multiterritorial implica la comprensión de formas disímiles en que se desenvuelven distintos modelos y patrones de dominio, así como de apropiación de los territorios. De forma esquemática, encontramos un continuum desde la visión objetivista de la dominación política económica hasta la apropiación subjetiva simbólica. Una de las propuestas que se retoma es la de Silvia Cusicanqui, quien en un discurso en 1990 denomina al espacio como autopoiético, productivo de vida entre lo humano y lo no humano. La intención es el análisis de lo multiterritorial en distintos espacios, pero también encontrar la multiplicidad dentro de cada uno.

Los agentes que se ponen en juego para comprender lo múltiple detonan distintas geometrías del poder, que configuran formas diferenciadas de apropiación del espacio. Esto coloca en el centro las situaciones de dominio, donde se invita a reconocer las diversas resistencias que los hegemonizados llevan a cabo para sostener sus territorios. Esto se hace patente cuando recordamos que la desterritorialización siempre implica reterritorialización y que, por lo tanto, ésta se vuelve una estrategia de transformación social al tornar los procesos de apertura y cierre elementos centrales para el análisis multiterritorial.

En estos procesos la participación del Estado y los poderes económicos resulta fundamental, situación que se evidencia en el caso de los territorios marcadamente funcionales. Para comprender las maneras en dicha participación ha transformado su perspectiva de delimitación de territorios, el concepto de gubernamentalización propuesto por Foucault (2008) resulta útil, pues permite distinguir las tácticas de control sobre la población. Es así como el Estado amplía su incidencia hacia las esferas de la vida privada, dejando bajo su control distintas formas de dominación de las personas y el lugar donde habitan.

Más adelante se conmina al lector a ver a las tácticas, su gubernamentalización, como intentos por controlar lo incontrolable, y que cuando los grupos originarios, por ejemplo, pelean nuevas formas de territorialización, lo que hacen es marcar una diferencia en su relación con el Estado.

Cuando el tema de seguridad aparece como prioritario surgen también los dispositivos que, mediante el discurso de la seguridad, conlleva la marginación, la segregación o la precarización de ciertas poblaciones. El autor hace un esfuerzo por llevarnos por el pensamiento de Foucault al percibir distintas formas de control que este pensador alcanzó a observar. El viraje que se propone es hacia el direccionamiento “correcto” de los flujos desde la perspectiva del poder. En suma, la posición de Haesbaert está en lograr una integración real de las poblaciones en los territorios para usufructo y en su conservación por los mismos habitantes.

Como científicos sociales, y desde la geografía crítica en particular, nos interesan profundamente los procesos de resistencia que se dan por medio del contornamiento o la transterritorialidad, así como los de lucha por la autonomía de distintas regiones, y que muestran que la contención nunca es total, sino que las poblaciones encuentran fracturas y resquicios por donde logran moverse o apropiarse de sus territorios. Esto se entiende también si vemos a la contención como un dique que regula flujos, y no como una tapa que los evita.

De esta manera, el autor cierra su libro destacando que vivir en el límite es vivir en la ambivalencia, peleando por una dignificación de la vida más allá de los desafíos que sobrevivir en la época contemporánea ya nos supone.

Bibliografía

Lefebvre, H. (1986 [1974]). La Production de l’Espace. Anthropos.

Foucault, M. (2008 [2004]). Segurança, Territorio, Populaçāo. Martins Fontes.