Juego de espejos: la representación de mujeres en libros de viajeros germanoparlantes en México en la década de 1920

A game of mirrors: the representation of women in books by German-speaking travelers in Mexico in the 1920s

Emma Julieta Barreiro
Escuela Nacional de Lenguas, Lingüística y Traducción
SUAyED de la Facultad de Filosofía y Letras
Universidad Nacional Autónoma de México

Fecha de recepción: 27 de octubre de 2022

Fecha de aprobación: 08 de mayo de 2023

RESUMEN: Una primera mirada a la representación de las mujeres en los libros Wanderjahre in Mexiko (1925), de Emil Landenberger; Mexiko (1925), de Alfons Goldschmidt; Land des Frühlings (1928), de B. Traven; y Von Vulkanen, Pyramiden und Hexen. Mexikanische Impressionen (1930), de Marianne West, muestra una variedad de formas de percepción y descripción de las figuras femeninas como componente esencial de la naturaleza y la sociedad mexicana durante la década de 1920. Los estereotipos y tipos representados nos hablan de las diferenciaciones que se hacen entre mujeres y otros sectores sociales. Cuestiones de raza, género, o educación y tradición, se despliegan en este mirar y encuentro con un Otro femenino que despierta desde asombro, respeto y solidaridad o, en algunos casos, hasta atracción erótica. Vemos un juego de espejos que nos habla tanto de la representación de las mujeres mexicanas como de las alemanas de esa época, y nos motiva a extender nuestra mirada sobre un panorama hasta ahora poco estudiado desde un punto de vista comparativo.

Palabras clave: México, viajeros germanoparlantes, mujeres, género, raza, representación, educación

ABSTRACT: A first look at the representation of women in the books Wanderjahre in Mexiko (1925), by Emil Landenberger; Mexiko (1925), by Alfons Goldschmidt; Land des Frühlings (1928), by B. Traven; and Von Vulkanen, Pyramiden und Hexen. Mexikanische Impressionen by Marianne West (1930), shows a variety of ways of perceiving and depicting female figures as an essential component of Mexican nature and society during the 1920s. The stereotypes and types depicted tell us about the differentiations made between women and other social sectors. Questions of race, gender, or education and tradition are displayed in this look and encounter with a feminine other that awakens astonishment, respect, and solidarity or, in some cases, even erotic attraction. We see a game of mirrors that tells us as much about the representation of Mexican women as about that of German women of that time, and motivates us to extend our gaze over a panorama so far little studied from a comparative point of view.

Keywords: Mexico, German-speaking travelers, women, gender, race, representation, education

Introducción

Corría la década de los años veinte en un México posrevolucionario y una Alemania de la posguerra en la República de Weimar. Los escasos estudios históricos que hasta ahora han analizado en forma sistemática las relaciones bilaterales y transnacionales entre esos dos países durante este período destacan que, a pesar de las respuestas particulares de cada una de estas naciones a los disturbios en diversos ámbitos causados por profundas crisis sociales y políticas, se mantuvo un interés recíproco en conservar diversos vínculos:

Al igual que antes de 1918 y después de 1933, los aspectos más importantes de las relaciones continuaron siendo los intereses económicos -que ambas partes compartieron por motivos diferentes-; el interés en mantener el Deutschtum -que en las obsesiones alemanas jugaba un papel importante-, y el papel de Alemania como contrapeso a la influencia de otras potencias, un factor importante para la política exterior mexicana (Rinke, 2007, p. 63).

Estos aspectos se desarrollan con diversa intensidad en las tres fases que Stefan Rinke (2007) ha señalado para estudiar las relaciones entre México y Alemania durante esta época: la “reanudación” de 1918-1919 hasta 1924-1925; la “intensificación” de los contactos entre 1925 y 1929-1930; y el “eclipse” a partir de 1933, debido a la crisis mundial económica. La fecha de publicación de los cuatro libros que se estudian en esta investigación se sitúa dentro del periodo señalado por Rinke como “intensificación” de los contactos entre México y Alemania, pues dos de ellos se publicaron en 1925, uno en 1928 y otro en 1930. A la par de la representación de mujeres mexicanas también observamos la de mujeres alemanas, además de algunas facetas de los llamados Auslandsdeutsche, la comunidad alemana en el extranjero, en este caso específico, en México.

La selección de autores aquí presentada se circunscribe a tres viajeros hombres y una mujer como muestra representativa de esta literatura de viaje; si bien los cuatros pueden considerarse producto de la democratización y cambios sociales particulares de la República de Weimar, su diversidad ideológica, desde el anarquista Traven y el marxista Goldschmidt, hasta el hombre de negocios y aventurero Landenberger, o la joven viajera West, representante de la “nueva mujer alemana”, nos ofrecen un panorama de México y su gente con tintes variados sobre cuestiones de raza, género, o educación y tradición. Me interesa en particular explorar aquí la percepción y descripción de lo mestizo, lo castizo, lo indígena e, inclusive, lo Auslandeutsche, mediante la representación de las mujeres en el México de la década de 1920. Su mirada se encuentra con un Otro femenino que despierta desde asombro y respeto, solidaridad o extrañeza y, en algunos, casos hasta atracción erótica, en contextos rurales y urbanos. A través de procesos discursivos identitarios, esta literatura de viaje nos ofrece un juego complejo de espejos donde la variedad en la claridad, distorsión, asimilación o distanciamiento del reflejo hace eco de la percepción de la propia imagen de los observadores.

Las representaciones en el discurso textual y visual de los libros aquí discutidos tienen que ver con modelos culturales, los cuales en cada sociedad corresponden a discursos y prácticas en un periodo histórico determinado. Desde la perspectiva de la historia cultural, los espejos se convierten en “…universos simbólicos que las personas adoptan o rechazan y por eso ayudan a explicar las conductas y las acciones que esos grupos sociales tienen” (Chartier en Pargas, 2018, p. 107). De esta forma, el estudio de la representación de tipos y estereotipos como figuras simbólicas de imaginarios sociales y culturales mediante actos de percepción y descripción, entre observadores y figuras observadas, enriquece la comprensión de una época de cambios sociales y culturales, tanto en Alemania como en el México en la década de 1920, y un primer acercamiento al papel de la representación de las mujeres dentro de la interacción de estos dos países en dicho contexto.

Para establecer un diálogo teórico más amplio sobre la representación de mujeres en estos libros de viaje con respecto a presupuestos sobre identidad, estereotipos y roles de género, acudo a algunos aspectos de la imagología, disciplina que colabora en la lectura hermenéutica de textos que surgen de la convivencia o del conflicto entre dos o más culturas, etnias, comunidades, géneros y clases, en los que se construye una imagen del Otro y su mundo. La imagen del Otro es un espejo de la propia (Pérez Gras, 2016). La aplicación de esta disciplina a la literatura señala que el estudio de las imágenes, los prejuicios, los clichés, estereotipos y, en general, de las opiniones sobre otros pueblos y culturas que aparecen en los textos literarios, revela el valor ideológico y político que pueden tener ciertos aspectos de una obra, en tanto que condensan las ideas que el autor comparte con su medio social y cultural, al mismo tiempo que cuestionan la propia identidad (Vlasta, 2022, pp. 112-125). En estos términos, las representaciones culturales o imágenes no son una duplicación de la realidad, sino creaciones literarias autorreferenciales. Así, la representación de mujeres aquí estudiada constituye, por una parte, un juego de espejos donde la imagen del Otro (en este caso, la Otra) es un espejo de la propia; por otra parte, dentro del género de literatura de viaje tales representaciones adquieren un estatus de creaciones autorreferenciales que condensan aspectos del medio social e histórico tanto del observador, como de los sujetos observados.

En las siguientes páginas veremos cómo las definiciones del yo y del Otro, así como de las identidades individuales y colectivas en los textos y paratextos (fotografías e ilustraciones) en los libros de los viajeros estudiados, dependen de diversas categorías sociales y de identidad, según la interseccionalidad de género, edad, etnia, nación, religión o clase social, así como de la sociabilidad de los autores con redes de intelectuales o comerciantes mexicanos o migrantes germanoparlantes. Aunque los estereotipos se basen en categorizaciones, simplificaciones y generalizaciones que muestran características de miembros de un grupo social, asociadas con evaluaciones positivas o negativas, desde el punto de vista de metodologías críticas como la imagología y sus “pictures of the head” (Thiele, 2022, p. 232), son un fructífero campo de reflexión y análisis sobre actuaciones y transacciones interculturales que provocan una negociación y una reflexión intensa de la identidad cultural y de la diferencia.

A pesar de los contrastes entre los modos discursivos femeninos y masculinos, diversas expectaciones estereotípicas de género han sido señaladas desde hace tiempo (Mills, 1991), y, más recientemente, inclusive en la literatura de viaje en específico (Bassnett, 2002; Siegel, 2004; Rouhette, 2016), también se ha señalado que establecer la diferencias de esos discursos es muy complejo porque las prácticas discursivas femeninas se producen y reciben en construcciones ideológicas que comparten similitudes con la construcción discursiva y la recepción de los textos masculinos (Pellegrin, 2015). En las obras aquí estudiadas pueden distinguirse similitudes y diferencias entre los modos de enunciación masculina y femenina, pero también cómo ambos modos con frecuencia comparten rasgos retóricos y discursivos similares, en cuanto a procesos de alteridad.

A continuación se presentará, mayormente mediante resumen, paráfrasis o descripción, más que a través de citas textuales, las representaciones (textuales y visuales) de figuras femeninas mexicanas en los libros comentados, como un paso inicial para su análisis como transacciones culturales, construcciones sociales e históricas con inherentes procesos de estereotipación y alterización discursiva que enriquece la reflexión sobre el papel de las mujeres en las relaciones entre México y Alemania durante República de Weimar y la Posrevolución mexicana.

Entre romanticismo y negocios. Wanderjahre in Mexiko (Años de andanzas en México), de Emil Landenberger (1925)

Emil Landenberger nació en 1882 en Canstatt-Stuttgart, Alemania, y murió en Lima, Perú, en 1941. Su libro Wanderjahre in Mexiko, publicado en Leipzig por la editorial F.A. Brockhaus en 1925, contiene 304 páginas, 86 fotos y un mapa de su autoría. Sus descripciones en general son factuales y directas, con un estilo periodístico. La acción y aventuras suceden lo mismo en la naturaleza y en las ciudades que visitó, que entre las personas con quienes interactuó u observó, entre las cuales las mujeres ocupan con frecuencia un lugar prominente.

La portadilla del libro de Landenberger es una foto en blanco y negro de una joven mestiza mexicana, vestida con un traje típico al estilo china poblana: blusa blanca, rebozo de seda portado en forma elegante, con una mano en la cintura y la otra dejando caer con suavidad el rebozo; lleva una falda ornamentada con un fruncido triple en la parte superior de diversos tonos, adornada con chaquira hasta la parte inferior; de su cuello cuelgan tres o cuatro collares de diverso largo. Sus dos largas trenzas bien peinadas caen hasta la cintura al lado de su apacible y armónico rostro (véase Figura 1). No sonríe, pero su rostro sugiere un gesto de sonrisa. Tanto la gestualidad de la mujer como su atuendo nos muestran una visión elaborada y artística. Sus ojos se dirigen directamente a la cámara con una mirada tranquila. El fondo de la foto parece el patio de una casa. El pie de foto dice: “Eine Schönheit aus dem Volke” (Una belleza del pueblo). Así comienza el autor su libro de andanzas en México, con la mirada de una mujer y su propia mirada hacia esa mujer. Las primeras palabras de su prólogo parecen complementar esta vista: “Con gran gusto he vivido en el país romántico de México” (Landerberger, 1925, p. 3).1

Figura 1 “Eine Schönheit aus dem Volke” [Una belleza del pueblo].

Fuente: Fotografía de Emil Landenberger. Portadilla en Emil Landerberger (1925).

Geólogo, viajero investigador, periodista, escritor, hombre de negocios e inclusive cónsul alemán en Colombia en algún momento, Emil Landenberger, además de vivir en México, estuvo en los Estados Unidos y en varias regiones de Asia y Sudamérica como Paraguay, Chile, Brasil y Perú. En su Wanderjahre in Mexiko, Landenberger señala que llegó a México después de visitar familiares en los Estados Unidos, en busca no sólo de fortuna y aventura, sino también para documentar las condiciones generales (flora, fauna, gente, política) del país al sur del Río Bravo, en aras de brindar con su propia experiencia un servicio a las actividades comerciales de alemanes en México. A la vez, se ocupó de una gran variedad de cuestiones relacionadas con la sociedad de acogida. Un aspecto sobresaliente es su mirada a las mujeres en México.

La participación del autor en la vida cotidiana del país también se refleja desde la interacción lingüística y cultural que tiene con su profesora de español, hasta su uso esporádico de palabras en español y su reflexión sobre las interacciones sociales y culturales entre los mexicanos. Inicia su recorrido por el norte de México y después sus andanzas incluyeron Zacatecas, Guanajuato, Tula, la ciudad de México, las pirámides de Teotihuacán y Cholula, la Villa de Guadalupe, Cuautla, Xochicalco y Mitla, así como excursiones al Popocatépetl, el Nevado de Toluca, una visita a Veracruz y, casi al final, hace una visita a la costa del océano Pacífico y un viaje con un amigo mexicano suyo a Tehuantepec, una zona que aprecia especialmente por diversas causas, una de ellas, las mujeres.

En sus recorridos a caballo, en tren o en coche, con frecuencia hace referencia a los diversos tipos de mujer que encuentra. Describe cómo las hermosas mujeres o chicas que con frecuencia se topa en sus recorridos, observan a los pasantes o hablan con sus amigas detrás de ventanas enrejadas; Landenberger (1925, p. 62) dice que gran parte de estas mujeres tiene ojos tan hermosos que no necesitan maquillarse. El énfasis que hace a lo largo de su libro en los fuertes contrastes entre pobres y ricos en México, también menciona las hermosas jóvenes mestizas que habitan en casas con salas decoradas con muy buen gusto y lujo, pero que en la noche duermen sobre camas de paja porque su familia no tiene dinero para comprarles camas. Esta divergencia es un ejemplo de una idea que repite constantemente en su libro: México es la tierra de las sorpresas, los contrastes y lo romántico, en especial la ciudad de México: “México es la ciudad del romanticismo y los fuertes contrastes” (1925, p. 56).

Landenberger describe sin precisión antropológica distintas culturas indígenas, pero mediante sus rasgos generales físicos y vestimenta o comportamiento social; establece una clara diferencia entre las del sur y las del norte; incluye, por ejemplo, zapotecas, yaquis y mayas. En algún otro momento, menciona cómo un indio viejo, ciego y sabio, es acompañado por una joven mujer y aprovecha para decir que no conoce a ningún indio que no haya estado casado con más de una mujer (1925, p. 106). Enseguida afirma que las mujeres, en especial las indígenas, tienen una inusual carga de trabajo, sobre todo las esposas de los soldados; dice que casi al lado de cada soldado de un regimiento que ve en Tlalpan, marcha una mujer cargando a su hijo con un rebozo en la espalda y lo amamanta en las pausas del camino. Asegura que las soldaderas mexicanas hacen cosas sobrehumanas que ni siquiera vio durante sus viajes en África, y que esa fortaleza sólo la tienen mujeres “de la raza indígena”. Otro ejemplo, de los varios que ofrece sobre su admiración y solidaridad con las mujeres mexicanas, es durante un viaje a Cuernavaca desde la ciudad de México, cuando dice que, junto a los primitivos ranchos indios entre modernas casas, las mujeres, las mulas y los caballos de carga tienen mucho trabajo: “Uno lleva un enorme rollo de estera de paja, el otro una enorme cesta repleta de pollos, el tercero tinajas (ollas de barro), pero de tal tamaño y peso que nos horroriza. Detrás de los cargadores siempre vienen mujeres y niños en trote cadencioso” (1925, p. 119). Tanto las soldaderas como las mujeres campesinas, ambas de origen indígena, realizan actividades de igual envergadura física y responsabilidad que sus compañeros masculinos.

El contraste entre las actividades y ocupaciones de las mujeres según su raza y grupo social es constante en el libro de este autor y esto lo muestra muy claramente en diversas fotos que incluye en su libro. En una hay un grupo de siete niñas sentadas alrededor de una mesa bordando bajo la vigilancia de dos maestras y un hombre que observa al fondo; el pie de foto indica “Bordadoras en Veracruz” (véase Figura 2). En otra, vemos un elaborado retrato de tres mujeres indígenas de Amatlán, Veracruz, elegantemente vestidas con huipiles y, como era costumbre, descalzas, (véase Figura 3) posan para el fotógrafo con elegancia natural, una parada, otra sentada sobre una banca y la tercera sobre un banco pequeño; todas miran directo a la cámara con porte de gran señorío. Los tres niveles de altura en que Landenberger las sitúa permite admirar sus rasgos individuales con nitidez.

Figura 2 “Stickerinnen in Vera Cruz” [Bordadoras en Veracruz].

Fuente: Fotografía de Emil Landenberger en Emil Landerberger (1925).

Figura 3 “Indianierinnen aus Amatltán im Staate Vera Cruz” [Indias de Amatlán en el Estado de Veracruz].

Fuente: Fotografía de Emil Landenberger en Emil Landerberger (1925).

Por otro lado, Landenberger hace varias referencias a los Auslandsdeutsche; por ejemplo, al describir a los dueños alemanes de minas en Zacatecas paseándose con sus rubias mujeres e hijas alemanas, como un grupo segregado de los mexicanos. Curiosamente, al describir la tez blanca de los alemanes, Landenberger menciona su personal atracción por la tez morena, en especial, la de las mestizas. A pesar de que con frecuencia alaba la belleza de las mujeres mexicanas, al decir que ha visto las más hermosas en una plaza de Texcoco, agrega que es una lástima que tiendan a engordar pronto (1925, p. 94). En otro pasaje señala que las mujeres mexicanas pasan demasiado tiempo en su casa a partir de los catorce años, con frecuencia ocupándose de labores relacionadas al hogar o, según su clase social, artesanías, a menudo arruinando sus ojos y su salud en el proceso; dice que con frecuencia las de clase media crecen en una reclusión casi de tipo oriental, enclaustradas y ajenas al mundo (1925, p. 116). En esta parte, observa que este tipo de vida no es igual para todas las mujeres en el resto de América Latina y señala, en especial, que a través de sus viajes ha visto que el enclaustramiento social de las mexicanas contrasta con la independencia que ha observado en las argentinas.

En el sentido de reclusión es interesante lo que añade respecto a la educación de las mexicanas. Cuenta que, en el pasado, las jóvenes eran enviadas al convento para su educación, pero que como los conventos de México están ahora todos cerrados, el Estado ha creado escuelas para niñas. En las ciudades más grandes también hay escuelas públicas basadas en el modelo europeo. A pesar de ello, dice que rara vez encontró una mujer mexicana que pudiera considerarse educada según “nuestros estándares” y afirma que la educación de los chicos es muy diferente, mucho más moderna, y finaliza con el comentario de que “sin embargo hay que decir que las mujeres en México son las personas más agradables” (1925, p. 116). De esta forma, a pesar de su nivel más bajo de educación, confirma su atracción hacia las mujeres mexicanas.

Otro rol de las mujeres mexicanas que Landenberger refiere, es el papel que afirma desempeñan en el casamiento, tanto con mexicanos como con alemanes. Desde su perspectiva, “toda la vida en México es más sensual que en nuestros fríos países del norte” (1925, p. 115); debido a esto y a la pasión que llevan en la sangre, los mexicanos se casan jóvenes. La boda llega entonces rápidamente para ambos sexos y asegura que con esto el desarrollo espiritual de la niña mexicana es, en diversos sentidos, incompleto. Según este autor, a diferencia de la indefinición del número de mujeres por cada hombre entre los indígenas, para los mestizos de clase media, el tema es más complejo, pues el cortejo para casarse con una joven comienza detrás de las rejas de la ventana y, una vez que se acepta al candidato, podrá entrar a la casa de su prometida el día de la boda. Sin embargo, asegura que en México el hombre no se casa sólo con la mujer, sino con toda su familia; y si el marido tiene un buen puesto, ya se instalarán en su casa las “tías y las niñas”; la suegra y consuegra mandarán en su casa y no él (1925, p. 115). En ese sentido, presenta un panorama donde el poder de la mujer mexicana domina.

En su época, dice Landenberger, pocos alemanes se casaban con mexicanas. Asegura haber conocido a un bávaro católico que fue muy feliz con su esposa y, sin embargo, muy infeliz, pues todos sus parientes vivían a su costa. Incluso los primos de la esposa vivían a sus expensas. No obstante, afirma que los matrimonios entre alemanes católicos y mexicanas son en su mayoría exitosos (1925, p. 115), con lo cual establece un proceso identitario de diferencia entre los propios alemanes católicos y los protestantes, pues para los últimos, tales uniones interculturales podrían atentar contra su Deutschtum o germanidad, mientras que para los “otros” católicos del sur de Alemania el proceso es distinto y, con esto, expresa alteridad dentro su propio contexto germano. A pesar de esa distinción, señala la general autosegregación de los Auslandsdeutsche para preservar su germanidad e indica que es común que establezcan y aprovechen, como otros grupos de extranjeros con poder de inversión, las redes de interacción económica que establecen entre ellos a lo largo de México.

El capítulo final de su libro, cuyo tono con frecuencia es de aventuras, se intitula “El Desarrollo de México en tiempos recientes”, en el que ofrece un breve análisis sobre el México a mediados de la década de 1920 y menciona la histórica y tradicional buena relación entre México y Alemania, y lo cito aquí en alemán poque Landenberger incluyó el adjetivo “geheilig” (sagrado) en su descripción, lo cual parece una hipérbole diplomática: “die Freunschaft zwischen Mexiko und Deutschland seit alt, geheiligt und traditionell” (1925, p. 292). Describe a continuación y como evidencia de esto la visita del presidente y general Plutarco Elías Calles a Alemania, en el verano de 1924, y el interés presidencial de esa época en la migración germana e inversión en México. Aunque aconseja a los jóvenes alemanes sólo emigrar a este país si ya cuentan con un trabajo fijo, porque en otros países de Sudamérica encontrarán mejores condiciones (1925, p. 293); enumera aspectos de producción y la riqueza natural en México y la ya existente red de Auslandeutsche, para expresar su esperanza de que la disparidad económica y social, además de los conflictos armados y los niveles de educación, mejoren con la política del presidente Calles (1925, p. 298).

Dentro de este contexto, la descripción y percepción de Landenberger sobre las mujeres mexicanas toca muchos estereotipos. Destaca la belleza de las mestizas, la fortaleza casi sobrehumana de las indígenas, aunque a las mestizas de clase media y alta las relaciona con un enclaustramiento social, además reconoce la manipulación y el poder de las suegras y tías en las familias de clase media. En cuestiones de prácticas sociales de sexo y matrimonio, apunta a una marcada diferencia entre los mestizos de clase media y los indígenas. A pesar de que indica que en general hay un déficit en la educación de las mujeres y no parece haber estado al corriente de la emancipación de la mujer mexicana a partir de la Revolución, al comparar su bajo nivel educativo y de dependencia con los de las mujeres alemanas e inclusive con el de las argentinas, la sitúa como un componente esencial del paisaje romántico de México y factor fundamental en su proceso de desarrollo.

Huellas de mujeres mexicanas en el libro Mexiko (México), de Alfons Goldschmidt (1925)

Alfons Goldschmidt nació en Gelsenkirchen, una población en el estado federado alemán de Nordrhein Westfalen, en 1879, y murió en la ciudad de Cuernavaca en 1940. Proveniente de una familia de judíos relacionados con la industria textil, Goldschmidt cursó estudios universitarios de arte, después estudió derecho y economía en Múnich y Berlín, donde finalmente obtuvo un doctorado en economía en 1904. Su matrimonio con la acaudalada Lina Jakoby, le permitió dedicarse al periodismo financiero como freelance. Además de Alemania y Rusia, vivió en Argentina y en México, donde fue profesor universitario entre 1923 y 1925. Fue en ese año que contribuyó a la filmación de una película basada en su libro Auf den Spuren der Azteken, para la productora de películas UFA (Universum Film AG), la cual fue estrenada en 1927. Ante el avance del nacionalsocialismo en Alemania, en 1939 viajó a México con su segunda esposa, Leni Weizenkorn, donde fue consejero de Estado para ayudar a los inmigrantes antifascistas y el fundador de la Liga pro Cultura Alemana en México.

En la portadilla de su libro Auf den Spuren der Azteken, Goldschmidt (1927) muestra a una figura femenina que contrasta con la portadilla en el libro de Landenberger (véase Figura 4). Vemos la foto en blanco y negro de una persona mayor que no mira directamente a la cámara y no posa como la joven mujer en la portadilla de Wanderjahre in Mexiko, o las elegantes indígenas de Amatlán. El gesto del rostro es duro, la boca está fruncida, la cabeza está cubierta por un velo blanco que cae a los lados hasta la altura del pecho; una blusa holgada, sin cuello y sin mangas, de tonos oscuros y lunares blancos, desvanece el contorno del pecho; la falda que lleva parece ser sólo una tela enredada con un nudo al frente de la cintura, sin gracia ni equilibrio. Destaca la postura de la mano izquierda recargada sobre la cadera, el puño doblado hacia adentro sobre ésta; las venas hinchadas y sobresalientes sugieren una dureza un tanto andrógina y edad avanzada; la figura femenina parece estar a la espera de algo. La indefinición de sus rasgos suscita una incógnita respecto a la identidad de género de la persona. Sin embargo, el pie de foto señala: “Tehuana”. Auf der Spuren der Azteken dio origen a un proyecto fílmico hasta ahora no encontrado. Goldschmidt, a diferencia de Landenberger, ha atraído recientemente la atención de varios especialistas que se ocupan de estudiar diversos aspectos de su relación con México (Acle-Kreysing, s. f.; Pérez Montfort, s. f.).

Figura 4 “Tehuanerin” [Tehuana].

Fuente: Fotografía de Lina Jacoby. Portadilla en Alfons Goldschmidt (1925).

Dos años antes de Auf den Spuren der Azteken, Goldsmith había publicado otro libro intitulado Mexiko (Goldschmidt, 1925), con ilustraciones de Diego Rivera, el cual se comentará aquí. Goldschmidt estructura los capítulos de su libro Mexiko a partir de ejes temáticos que agrupan prácticas culturales en torno a referencias político-geográficas sencillas: la superficie, frutas y animales, la gente, la revolución, América. Este no es el lugar para hacer un contraste detallado entre estos dos libros, pero es interesante observar que en su Auf den Spuren der Azteken los títulos de los capítulos señalan matices más específicos de la temática abordada en su libro Méxiko: las montañas, el agua, dioses prehispánicos, la virgen, el trabajo, la danza, la muerte, el martirio del indio y el arte de Diego Rivera. En su Auf der Spuren, las huellas de la formación académica de Goldschmidt que aparecen en forma clara en el discurso de su libro Mexiko desaparecerán y darán lugar a un estilo más poético y metafórico. En las siguientes páginas me concentro en una aproximación inicial a la forma en cómo Goldschmidt describe y representa en su libro Mexiko tipos y estereotipos de mujeres, desde un punto de vista que muestra la percepción de un economista y analista político marxista, vinculado a una red de intelectuales y artistas en México.

En el capítulo dedicado a la gente, Goldschmidt describe diferentes tipos de mestizajes, subrayando que son el fundamento de la cultura mexicana y que el mestizaje entre los españoles y las mujeres indígenas fue el más común desde tiempos de la Colonia, pero también indica que no estuvo exento de brutalidad y violencia hacia las mujeres (Goldschmidt, 1925, p. 106). Un tipo diferente de esta violencia la asocia con la prostitución, una actividad común tanto en países capitalistas como no capitalistas, pero especialmente de orden capitalista (1925, p. 107). Continúa con el tema de la prostitución en las grandes urbes, en general, para luego decir cómo se daba en Tenochtitlán también un mercantilismo corporal que, aunque asociado al capitalismo, lo considera una práctica mercantil que toca tanto al proletariado como a los capitalistas y está presente en todas partes del mundo (1925, p. 109). Desde el punto de vista de propiedad y mercancía, señala que en México la norma es que la mujer se considere, todavía más que en Europa, como una propiedad del hombre, además de que con frecuencia sabe que será objeto de engaño y por esto suele tener una actitud de sumisión para preservar el vínculo con su esposo. Asegura que, incluso, no es inusual que tenga a su cuidado los hijos bastardos de su marido, y que en el entierro de un hombre con frecuencia la esposa tendrá que encontrar o enfrentar a sus varias amantes por la herencia. En este punto, el autor subraya que estos casos se dan con frecuencia entre la burguesía y atañe también a las normas de la iglesia católica que reinan sobre la preponderante sumisión de las mujeres. Señala que, entre los indígenas, las mujeres desempañan más un rol de camaradas con sus parejas, aunque la sumisión es de otro orden y está relacionada a jerarquías dentro de sus comunidades.

Más adelante ilustra hasta qué punto las mujeres mexicanas siguen desempeñando un rol de objeto o de tráfico de propiedades en relaciones personales, y ofrece como ejemplo los crímenes pasionales y de honor ofendido, relacionados a celos que, según su punto de vista, hacen hervir la sangre en México, aún más acaloradamente que en Europa; asegura que la pasión en este escenario es de tipo individualista y no expresa un sentimiento por la libertad comunitaria de las mujeres (1925, p. 109). El deplorable rol que puede alcanzar la mujer en ciertas comunidades indígenas lo ejemplifica con un caso extremo entre los indios otomíes de Guanajuato, que celebran todos los años un festival de sexo, según le contaron, donde emborrachan y dan marihuana a las mujeres para luego cometer orgías sexuales que son de una exageración indescriptible. Trata de explicar esto como una especie de práctica medieval que refleja la probable visión más simple de algunos indígenas sobre el sexo (1925, p. 110). Al lector le queda claro que, de acuerdo con las descripciones de Goldschmidt, el rol de la mujer en ese contexto es de objeto y de vulnerabilidad completa, al ser modificado su sentido de la realidad con drogas como la marihuana.

En contraste con estas observaciones, en otras partes del mismo capítulo señala la importancia de la maternidad para todos los grupos de mujeres: las mestizas, las indígenas y las criollas. Ese papel, dice Goldschmidt, es fundamental en su rol identitario en la sociedad, vinculado a una devoción y ternura poco conocida en Europa (1925, p. 125). Por otro lado, al igual que Landenberger, describe con asombro y respeto cómo las soldaderas son verdaderas camaradas de sus compañeros, en una forma desconocida en Europa porque no sólo acompañan en la vida a sus hombres y cargan con los hijos de ambos, sino que, a la muerte de los soldados en combate, muchas veces tomarán sus armas y continuarán las batallas ellas mismas (1925, p. 126).

En contraste con lo anterior, cuando llega el turno de describir el atuendo de las mujeres, la compleja y variada forma de usar sus rebozos para adornar sus cabezas, cargar cosas, bebés, protegerse del sol o ser coquetas, destaca en general la suntuosidad y variedad de los colores, materiales, bordados y formas de los materiales de diversas vestimentas tradicionales, así como la manera de llevarlas y portar joyas de oro, no sólo entre diferentes etnias indígenas, sino también entre las mestizas, sobre todo en las fiestas comunales, donde las mujeres, especialmente las tehuanas, se dejan ver como grandiosas y atractivas figuras (1925, pp. 132-133). La foto de la figura con fuerza pero poca gracia de la anciana tehuana con gesto adusto y género casi indefinido en el libro Auf den Spuren der Azteken de Goldschmidt, difiere fuertemente de la admiración que este autor expresa en su libro Mexiko sobre la belleza, gracia y elegante porte de la mujer tehuana, a quien incluso se refiere como la diosa griega del Istmo, “Griechin des Itsmus” (1925, p. 133).2 El especial atractivo tanto de su atuendo como de su porte, lo contrasta con el de la china poblana que considera, aunque colorido, brillante y llamativo, un tanto superficial. Curiosamente, equipara la importancia a nivel nacional de la figura femenina de la tehuana con la figura masculina del charro, como símbolos de México. Salta a la vista del lector la comparación que Goldschmidt hace en esta sección entre la figura de la tehuana y la china poblana, porque en muchas otras instancias en sus descripciones sobre diversos aspectos de costumbre y usos en México, en general establece símiles o costumbres de personas, vestimentas o comidas de otros países de Europa oriental y occidental, África y el lejano Oriente, como China.

El lector, un poco más familiarizado con la cultura mexicana y la relación de Goldschmidt con México, se pregunta si este específico vínculo y símbolo nacional lo toma de las ilustraciones que el artista mexicano Diego Rivera le facilitó, aunque no fueron producidas en forma específica para este libro, sino que el artista mexicano usó para diversas publicaciones e, inclusive, se incluyeron en murales (Barreiro y Beyer, 2022). De las doce ilustraciones, tres son de mujeres, dos son vendedoras indígenas, una de frutas, otra de flores, y una tercera muestra a dos jóvenes de espalda desnudas frente a un ídolo prehispánico, en una especie de ritual de fertilidad. Las dos primeras remiten a la actividad comercial de las mujeres, y la tercera a su dimensión sexual y erótica.

Para determinar con la profundidad y extensión que se merece la representación de la mujer en publicaciones de Alfons Goldschmidt, sería necesario abordar otras de sus obras, tanto sus escritos de economía y autobiografía, reportajes, más notas de viaje relacionadas a México, pero en una primera fase de esta perspectiva comparativa, cabe recordar que durante sus dos estancias en este país, estuvo acompañado por dos figuras femeninas alemanas de gran importancia en su vida y contribución esencial para su apreciación de la mujer mexicana: sus dos esposas. Lena Jacoby, con quien estuvo casado desde 1915 hasta 1935, y en su segundo viaje a México lo acompañó su esposa Lena Weitzenkorn, con quien se casó en 1938 y vivió a su lado hasta su muerte en Cuernavaca, en 1940, después de un año de haber vuelto a México. Aquí no abundo más sobre la obra fotográfica de Jacoby, producida a lo largo de su vida junto a Goldschmidt, ni sobre el tipo de educación que tanto ella como Lena Weitzenkorn recibieron en Alemania, que ya de entrada configuraba la perspectiva de contraste que podía establecer Goldschmidt con las mujeres mexicanas.

La galería de rostros que muestra este autor sobre la mujer mexicana, como se ha descrito en este breve apartado, incluye diversos tipos de mujeres indígenas y mestizas, y menciona la gran variedad de su roles en la sociedad mexicana, desde la prostitución, la maternidad, su papel como símbolo de fertilidad y abundancia, hasta su participación en escenas de celos, orgías, su sumisión o sometimiento, o el loable rol como camaradas de las indígenas en la producción al lado de campesinos y soldados. Si sobre las indígenas menciona instancias de sumisión, también señala a aquellas que fueron compañeras de sus parejas durante la Revolución, hasta la figura excelsa de las tehuanas. Parece ser que la red de artistas mexicanos, intelectuales y académicos con los que Goldschmidt tuvo contacto, tales como Diego Rivera, el Dr. Atl y mujeres mexicanas tan conocidas como Frida Kahlo y María del Carmen Mondragón Valseca, conocida como Nahui Ollin, posteriormente también actuaron de informantes en la representación de las mujeres mexicanas en este libro, un tema sobre el que se podrá profundizar en otra ocasión. A continuación, se presentará un recuento más somero, no por falta de información sino por límite de caracteres, de los libros de viaje B. Traven y Marianne West, mencionados anteriormente.

Luces y mujeres en la selva chiapaneca en Land des Frühlings (Tierra de la primavera), de B. Traven (1928)

El libro de viaje Land des Frühlings fue publicado por Buchgilde Gutenberg en Berlín, en 1928. Es el único texto autobiográfico de B. Traven, seudónimo del autor de doce novelas, un libro de reportajes, varias decenas de cuentos, decenas de traducciones, varios artículos y cartas publicados entre 1926 y 1968. Hasta hace poco, su nombre real, nacionalidad, fecha, lugar de nacimiento y detalles biográficos eran todavía inciertos; sin embargo, recientemente se han revelado detalles que indican que su verdadero nombre era Moritz Rathenau y fue un alemán con orígenes judíos, cuya afiliación anarquista lo puso en peligro de muerte en Alemania, de ahí su exilio en México (Heyman, 2019). Por otra parte, la mayoría de sus biógrafos coinciden en que sus libros de narraciones fueron escritos primero en alemán, y luego traducidos al inglés, aunque la lengua precisa de las primeras versiones de sus textos todavía continúa siendo un motivo de gran debate, al cual Traven mismo añadió polémica al indicar en sus cartas a editores anglófonos y en otros documentos, que sus obras fueron escritas originalmente en inglés (Guthke, 2003). Sin embargo, puesto que publicó todos sus libros en alemán, los haya o no escrito desde un principio en esa lengua, y el hecho de que vivió durante muchos años en México, donde también se desarrolla la mayor parte de su ficción, lo incluyo como autor germanoparlante en esta consideración comparativa.

La división de capítulos de Land des Frühlings no sigue un orden cronológico, sino una disposición un tanto arbitraria de pensamientos del autor, quien describe, en general, a base de frases cortas, adjetivación selecta y descripciones concretas, entreveradas con argumentos o reflexiones de diverso tipo, sus recorridos por diversas áreas del estado de Chiapas, al sur de México, lugar donde se desarrolla exclusivamente el viaje descrito en este libro. La edición original en alemán de Land des Frühlings cuenta con 429 páginas, al final de las cuales se encuentran otras 64 páginas que contienen 132 fotografías tomadas por Traven mismo. “Reise im Lande des Frühlings” (Viaje en la tierra de la primavera) se titula la sección al final de libro con las fotos, las cuales forman una parte integral aunque independiente del resto de la narración. Las fotos no se incluyeron en la edición moderna en español del libro publicado por CONACULTA (Traven, 1996). A lo largo de libro, a la par de las detalladas descripciones del autor sobre los diferentes grupos indígenas y otros grupos de pobladores en Chiapas, sus lenguas, costumbres, vestido, así como la flora y fauna de la región, encontramos descripciones de diversos tipos de mujeres -especial, pero no exclusivamente, de indígenas. En la portadilla no hay ninguna foto, pero comentaré brevemente tres ejemplos de los varios incluidos en la sección dedicada a las fotografías, donde se representan diversos tipos de mujeres en el contexto del libro de este autor.

B. Traven señala que las mujeres tienen un papel esencial en el desarrollo económico, social y cultural en los diversos grupos de esta área de México; pero al igual que Landenberger y Goldschmidt, indica que en general su rol tiende a ser discreto, “escondido” o relegado a un segundo plano en relación a los hombres, a pesar de que en algunos grupos indígenas las mujeres caminan la misma distancia y cargan el mismo número de pacas con mercancía y peso que sus compañeros varones, e inclusive a veces casi no llega a distinguirse la vestimenta o rasgos físicos de los hombres. El pie de foto de un grupo de indígenas Oxhuc que camina por la sierra hacia el mercado dice: “La mujer, tan fuerte y resistente como los hombres, carga con un fardo de cosecha igual de pesado, a pesar del recorrido de unos 50 km, siempre por senderos de alta montaña” (1928, p. 10) (véase Figura 5).3

Figura 5 “Oxhuc-Indianer zu Markte gehend. Links eine Oxhucfrau” [Indígenas Oxhuc caminan al mercado. A la izquierda una mujer Oxhuc].

Fuente: Fotografía de B. Traven (1928, p. 10).

Aunque Traven asegura en su texto que desde los tiempos de Cortés la belleza de las indias rebasaba a las españolas, y todos los conquistadores tenían amantes o esposas indígenas (1928, pp. 146-147), también indica, en cambio, la fealdad de algunas de las indias chiapanecas y subraya que su valor para un matrimonio o formar un núcleo familiar radica en su destreza y utilidad para realizar labores de campo y contribuir al sustento y protección de la familia (1928, p. 147). Así remite el autor a la idea de que los parámetros de belleza también son construcciones sociales.

En contraste a su valor para contribuir como sustento al hogar o por su belleza, la mujer ocupa un lugar secundario o marginal en otros aspectos; por ejemplo, si hay que hacer contacto con gente desconocida, en especial con hombres, ellas tomarán una posición uno o dos pasos detrás de su pareja masculina e, inclusive, el miedo brillará en sus ojos ante un extranjero (1928, pp. 105, 122). Algunas simplemente tendrán una habilidad casi sobrenatural para desaparecer de la vista del extraño, como en la ocasión que Traven relata haber visto a una hermosa indígena pastora a la orilla de un río, quien al verlo huyó rápida y esquiva como una cervatilla joven cuando intentó fotografiarla. La posterior y casi infructuosa búsqueda de Traven de la pastora culmina en un breve reencuentro, después de varias complicaciones, e inclusive en un breve coqueteo con ella limitado al intercambio de miradas (1928, pp. 123-125).

Si bien en ciertos pasajes de Traven resalta la belleza de algunas indígenas, como en el caso anterior, remarca frecuentemente que, más que la estética de la apariencia física, lo que establecerá el valor de la mujer en este contexto es su utilidad para contribuir a la economía familiar y su capacidad de reproducción. Por otro lado, al señalar que en algunos lugares que visita en Chiapas vio escuelas mixtas para niños y niñas, subraya también que la mayor parte de los estudiantes eran niñas y que, en general, la docencia estaba a cargo de maestras. Explica que esta proliferación de escuelas y la presencia femenina en México ha sido posible gracias a la reciente reforma en la educación en México. Una evidencia de esto la constituye una de las fotografías en la sección al final de su libro, donde se ve a una joven maestra vestida de manera formal con un elegante huipil y peinada recatada y cuidadosamente, junto con un grupo de 16 niños fuera de un salón de clases en un edificio de adobe. En la nota al pie de foto, Traven indica: “la escuela en San Felipe Ecatepec está a más de 250 kilómetros de la estación de ferrocarril más cercana. En la escuela, la vestimenta diferencia a los niños mexicanos de los indígenas. La valiente joven maestra esta área ajena al mundo tiene una amorosa tarea con los niños porque los niños indígenas no hablan español, sino tzotzil” (1928, p. 13) (véase Figura 6).

Figura 6 “Die Schule in San Felipe Ecatepec” [La escuela en San Felipe Ecatepec].

Fuente: Fotografía de B. Traven (1928, p. 13) .

El fotógrafo-autor también señala, no obstante, que en varias poblaciones hay escuelas rurales sólo para niños y que, en algunos otros, los pobladores no admiten maestras. Muchas de las docentes, como la de la foto recién descrita, son chicas jóvenes que con entrega y amor por la enseñanza realizan su labor docente en áreas de muy difícil acceso en la sierra y en condiciones paupérrimas. Traven expresa su admiración por estas jóvenes maestras.

Por otro lado, en una imagen y circunstancias distintas, muestra a un cacique con varias mujeres y señala: “Además de su propia mujer, el cacique tiene otras cinco mujeres, viudas o solteras, en su casa. A juzgar por los estándares europeos, las relaciones familiares no siempre son muy claras. Por supuesto, las mujeres son muy útiles en el hogar y, por tanto, no suponen una carga” (1928, p. 27) (véase Figura 7).

Figura 7 “Außer seiner eigenen Frau hat der Häupling noch fünf weitere Frauen seiner Sippe [Además de su propia mujer, el cacique tiene otras cinco mujeres, viudas o solteras, de su parentela].

Fuente: Fotografía de B. Traven (1928, p. 27).

En varias de las imágenes de esta sección fotográfica de su libro, las mujeres indígenas participan en actividades domésticas o de comercio. Además, Traven dedica cuatro fotos (1928, pp. 16 y 17) a la vestimenta de grupos étnicos en diversas poblaciones de Chiapas y enfatiza que las mujeres que trabajan en ranchos de “mexicanos” visten ropa para la ciudad; por otro lado, establece una diferencia entre los hombres y las mujeres en relación a mostrar su cuerpo porque asegura que, veces, ellos van casi desnudos en la selva, mientras que las mujeres siempre cubrirán su cuerpo, sin importar el grupo al que pertenezcan (1928, pp. 120-121).

Dentro del amplio panorama que presenta Traven de las mujeres en Chiapas, se incluyen observaciones como “sólo a las mujeres he visto comer piojos” (1928, p. 102), costumbre que le parece grotesca, pero considera natural entre las mujeres de grupos indígenas; más adelante, asegura que participan, a la par de los hombres, en el ritual de cortejo prematrimonial, a pesar de que el padre de ellas decida el precio de la dote que recibirá el novio, que exista la posibilidad de divorcio, especialmente en caso de infertilidad y que los matrimonios se realicen a partir de los doce años (1928, pp. 148 y 156-157).

En resumen, en su Land des Frühlings B. Traven muestra la fortaleza, dedicación y entrega de las mujeres indígenas chiapanecas en las actividades en que participan en sus diversas comunidades. Además, el autor señala la ventaja de las recientes reformas educativas para dar una mayor proyección y apoyo a esta participación (1928, pp. 26-27). A pesar de que distingue tipos de belleza y fealdad entre hombres y mujeres, o que ambos compartan, por ejemplo, delicadeza y tamaño en pies y manos, Traven destaca la belleza de algunas de las indígenas chiapanecas también. Otras vertientes por explorar posteriormente con respecto a la representación de las mujeres por parte del anarquista Traven en el estado de Chiapas durante este periodo, es contrastar, por ejemplo, su Land des Frühlings con la descripción y percepción de Chiapas que presenta otra viajera germanoparlante en esta época: Caecilie Seler-Sachs (1919), cuya obra ha vuelto a ser estudiada recientemente (Benson y López Jáuregui, s. f.) y otras germanistas abordaron anteriormente (Dolinksi, Von Hanffstegel y Tercero Vasconcelos, 1998; Von Hanffstegel y Tercero Vasconcelos, 2003a y 2003b; König, 2003). Su importancia en otros autores viajeros germanoparlantes en México también ha sido destacada en otras investigaciones (Barreiro y Macías, s. f.);4 además, entre otros temas, me parece importante explorar por qué esta obra de Traven no fue traducida al inglés en esa época, como la mayor parte de sus trabajos; solo recientemente se ha comenzado a traducir.

Entre soldaderas, brujas y una poeta: Von Vulkanen, Pyramiden und Hexen, Mexikanische Impressionen (Sobre volcanes, pirámide y brujas. Impresiones mexicanas), de Marianne West (1930)

Como contraste y corolario de las publicaciones y autores precedentes, abordaré el libro de Marianne West, Von Vulkanen, Pyramiden und Hexen, Mexikanische Impressionen, publicado en 1930 por la editorial Hackebeil A.G., en Berlín. Esta autora es también conocida con el nombre que adoptaría más tarde: Marianne Oeste de Boop, quien nació el 2 de noviembre de 1910 en Königsberg, Prusia oriental (hoy Kaliningrado, Rusia). En 1928, antes de cumplir los 18 años, parece ser que, por una conjunción de cuestiones laborales y amorosas, hizo su primer viaje a México, país a donde migraría definitivamente en 1930 al lado de su esposo, justo el año de la publicación de su libro de viaje en tierra mexicanas. Recientes estudios subrayan su destacada posición dentro de la literatura de viaje de esta época, pese a la juventud de la autora (Covarrubias, 2021; Rall, s. f.; Buchholz, 2019), aunque académicos hispanistas anteriores hayan ignorado por completo o menospreciado los pioneros comentarios que incluyó sobre la gran poeta mexicana del siglo XVII, Sor Juana Inés de la Cruz, en su libro aquí comentado.

Como primer punto, destaca la diferencia entre las portadillas descritas de los libros de Landenberger y Goldschmidt con mujeres mexicanas, cuya edad y porte contrastante no demerita el atractivo de su otredad femenina, desde el punto de vista de estos autores germanoparlantes. La portadilla del libro de West muestra, en comparación, una foto de autor desconocido, también en blanco y negro, con la figura de una joven elegantemente vestida al estilo europeo, con un traje fino; lleva un sombrero de equitación y sobresale su porte distinguido, junto con un aura de control. En lugar de posar luciendo un rebozo y con el puño de su mano derecha recargado en la cintura, haciendo un triángulo con el brazo y el codo hacia adelante como las mujeres mexicanas, la figura femenina de la portadilla en el libro de West está parada junto un caballo, cuya rienda sostiene con determinación y en la otra mano parece sostener las bridas del animal para mantenerlo bajo control. Al pie de la foto se lee “La autora” (véase Figura 8).

Figura 8 “Die Verfasserin” [La autora].

Fuente: Fotografía de autor/a desconocido/a. Portadilla en Marianne West (1930).

Desde la foto de la portadilla, el libro West muestra a esta joven (la propia autora) como representante de la mujer moderna e independiente alemana, casi una flapper, tan de moda en esa época, que comenzó a hacer estudios universitarios a principios de la década de 1920 y a tener la posibilidad de vida laboral y personal independiente. Los editores y la autora muestran una imagen femenina muy distante de una gran parte de las mujeres mexicanas que representa en su libro como una otredad hacia la que en muchos casos siente lejanía. Sus recientes biógrafos señalan que nació en una familia profundamente conservadora, pero a la vez la caracterizan como “una pensadora liberal, […] que definitivamente era de la izquierda” (Pabisch y Boop en Gruhn, 2021, p. 7) y aseguran que desde antes de estudiar en la universidad se puso del lado de los socialdemócratas durante la República de Weimar.

West puede instaurarse dentro del grupo de mujeres germanoparlantes viajeras y literatas de la época cuya formación profesional era de periodistas y escritoras (Fell, 1998, p. 198). El libro de esta viajera en México está escrito con una prosa directa y clara, de constantes tintes poéticos de corte expresionista (no impresionista, como sugiere su título), donde sobresale la percepción personal de su entorno y destaca su fascinación por la luz, los colores y los paisajes de México, con un tono a veces melancólico. En él narra desde su llegada al puerto de Veracruz, para luego dirigirse a la ciudad de México, y a partir de allí hará paseos en los alrededores y visitará lugares como Xochimilco, la Villa de Guadalupe, el barrio de Coyoacán y otros lugares famosos de la capital y sus alrededores; también visitará Pachuca, el Chico, Teotihuacán, Amecameca, para volver a Veracruz. Finalmente, de Veracruz regresa a Alemania para continuar sus estudios universitarios de germanística y anglística en Berlín. En 1929 se casa con Juan José Bopp, doctor en economía y químico de profesión, con quien emigrará a México definitivamente al siguiente año, el mismo en que se publicó, en Berlín, su libro aquí comentado.

La variedad en la representación de mujeres mexicanas, como en los autores anteriormente mencionados, prevalece también en el libro de West. En los breves 26 capítulos en los que divide su libro, describe la vestimenta y actividades de las mujeres en diversas instancias, desde la compra y venta de frutas y verduras en un mercado (con algunos productos que le son totalmente desconocidos). Asimismo, relata la impresión que le causan los pies desnudos y sucios de los indígenas (mujeres y hombres) vendedores y compradores, en comparación con la sensualidad de los pies de las mujeres tehuanas que describe Landenberger en alguna visita a Tehuantepec. West dedica otro de sus capítulos a las soldaderas de la Revolución, pero al contrario de sólo admirar su fortaleza y compañerismo, como lo han expresado los otros autores aquí discutidos, en un pasaje también menciona un cierto menosprecio que se les tenía por ser mujeres, al señalar que viajaban en los vagones delanteros de los trenes porque en caso de que fueran atacados de frente, su muerte no representaría una pérdida de gran importancia (West, 1930, pp. 53-54).

Por otro lado, en un capítulo dedicado a las brujas mexicanas, West relata cómo sus asistentes domésticas creen y practican actividades relacionadas con la brujería, aplicada en diversos ámbitos, desde curaciones hasta artilugios para enamorar a hombres o evitar la visita de brujas o malos espíritus. West relaciona esta serie de creencias con bajos niveles educación y cultura, aunque reconoce su relación a veces con la medicina tradicional. Sin embargo, como ha señalado Covarrubias, la palabra Zauber, el encanto o forma de encantamiento que produce México sobre esta autora alemana, va más allá de la brujería y la superstición, y parece referirse a un contacto emocional de la autora con su entorno (Covarrubias, 2021, pp. 223-226), estrategia discursiva vinculada con modos estereotípicos de enunciación femenina.

Aparte de las más de veinte fotografías incluidas en su libro, la mayoría de su autoría, las ilustraciones, dibujos sencillos pero dinámicos, quizá hechos a lápiz, que acompañan cada capítulo con una imagen acorde al tema tratado, parecen ser originales de West, aunque no se indica la autoría en el libro. Resulta curioso que, además de la portadilla con la foto de la autora, las únicas otras representaciones visuales femeninas son el dibujo que inicia el capítulo sobre las soldaderas, que consiste en el rostro oscuro y serio de una indígena, y la foto, con crédito a la agencia Mantel-México, de una indígena con rostro adusto y ceño fruncido que carga un jarro de agua en la espalda (véase Figura 9); su mirada casi agresiva parece rechazar la toma de foto, su gestualidad corporal expresa el esfuerzo físico de la carga, y su rebozo y ropa sencilla contrastan con la elegante figura de la autora en la portadilla. El contraste entre estas dos representaciones femeninas parece abismal.

Figura 9 “Mexicanische India” [India mexicana].

Fuente: Fotografía de autor/a desconocido, crédito a Mante-México en Marianne West (1930).

En discordancia y abordando un tema ignorado en todos los libros de viajeros germanoparlantes de la época, en el último capítulo de su libro, Marianne West comenta la vida de Sor Juana Inés de la Cruz desde una perspectiva feminista, y es la primera autora alemana del siglo XX que publica y traduce al alemán versos y prosa de esta poeta mexicana del siglo XVII. La mayor parte del capítulo -es decir, 27 de las 36 páginas- se trata de la traducción al alemán de partes importantes de la famosa respuesta de Sor Juana al arzobispo de Puebla y algunos de sus poemas. “El hecho de que haya incluido un capítulo sobre una poetisa y pensadora mexicana del siglo XVII, en un libro de viaje, es una muestra más de que le importaba presentar, a los lectores alemanes, una parte esencial de la tradición cultural y literaria de México” (Rall, s. f.). En su libro, Marianne West muestra y demuestra no sólo los rasgos característicos de la nueva mujer alemana, independiente, cultivada, sensible, creativa, sino también su admiración por los logros de una poeta mexicana, de quien se sintió cercana y atraída, a pesar de que su estilo barroco de poesía podría no ser el más atractivo para ella, y consideró importante su difusión entre el público germanoparlante, ante quien era, en ese momento, prácticamente desconocida, para ampliar su visión de las mujeres mexicanas allende las que eran descritas como sin educación, sumisas, huidizas o supersticiosas.

En su libro de viaje, West representa no sólo a las mujeres mexicanas que trabajaban en el campo y los mercados, las soldaderas o las ayudantes domésticas o coquetas asistentes, sino también, con su traducción de pasajes y el análisis de la obra de la poeta mexicana Sor Juana Inés de la Cruz, no mencionada en ningún otro libro de viaje germanoparlante del periodo de Entreguerras, su propio interés intelectual sobre una prominente figura literaria mexicana. A grandes rasgos, la diferencia entre las representaciones femeninas de Marianne West sobre las mujeres mexicanas se centra en cuestiones de educación, aunque la cierta melancolía en los tintes expresionistas de su prosa subraya un cierto aislamiento o distancia de su parte en relación con las mujeres mexicanas de su entorno que describe, excepto con figuras idealizadas como la de Sor Juana de la Cruz. En conclusión, la diversa aproximación, descripción y percepción masculina de Landenberger, Traven y Goldschmidt proporciona un mosaico más extenso, aunque de acuerdo con la ideología de cada uno de estos autores, quienes con frecuencia comparan a las mexicanas no sólo con mujeres alemanas, sino también con otras europeas o latinoamericanas.

Conclusiones

Esta primera aproximación a la representación de mujeres mexicanas en los libros Wanderjahre in Mexiko (1925), de Emil Landenberger; Mexiko (1925), de Alfons Goldschmidt; Land des Frühlings (1928), de B. Traven; y Von Vulkanen, Pyramide und Hexen. Mexikanische Impressionen (1930), de Marianne West, nos muestra que los procesos identitarios y de género en gran medida se activan a modo de espejo. A la par de la representación de mujeres mexicanas en libros los viajeros, producen representaciones bajo su propio concepto de mujeres en su comunidad de origen, para establecer la identidad de la otredad femenina. Los dispositivos de percepción y descripción de estos viajeros germanoparlantes en México durante la década de 1920 muestran que, más allá de la representación de estereotipos y las cuestiones de raza, género, o educación y tradición, comparten un cierto respeto por la fortaleza de la mujer indígena y, en general, cuestionan el aparente rezago educativo e intelectual de la mujer mexicana de clase media o baja, o la superficialidad de la clase alta. Si bien el aspecto económico y financiero parece haber sido el motor fundamental de la renovación de los vínculos entre México y Alemania en esta década, la circulación abundante de obras sobre México admitió desde voces de admiración, hasta de crítica analítica o superficial, con base en estereotipos sobre género, raza, representación y educación, para explorar el papel de la mujer de esa época entre lo rural, lo urbano, lo mestizo y lo indígena, temas que seguirán siendo explorados con extensa profundidad a partir de este primer panorama general. La lectura de varias fuentes de información de las mujeres mexicanas y alemanas y de otras nacionalidades (viajeras o inmigrantes en México) durante la época explorada en este texto (tales como Fell, 1988; López Arellano, 2014; Galeana, 2015; Heinsohn, 2022; Röwekamp, s. f.; Barreiro y Macías, s. f.), muestra que, a pesar del contraste de las circunstancias entre las alemanas y mexicanas en este periodo, se comenzaba a delinear un nuevo posicionamiento de las mujeres mexicanas; sin embargo, en general esto no es muy aparente entre los viajeros aquí discutidos.

El embrujo o enamoramiento que se les adscribía a muchas de estas mujeres va más allá de esta primera aproximación a un tema complejo, que deja traslucir los imaginarios culturales y sociales donde se situaban los tipos y estereotipos de mujeres descritas y sus representaciones textuales y visuales. Vemos así desfilar indígenas, mestizas y criollas mexicanas, desempeñándose en roles desde prostitutas, ayudantes domésticas, brujas, soldaderas, madres, hijas, maestras, tías y primas, hasta madres e hijas germanas, y una joven viajera independiente, asistente administrativa y estudiosa alemana. Esta aproximación al juego de espejos en representaciones simbólicas de tipos y estereotipos es una invitación para desarrollar investigaciones de mayor alcance en este campo de estudio, y propone plantear cuestiones sobre las particularidades de esta época en relación con el desarrollo o rezago de la educación, y el consiguiente rol social de las mujeres mexicanas o germanoparlantes en el contexto de la interacción cultural y social entre México y Alemania.

Los hallazgos e importancia de la fase inicial de esta investigación muestran representaciones autorreferenciales donde la imagen del otro es un espejo de las propias transacciones interculturales que provocan una reflexión propia la identidad cultural y alteridad. En este sentido, el conocimiento del contexto social e histórico que producen tales discursos es fundamental para una recepción profunda de estas obras y la interacción en que se producen y reciben. En el contexto de la apelación a la democratización y a los derechos sociales, tanto en el México posrevolucionario como en la República de Weimar, situar a Landerberg, Goldschmidt, B. Traven y West en estos juegos de espejos nos permite abordar el contraste o similitudes entre los modos de enunciación femenina y masculina en la literatura de viaje, y la función de la mujer mexicana en la construcción de la otredad a través de sus discursos textuales y visuales, además de su rol en la “antigua y tradicional buena relación entre México y Alemania”, como proclamó el presidente Calles en su visita a Alemania en 1923, según Landenberger (1925, p. 292). Temas que ofrecen campos de investigación extensa, de ahí la importancia de los avances iniciales presentados en este trabajo.

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Notas

1 Todas las versiones al español de los textos citados son mías.

2 Ya desde el siglo XIX, la fama del atractivo especial de las tehuanas era conocido, y fotógrafos como el austriaco Teobart Maler lo captaron con su lente. Ver sobre este tema a. A. Salas Ángeles, 2019, y Barreiro y Macías, s. f., quienes abordan el tópico en publicaciones germanoparlantes en la década de 1930.

3 Agradezco a Malú Montes de Oca y Timothy Heyman el haber concedido su permiso, como administradores del B. Traven Estate, para la publicación de las fotos de B. Traven aquí comentadas.

4 En su estudio sobre el libro Frauenleben im Reiche der Azteken (1919) de Cecile Seler-Sachs, Benson y López Jáuregui han planteado que “Al poner énfasis en las mujeres, el caso de Seler-Sachs permite reconsiderar la trayectoria histórica de una etnografía que contemporáneamente puede ser vista como feminista. En segundo lugar, planteamos que la experiencia de Seler-Sachs en México tuvo una repercusión en su activismo político en Alemania, en donde se involucró en cuestiones apremiantes que afectaban a las mujeres de su tiempo como el derecho al voto, la reforma de la vestimenta y el alivio de la pobreza” e incluso, sin habernos puesto de acuerdo, concluyen con la imagen del espejo que yo desarrollo en este texto (Benson y López Jáuregui, s. f.).